Fernando Pérez

#MAKMAEntrevistas
Entrevista a Fernando Pérez, director del Azkuna Zentroa
Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao, Sociedad y Cultura Contemporánea
Arriquibar Plaza 4, Bilbao

Fernando Pérez, director de Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao, Sociedad y Cultura Contemporánea, está especializado en gestión cultural y de las artes, es licenciado en Filología Vasca, máster en International Leadership Program in Visual Arts Management y en Gestión Cultural, Música, Teatro y Danza, así como postgrado en Políticas Culturales Europeas.

Gestor cultural, director y coordinador de diferentes festivales y centros de artes visuales, artes escénicas, cine y literatura, siempre con la visión transformadora de la cultura entendida como práctica, proceso y experiencia.

Su trayectoria profesional ha estado siempre ligada a la administración y el servicio público, habiendo sido director de Cultura del Gobierno de Navarra, miembro del comité asesor de la ‘Japan Foundation for Performing Arts’, miembro del Patronato del Centro de Arte Contemporáneo Huarte y secretario del Patronato de la Fundación Museo Jorge Oteiza.

Fernando Pérez participa también en diferentes comisiones y proyectos de gestión cultural y artística a nivel internacional y estatal.

Cómo surgió tu interés por lo que luego ha sido tu trabajo. Tu interés por la cultura, por el arte. Si surge de una forma premeditada o de una inquietud que ya tenías.

Estas cosas no son premeditadas, tienen que ver mucho con la ilusión y la curiosidad. Yo soy una persona muy curiosa, prácticamente todos los ámbitos me interesan, y siempre quiero ahondar, no quedarme en la superficie, y saber más. Es un poco esa inquietud, que tiene que ver con las formas de ser y, sobre todo, con las formas de compartir, para que esa curiosidad no se quede solo en cada uno.

Y luego más cuestiones prácticas, concretas, que además tienen que ver mucho con el Proyecto-Programa de mi dirección, que hay unos momentos, unas experiencias que generan un impacto que hacen que, en tu recorrido, haya algo que te cambia y te haga acercarte a otros campos.

Y en mi caso concreto, hay dos cuestiones: por una parte, soy de una generación de gestores culturales o programadores que, en los años 80 o principios de los 90, venían del campo de lo que en aquel momento se llamaba la animación socio-cultural, los monitores, las colonias, el movimiento de clubes de tiempo libre, etc., que tiene como una deriva doble: por una parte, social y, por otra, cultural y artística.

Y era el momento en que las instituciones empezaban a contratar, y esos campos que habían estado en el amateurismo o voluntariado, se empezaban a convertir en profesionales. Desde el año 88 yo ya formaba parte de clubes de tiempo libre, etc., pero también montamos una empresa de intercambios lingüísticos y otras actividades, de varios voluntarios que queríamos profesionalizarnos.

Y luego, en la otra línea, hay como esos impactos que te decía. Por ejemplo, cuando tengo 14 años aproximadamente, Arteder fue una feria de arte contemporáneo que se hizo en la Feria de Muestras, que supone los inicios de Arco, en Madrid, y que de repente todas esas formas, esos colores, esas cuestiones estéticas diferenciadas, suponen un impacto en lo que era mi paisaje visual de la margen izquierda [de la Ría de Bilbao], que era gris, oscuro, siderúrgico…

Como también era Bilbao en esos años…

Sí, todo el Bilbao metropolitano. Entonces, ese es uno de los impactos. O cuando veo el primer espectáculo de danza y, de repente, para mí las artes en movimiento no habían existido nunca, y entonces, ver en un contexto de un cubo negro alguien moviéndose de una forma que a mí me resultaba extraña y, a la vez, ver en los cubos blancos, pinturas, esculturas, formas diferentes, que yo solo conocía de la plaza del Ayuntamiento de Barakaldo con las esculturas de Larrea y Oteiza. Esos fueron los primeros impactos.

Fernando Pérez, director del Azkuna Zentroa, en su despacho. Foto: Iñaki Torres.

En relación con el movimiento que antes comentabas, resulta interesante observar que cuando somos niños, nos gusta movernos, preguntar, bailar, pintar, explorar, contar historias (la mentira, como invención o exageración, como ficción. Esa ficción que luego derivará en la escritura o en la política). Para el niño lo más importante es ese mundo abierto y ecléctico.

