Felip Bens

#MAKMALibros
‘Toronto. El exilio de Larry Forlati’, de Felip Bens
Llibres de la Drassana (Colección Izmir), 2023

El detective Larry Forlati te agarra de las solapas y no te suelta hasta que acabas ‘Toronto’ (Llibres de la Drassana), que acaba de ver la luz en castellano. Felip Bens (El Cabanyal, València, 1969) se divierte con una trama trepidante que homenajea de nuevo, como ya hizo en ‘El caso Forlati’, a los grandes clásicos de la literatura, el cine y las series de mafia y detectives.

Aclárenos algo: ¿es ‘Toronto’ la secuela de El Caso Forlati?

No exactamente. Ambas novelas funcionan de forma autónoma, pero al mismo tiempo son complementarias. Están concebidas de manera que no hace falta haber leído una para comprender la otra. Sin embargo, los lectores que se leen una de las dos y les gusta, buscan más de los personajes en la otra. No conozco ningún caso de alguien que le haya cautivado una y no haya leído la otra. En cualquier orden. De todo hay.

En 2022, se publicó ‘Toronto’ en valenciano y ahora, poco más de un año después, ve la luz en castellano.

Sí, ha funcionado muy bien en valenciano y muchos lectores la han pedido también en castellano. Ojalá también saliera en otras lenguas. Quién sabe. Además, ‘El caso Forlati’ tuvo dos ediciones en castellano y en breve saldrá la tercera. Esos lectores esperaban la traducción de ‘Toronto’.

¿Se pierde con la traducción?

No, en absoluto. La traducción es mía. Quise hacerla yo, aunque me ayudaron con las revisiones, que son terribles y nunca terminan, Mar Villalba, Vicent Baydal y José Ricardo March. Ha sido un lujo, la verdad, poder contar con ellos. He buscado un estilo propio en castellano, distinto al del valenciano. Estoy muy satisfecho.

Han salido, además, 14.000 palabras menos. Parece una barbaridad, pero es fruto de la reescritura, de una forma plenamente consciente. Mi estilo literario en castellano es más preciso, más conciso. En valenciano parece como si tuviera la necesidad de aportar más desde el punto de vista lingüístico. De los que ya la habían leído en valenciano, los primeros lectores en castellano dicen que cada edición aporta una riqueza estilística distinta. Yo también lo creo.

Parece que todo el mundo haya oído hablar de Forlati. ¿Quiénes son los Forlati?

Son una saga de origen siciliano, instalada en València a principios del siglo XX. Los fundadores huyeron de Corleone y se enriquecieron aquí, con su particular modo de hacer negocios.

Imagen promocional de la serie ‘Los Soprano’.

Con prácticas mafiosas, vaya.

No necesariamente, al principio, al menos. Los límites son difusos, pero el poder corrompe. Uno se cree intocable y quiere más y más. Entonces, se cruzan ciertas líneas rojas. Nada nuevo. Los Forlati, en realidad, son un homenaje, más o menos velado, a la literatura y al audiovisual de mafia. Ya sabes, desde ‘El Padrino’ a ‘Los Soprano’.

También los grandes clásicos de la novela negra. Hemos crecido con ello. Trato de encajar los dos mundos, mafia y detectives: Larry Forlati, que se ha criado en Londres desde los dos años, es detective y chocará con su primo Junior, el tercer capo valenciano de la familia, más mafiosa que nunca.

¿Por qué la atracción hacia el mal?

Porque todos tenemos el mal dentro, y todos experimentamos la tentación de actuar mal, incluso de forma consciente, buscando justificaciones. Siempre tengo muy presente ‘Crimen y castigo’ y cómo Dostoievski juega con el lector, haciendo sentir empatía y antipatía hacia Raskólnikov, perdonándole por momentos, y condenándoles en otros.

Es un tratado sobre el mal, sobre cómo el mal nos habita dentro y es un monstruo que a veces no somos capaces de domesticar. Me gusta ese juego al límite con los lectores. En general, las cosas nunca son negras ni blancas. En ‘Toronto’ también es así: los que parecen malísimos no lo son tanto y al revés. Eso se parece más a la vida real que el habitual maniqueísmo.

¿Hay mafia entre nosotros?