Pero, según vamos creciendo, se valora todo lo que tiene que ver más con la técnica, en detrimento de lo que se manifestaba espontáneamente en esos primeros años. Las humanidades y el arte quedan así relegadas a un segundo plano y, muchas veces, si atendemos a los debates políticos y al reparto de los presupuestos, relegadas a una presencia casi residual.

¿Podría llevarse esta inquietud y esta propuesta a los colegios, para que la experiencia de esa cultura en marcha constante (y no solo como algo heredado) no esté separada de la persona, visto como algo ajeno a ella, sino que forma parte de ella, tanto como su cuerpo (tal como la experimenta el niño)?

¿Podría plantearse y desarrollarse un sistema educativo alternativo que se situara en ese contexto?

La respuesta la tienes en tu pregunta. Por una parte, y relacionándolo con el lugar que ocupo, hablabas por ejemplo de homogeneidad en los sistemas educativos. Pero ahí hay dos cuestiones: por una parte, yo no creo que la educación con grandes letras o en mayúsculas esté solo en el sistema educativo, para mí, la programación de un Centro es también educación, sobre todo, educación, si consideramos que la educación es una transmisión múltiple de valores y de conceptos, y yo creo que cualquier acción, aunque nos estemos poniendo muy filosóficos, de transmisión, tiene que ver con lo educativo y con los aprendizajes y con los cuidados y con lo relacional. Por eso, cuando hablamos de sistema educativo, es solo una parte de la educación.

Nosotros, como centros culturales, como Azkuna Zentroa en este caso, tenemos la obligación, por decirlo de alguna forma al ser un servicio público, de transmitir y transformar, en base a las propuestas culturales, lo que las personas quieren ser. Entonces, gestionar todas esas complejidades es una de las cuestiones difíciles de un Centro de estas características.

Pero es un tema muy complejo, porque tiene que ver también con lo intergeneracional. Este Centro no es solo un centro específico dedicado a un tipo de público. Por eso hablamos de comunidades de públicos en plural, de tal forma que, dependiendo del desarrollo evolutivo de cada una de las personas, de su situación, del lugar donde vive, etc., tenga ese lugar donde ocurren cosas que pueden de alguna forma modificar en positivo su desarrollo para alcanzar el objetivo máximo que tenemos todas las personas, que es: ser felices.

Nosotros trabajamos sobre procesos y soportes culturales que ponen en manos de todas esas personas las posibilidades de: ver teatro, ver danza, leer un libro, ver una película, disfrutar de una exposición… Pero no solo de una forma receptiva. Nosotros no solo ofrecemos, sino que queremos también que sean artífices, y que ese receptor de la cultura administrativa, convierta también a las personas ciudadanas en actores o hacedores, como decía Borges, de su propia cultura en relación con todas las personas.

Por eso muchas veces, en Azkuna Zentroa, pensamos que no solo son esas comunidades de públicos, sino que son también la persona que vive en Henao 23, o Gordoniz 75 [calles de Bilbao], y creo que, aunque no haya límite, sí por lo menos acercarse, en la medida que se pueda, en una rendición de cuentas y en una devolución de lo que son sus propias aportaciones a la sociedad. Por eso yo pienso mucho en la horizontalidad.

Y con respecto a lo que decías al principio, estoy muy de acuerdo contigo. En realidad, el sistema educativo en los últimos tiempos, a nivel general, ha estado muy dirigido, o en un porcentaje muy grande, a repetir los sistemas que estaban establecidos. Y yo creo que estaría bien que hubiera otras fórmulas que no estuvieran solo en el sistema educativo, sino que la educación estuviera también en los ámbitos departamentales, no sólo de la cultura, sino también de la educación, del urbanismo, y del uso del espacio público y de las haciendas y de la economía. Todo eso también puede ser educación, y también puede ser cultura. Porque si no, si departamentalizamos todo, al final yo creo que esa transversalidad tan manida, se queda sin sentido.

Fernando Pérez, en su despacho del Azkuna Zentroa, tras la entrevista. Foto: Iñaki Torres.