Por supuesto. Más de lo que creemos. Nos observamos poco como sociedad. Las actitudes mafiosas están tan inoculadas en nuestro día a día que a veces no nos damos ni cuenta. Cuando se pide al gestor que invente algo para pagar menos impuestos, vamos al límite y lo sabemos.

¿Cuánto dinero se mueve en negro en nuestra economía? ¿Qué es pedir un favor a un amigo funcionario? Muchas cosas están normalizadas. No se deciden en una trattoria con manteles a cuadros rojos y blanco ni hay sangre, pero son una versión soft de la mafia, por supuesto. Cuando la base social es así, las prácticas mafiosas se extienden y justifican socialmente con facilidad.

¿Seguimos aplaudiendo, a la hora del almuerzo, a quien intenta estafar al estado, como si fuese algo elogiable? Pues eso. El puerto de Nápoles, que describe Saviano, o el de Baltimore de Frank Sobotka, no son muy distintos, en el fondo, del de València, donde, por cierto, hace unos días se decomisó parte del mayor alijo de cocaína de nuestra historia.

Has hablado de un tótem de la literatura universal como Dostoievski. ¿Cuáles son tus referentes?

Todos somos herederos de mil influencias cruzadas. Benditas influencias. Lo que somos como personas o creadores se lo debemos a esas influencias, a nuestro bagaje, nuestras lecturas, nuestras películas. Para mí ‘Crimen y castigo’ es, como decía, una influencia obvia, por la manera de enfocar el mal, por esa aportación que nos obliga a mirarnos dentro de nosotros mismos.

A nivel estilístico, me dejó temblando ‘A sangre fría’, de Capote. Creo que, en mi caso, como periodista que quiere escribir novelas, el ejemplo es ineludible. Ojalá pudiera llegar algún día a escribir una sola línea con su maestría. Y la tercera pata sería Denis Lehane, mi gran referente contemporáneo por su capacidad para urdir tramas. Tiene unas cuantas obras maestras. Quizá la mejor de ellas sea ‘Mystic River’.

Sean Penn y Kevin Bacon, en un fotograma de ‘Mystic River’, de Clint Eastwood.

¿Es mejor la novela que la película de Clint Eastwood?

Uf, para mí son dos obras maestras colosales, pero me inclinaría por la novela. Y abro paraguas.

Mucha influencia cinéfila veo yo por ahí.

¿Cómo no? En las últimas décadas, me conmovieron, a mí y a cientos de miles, ‘The Sopranos’, ‘Breaking Bad’ y ‘The Wire’, pero desde la adolescencia hemos disfrutado de cientos de películas de mafia y de detectives, desde ‘El halcón maltés’ a ‘Uno de los nuestros’: ‘El padrino’, ‘Los intocables’, ‘Casino’, ‘La ley del silencio’, ‘Muerte entre las flores’… La lista sería eterna.

Dicen que el audiovisual se está comiendo al libro.

Es obvio que nuestra forma de entretenimiento está cambiando de forma permanente. Si la gente pasa gran parte de su tiempo libre, de forma generalizada, viendo series o tonteando en las redes sociales, puede leer menos, está claro. Sin embargo, los índices de lectura de libros de ficción no parece que desciendan de forma significativa. Quizás todos estamos mintiendo a los encuestadores.

Yo sí que creo que cada vez se leen menos novelas. A mí me sucede. Y no sé dónde nos lleva esto. Ese invento maravilloso que es el periódico en papel parece que está llegando a un punto de no retorno. Pensábamos que no pasaría y ya estamos ahí. Temo que pase con los libros. Soy demasiado analógico para este mundo. Me cuesta adaptarme, no te voy a engañar. Y no sé si me gusta.

¿Y lo de las ciudades? ¿Qué papel juega Toronto?

Es una ciudad fascinante. Cualquier cosa puede suceder en Toronto, dicen a lo largo de la novela. Y es cierto. El clima extremo provoca que, con la llegada de la primavera, se disparen el optimismo de sus gentes y las ganas de vivir en la calle. Estamos acostumbrados a la vida mediterránea y no le damos demasiada importancia. En el norte sí se la dan.