A veces, uno tiene sensaciones sobre cosas que está bien comentarlas, sacarlas a la luz, para ver hasta qué punto pueden dejar de ser eso, meras sensaciones, para llegar a ser ideas o argumentos. Una de esas sensaciones es que suele pensarse la cultura como algo separado de la persona, es decir, un sitio adonde voy, como si no entendiera que eso forma parte de mí, de manera que he creado un abismo entre la cultura y yo. Pero la cultura es innata, en el sentido de que el conocimiento se adquiere, pero el deseo de conocimiento es innato.

Creo que tienes razón, la cultura no es lo mismo que la gestión o la programación cultural, o no es lo mismo el arte que el mundo del arte. El mundo del arte puede ser bonito, feo, puede ser negocio, industria cultural, creativa, puede haber una repetición de soportes, puede tener épocas…, pero el arte es otra cosa.

Por eso, respecto a lo que decías, la presencia o ausencias del cuerpo, el cuerpo, nuestra presencia, podría ser casi el motivo de trabajar en torno a la cultura en cualquiera de sus disciplinas. Por eso el cuerpo y el movimiento, todo podría generarse en torno a lo coreográfico. Por qué no puede ser una coreografía el autobús que hace el recorrido desde Santutxu al Casco Viejo y pasa por Indautxu [barrios bilbaínos], pero vuelve a hacer el recorrido, y si lo viéramos desde un helicóptero, estaríamos viendo la coreografía de un autobús urbano.

Eso es interesante…

Y eso es un cuerpo también. Obviamente, en el arte contemporáneo es también esa presencia del cuerpo desde la performatividad, también desde el que mira, o también desde el que hace, o también desde el que está mirando al que mira…

Lo que sí es importante, y en esta entrevista me gustaría destacar, es que, para mí, el proyecto de Azkuna Zentroa tiene que ver como mi presencia aquí como director y mi desarrollo como profesional, porque soy muy consciente y creo a pies juntillas que la cultura es práctica, proceso y experiencia.

No es sólo un producto, ni es solo un espectáculo, ni siquiera es un objeto o un lugar de representación o de exhibición. Es todo el fluxus que hay alrededor de todos esos lugares y momentos, es decir, estamos hablando de tiempo y de espacio que se da entre las personas. Y a veces está registrado, y a veces se puede repetir, pero la mayoría de las veces, es único.

Con lo cual, eso forma parte de nuestra responsabilidad de poner sobre la mesa nuevos discursos, riesgos, posibilidades de transformación… Es una gran responsabilidad porque tiene que ver con la manipulación positiva del poder del que tiene los recursos para ponerlos otra vez en manos de los ciudadanos. Pero eso tiene que ser una cuestión que tenemos que tener muy claro los directores de los Centros.

Fernando Pérez, director del Azkuna Zentroa, tras la entrevista. Foto: Iñaki Torres.

Se suele acudir al arte desde una posición de placer, de fusión, de interacción. Pero también está lo contrario. El poder de lo artístico también tiene que ver con aquello que de repente te echa a la cara cosas que no quieres ver. Hay momentos y situaciones en que la persona, en relación con el colectivo, se encuentra un poco al margen, un poco marginal. Por ejemplo, la soledad. Hay una apología de la sociabilidad, cuando en realidad la soledad es un campo en el que precisamente el arte, la investigación, entran de lleno. Sin embargo, si en ese contexto está bien mirado, no en ese otro más cotidiano. Lo artístico, cuando entra a fondo en algo, saca todo eso.

La pregunta sería: cómo se enfrenta el espectador medio a una obra artística que le va a poner delante aquello que no quiere ver, cómo lo compagina el Centro.

A mí no me preocupa. No me preocupa que el espectador, que por cierto para mí no es solo un espectador, sino que también es un escuchador o es un observador o es un director, creo que no es solo el que especta, etimológicamente hablando, y yo creo que nuestra obligación es poner, dar posibilidades, mediar de alguna forma para que ese derecho de accesibilidad a la cultura, seamos los puentes o lo conectores, o los que damos posibilidad para que ese espectador tenga ese derecho de poder llegar a ser interpelado. El resultado de esa interpelación no nos compete, porque, si no, estaríamos entrando en una manipulación.

Otra cosa es que a nosotros sí nos interesa poner nuevos debates, generar cuestiones que siempre han sido muy…

Incómodas…

O solo domésticas… Este es un centro que se pensó, desde que yo estoy en la dirección, para interpelarse a sí mismo qué es. No solo qué hace, o qué es lo que programa, sino qué es, considerando que los centros orgánicamente también pueden tener un inicio, un desarrollo y quizá un final. Por eso, a mí lo que el espectador o la espectadora sienta, me interesa en lo personal, pero en lo profesional estoy obligado solo a proponérselo.

Y por eso el arte muchas veces, cuando hablabas, por ejemplo, de marginalidades, yo creo que deberíamos reflexionar mucho, con tranquilidad, de forma colectiva e individual, sobre qué significa nuestro propio discurso y lenguaje a la hora de pensar que haya cuestiones como que la palabra marginalidad sea algo negativo. Porque puede que los márgenes y las periferias, tengan un grado de positividad mayor que la centralidad o la nuclear.

O que la soledad tenga una connotación negativa cuando en realidad el estudio, la investigación, la reflexión, el crecimiento personal, tiene que ver con esa mirada hacia dentro, y no esa exogeneración de discursos que sean más atrevidos. Por lo tanto, también es otra de las múltiples obligaciones el generar, el poner peso positivo a aquellas cuestiones que, en principio, podrían parecer negativas.

Pero una de las cuestiones más difíciles que ocurren en este centro es trabajar también sobre la complejidad. Hasta que tú esas dificultades las haces oportunidades, y hasta que las complejidades se convierten en lo cotidiano, no te das cuenta de que la vida del Centro es igual de compleja que la vida de fuera del Centro. Por eso nosotros trabajamos también mucho en este Proyecto-Programa de concebir el Centro como algo que es centro, pero también fuera. El hecho de que nosotros hayamos puesto como proyecto-fachada visibilizar que en el Centro pasan cosas, pero fuera también, es importante.

Por ejemplo, en el proyecto de la hemeroteca, nosotros hablábamos de pensar en una biblioteca del siglo XXI como un lugar donde, no solo hay que estar en silencio, sino que también se puede susurrar, o incluso se puede hacer ruido, por qué no. O pensar en que los servicios, los proyectos y los programas de este Centro pueden ser algo que se pueden generar dentro, y no solo consumir. Y por eso el subtítulo ‘Sociedad y Cultura Contemporánea’ del Azkuna Zentroa, tiene que ver con la idea de pensar que no es algo para consumir, sino que es algo social, algo grupal, algo compartido.

Yo creo que estamos en un momento muy interesante para que todas las personas hablemos sin complejos de lo que nos ocurre en la vida. Creo que a nadie le debe asustar desnudarse físicamente y desnudarse metafóricamente porque lo que es, es, y lo que hay, es lo que hay. Ni más ni menos. El resto son shows de Trumans y son banalidades. Y las personas estamos hechas de carne y de hueso y tenemos problemas y a veces estamos alegres. Lo que sí me gustaría decir es que ojalá todos fuéramos más alegres y que todos pudiéramos generar también un poco más de empatía entre todos.

Fernando Pérez, director del Azkuna Zentroa, al término de la entrevista. Foto: Iñaki Torres.

En relación con lo que dices de que las actividades del Centro se pueden generar dentro y no solo consumir…, parece que todo está abocado a consumir, es decir, a ser pasivos. De hecho, no serlo se interpreta como que entraña una dificultad. El concepto de difícil se ha asumido de forma pasiva también, y se da por hecho. Si hemos visto por ejemplo una película, el hecho de pararse a pensar en ella, está descartado.

Yo creo que no es así. Creo que eso mismo es algo que nos obligan a pensar de forma estándar. Eso no es cierto, porque yo tengo muchas referencias y no soy diferente del resto de las personas, en que hay películas que me han emocionado y en películas que me vuelven a emocionar cuando las pienso, que me han hecho llorar saliendo de una sala de cine, o que me han hecho reírme en el Metro cuando iba yo solo. Entonces, todas esas extrañezas, cuando en realidad reír o llorar es una cosa que todo el mundo hace, por qué genera eso una extrañeza.