Me di cuenta hace tiempo, en San Juan de Terranova, una ciudad como Torrent, llena de discotecas, pubs y garitos, con una marcha tremenda. La adversidad incentiva las ganas de vivir de la gente. En ese sentido, Toronto era una ciudad perfecta para desarrollar las andanzas de Larry en el exilio.

Larry ha desperdiciado su juventud y ahora quiere ser un disfrutón. En su adorable ingenuidad, Toronto le viene como anillo al dedo. Aunque se complica mucho la vida. Siempre lo hace porque, en el fondo, es un torpón y nada le sale bien.

Cubierta de la edición en castellano de ‘Toronto’, de Felip Bens.

Y el amor. Entre tiros, torturas e intrigas, la novela cede terreno al amor.

Sí, claro. Larry es detective por una mal resuelta inclinación romántica hacia la profesión. Es un personaje quijotesco: se ha dedicado toda su vida a encerrarse y leer novelas de Philip Marlowe, ajeno a la vida real, hasta que ha mezclado realidad y ficción y ha confundido sus deseos reales. Ese descubrimiento íntimo del personaje está en ‘Toronto’. También se intenta abrir paso en el amor. La irrupción de Renata en Toronto dará un vuelco a su vida.

Renata es un personaje femenino potente, empoderado, que se diría hoy.

Bueno, no busco analizar, reivindicar ni cambiar nada con mi literatura. Solo pretendo reflejar la realidad. Larry, desde luego, está muy lejos de ser un hombre ideal. Es bastante tarambana y egoísta, como tantos. Y anda bastante perdido.

En la novela, también hay algún machirulo. Me preocupa mucho la verosimilitud de las historias, retratar personajes fáciles de identificar, que todos podríamos conocer. Como lector o espectador, me molestan mucho las trampas en beneficio del efectismo, aún a costa de destrozar una historia.

A mí se me caen los libros o películas así. Y, lógicamente, me esfuerzo para que no suceda en mis libros. Intento que el contexto de las historias sea el de un mundo real y reconocible, no uno idealizado o forzado según el interés narrativo.

Felip Bens, entre Kike Parra y Rafa Lahuerta, durante la presentación de ‘Toronto’ en la librería El Imperio. Imagen cortesía del autor.

El que me tiene conquistado es el viejo consigliere, don Amadeo Cantavieja.

La vida, a veces, nos pone en circunstancias que no nos permiten elegir nuestro destino. Cantavieja es un hombre de otro tiempo, fiel a un jefe a quien considera que se debe. Al final, acaba guardando fidelidad a una familia, a un linaje.

A medida que avanza la novela, el lector se preguntará por el peso real del viejo durante décadas. El personaje no es inocente: los más poderosos siempre son los más discretos. Si necesitas exhibirte es porque no tienes tanto poder, en realidad.

Creo que las grandes reflexiones a las que invita ‘Toronto’ son a través, sobre todo, de Cantavieja. En todo caso, mi intención era construir una historia que entretuviera, que hiciera pensar un poco sobre la condición humana, pero sobre todo que explotara el placer de la lectura.

La traca final es tremenda. ¿Habrá más novelas de los Forlati?

Es posible que haya otra donde cobren protagonismo las nuevas generaciones, algunas de las mujeres que ya apuntan en ‘Toronto’. Aunque lo prioritario, como en ‘Toronto’ y ‘El caso Forlati’, sería que funcionara de forma completamente autónoma y que diera igual el orden de lectura. Tengo mucho material, pero ahora estoy con otro proyecto literario muy distinto. Vamos a dejar que ‘Toronto’ fluya un poco, que haga su camino y ya veremos dónde nos lleva la vida. A nosotros y a los Forlati.

Usted tiene hijos pequeños. ¿De dónde saca el tiempo?

De la noche. Cuando todos duermen en casa yo me dedico a escribir. Si lo haces todos los días o casi todos acaba dando resultado. Mi madre detestaba a los dormilones. Para poder vivir la vida hay que dormir cuatro horas como los santos, decía. Yo era un dormilón, pero me he reformado para poder escribir, que es uno de los grandes placeres a los que jamás querría renunciar, mientras pueda.

Felip Bens
El escritor Felip Bens, en el Cabanyal (Valencia). Foto: Marc Castell.