La situación es que genera esa extrañeza.

Yo creo que esa es también una fórmula de aceptar formas de vestir, formas de ser, discursos… Y yo creo que la mayoría de nuestros usuarios, a ese espectador del que tú hablas, primero, yo le tengo muchísimo respeto, creo que es muy inteligente, que está muy bien formado. Por lo tanto, eso nos exige a Azkuna Zentroa trabajar con una calidad óptima como servicio público, porque la calidad óptima no es solo pagando 20 euros, también el acceso gratuito tiene una calidad óptima, debe tener una calidad óptima, y la calidad óptima se da en centros culturales de esta magnitud y en centritos culturales de magnitudes muy pequeñas.

Y uno de nuestros trabajos en estos últimos cuatro años ha sido generar intersticios o agujeros para que todas esas iniciativas sociales, culturales y artísticas tengan un hábitat de calefacción y de comodidad. Y eso es muy positivo para todos nosotros como Centro, nuestros investigadores asociados, artistas asociados, el apoyo a la creación…

Una de las cuestiones formuladas era en qué creía que había cambiado el Centro en estos últimos años. Para mí se ha cambiado un estilo de servicio muy diferente, más cercano. Segundo, hay un apoyo a la creación, no como centro de producción cerrado, sino como centro compartido entre los artistas y la ciudadanía.

Por otra parte, es poner en una bandeja la cotidianidad del arte actual. El arte no es solo estética, el arte es también disfrute, el arte es conocimiento, el arte es pensamiento, el arte es prestigio. En general, una complementariedad a lo que ya existe en la ciudad. En trabajar sobre esos márgenes o periferias o minorías, porque todos formamos parte de una o de varias minorías. Y todo pensado desde el discurso y el arte contemporáneo. Porque podríamos pensarlo desde la farmacéutica, desde las leyes…, pero no, todos son discursos muy actuales.

Todo lo que hay ahora mismo en el Centro, es verdad que puede tener otros formatos y otras formas estéticas diferentes, pero todos están hablando del discurso de hoy. De las nuevas sexualidades y géneros, de las formas tecnológicas del arte, de la analogía, de los materiales que pueden hacer -estoy haciendo todo un recorrido por el Centro-, de las arquitecturas posibles, del espacio público, de la pandemia, de nuestra vivienda, de nuestra capacidad creativa, porque todo el mundo tiene una capacidad creativa…

Y no significa que eso sea popular, ni que nosotros vayamos a ser elitistas, sino que todo el mundo quizá lo considera un hobby, pero puede que no sea un hobby, puede que sea algo que tiene que aprender… A dibujar se aprende, igual que se aprende a escribir. Y entonces, pues esa es una de las cuestiones importantes: generar una comprensión de códigos.

Fotograma de la exposición ‘Una voz para Erauso. Epílogo para un tiempo trans’, en Azkuna Zentroa.

Eso está relacionado con algo que has comentado alguna vez acerca de que el Centro se ha definido como Centro de Sociedad y Cultura Contemporánea, “respondiendo así”, cito textualmente, “a los retos de una sociedad en continua transformación, cada vez más variable y más híbrida”.

Cuando vi la exposición de Erauso que tenéis actualmente en sala, hice esa relación con el concepto de “híbrido”. Porque la forma de entender esa exposición no puede ser desde el punto de vista dualista, sino que parece que tienes que ver las cosas sin género. ¿Estaría relacionado con lo que tú decías?

Sí está relacionado. Y está relacionado con todo lo que estoy diciendo porque esa exposición quizá no podría estar en otros lugares, otros museos, pero aquí sí porque tiene mucho sentido. Y es híbrido también en ese sentido, y tiene que ver mucho, no solo con lo híbrido, que podría ser un símil de lo trans, en el sentido de translation o traducción, o de tránsito, o de transformación.

De hecho, muchas de las piezas que se han producido aquí sobre Erauso, en realidad estamos hablando de historia, pero estamos hablando de presente y estamos hablando de otros colores, otras formas, otros géneros, otros sexos, otros tránsitos. Y no me parece tan importante esa segunda parte de ese binomio de otros sexos o géneros, sino la palabra otros. Porque yo creo que la hibridación tiene que ver con la alteridad.

Y ese “otros” me parece muy importante, porque, si no, podemos llegar a discursos un poco más banales, incluso a la hora de comunicar. Porque para mí lo mismo que programar es un todo, o que cuando hablaba de que la programación es educación, la programación es en gran medida comunicación. Es ahí donde yo creo que no hay ámbitos cerrados. Y por eso lo híbrido no debería ser otra alteridad extraña o bizarra, sino que debería ser la cotidianeidad y la normalidad.

‘Autorretrato como Fuente’ (2001). Impresión ploter, b/n. Galería Elba Benitez, Madrid.
Cartel de la exposición en Azkuna Zentroa.

Muchas veces uno piensa que es en la intimidad, en el espacio mental, si piensas en la mente como un escenario, donde se da aquello que físicamente es imposible. Esa situación ya se da en la mente.

En la mente y en la habitación de cada uno. Porque, por ejemplo, la enfermedad siempre está cerrada en el ámbito doméstico. Por qué no puede ser visible, por qué nos hace daño si la enfermedad existe. Es un símil para poder decir que tenemos que salir y sacar del armario a nosotros mismos y a todo un conjunto de cuestiones que no nos deben asustar.

Es como decíamos antes de que rehusamos encontrarnos con aquello que es desagradable, que nos recuerda la muerte. En la sociedad actual está separado de forma poco natural.

Nosotros hemos hecho programas en el Centro para poder visibilizar todas esas cuestiones. Por ejemplo, en el Encuentro internacional de nuevas formas artísticas, en ‘Prototipo’, hicimos una acción carrying sobre el sida, o se ha hecho con otras enfermedades. Y en realidad ese tránsito y ese trabajo de carrying, a una persona con dificultades físicas, es una forma de que el arte puede ser también un vehículo de visibilización de lo social, y a la inversa.

Ese es otro objetivo de este Centro: pensar que las diferencias son un valor, por eso hablaba antes de las minorías, etc. Me parece que en el momento en que la sociedad llegue a valorar lo diferente como lo que debería ser normal, es decir, lo diferente y lo específico y lo único y lo singular debería ser el valor, y no la homogeneidad.

Y, de hecho, pensando ya en el futuro del siguiente proyecto-programa, creo que uno de los discursos a añadir en este Centro será el trabajar sobre lo no hegemónico, sobre lo no homogéneo y sobre lo heterogéneo, pensando en que ese es el valor que vamos a tener.

En el momento en que, en una clase de niños y niñas, la importancia sea que cada uno tenga una singularidad diferente, aceptada y compartida por el resto, entonces será cuando la sociedad no tendrá que poner etiquetas de bullying, suicidios, marginalidades malentendidas, etc.

Fotograma de la exposición ‘Una voz para Erauso. Epílogo para un tiempo trans’, en Azkuna Zentroa.

Por último, hay una tendencia de muchos agentes culturales de entender el arte como un medio, una herramienta para divulgar por ejemplo un mensaje político o social, es decir, que el arte tiene que servir, tener una utilidad, descartando entenderlo como un fin en sí mismo, con su propio lenguaje, su propio espacio, su propia lógica. ¿Cuál es tu opinión?

El arte existe porque existe. Otra cosa es que los gestores culturales siempre estemos pensando en cuál es nuestra misión, cuáles son nuestros objetivos, cuáles tienen que ser los recursos humanos, los recursos económicos, porque todo lo hemos planificado, todo es un plan director, un proyecto-programa, un plan estratégico…, pero eso es otra cosa.

El arte existe porque ser artista, para algunas personas, no es una opción, es una forma de ser y es una necesidad. El arte existe y ha existido y va a seguir existiendo. Otra cosa es que nosotros tengamos que dejar más espacio para que ese arte exista.

El problema también está en entender lo que significa que el arte tenga que. El arte tiene que ser protegido, tiene que ser valorado, difundido, divulgado, y estaría bien que estuviera legislado ese acceso a la cultura. Creo que eso sería un paso a decidir.

Fernando Pérez, tras la entrevista. Imagen cortesía de Azkuna Zentroa Alhóndiga Bilbao.