Tadzio. Björn Andrésen

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‘The Most Beautiful Boy in the World’ (‘El chico más bello del mundo’), de Kristina Lindström y Kristian Petri
Con Björn Andrésen
93′, Suecia | Mantaray Film, 2021
XI Atlàntida Film Fest | Filmin

“Con asombro observó Aschenbach que el muchacho era bellísimo. El rostro, pálido y graciosamente reservado, la rizosa cabellera de color miel que lo enmarcaba, la nariz rectilínea, la boca adorable y una expresión de seriedad divina y deliciosa hacían pensar en la estatuaria griega de la época más noble”, rubrica un exuberante Thomas Mann durante un pasaje de ‘La muerte en Venecia’ (1912).

Una sucinta novela –de modélicas hechuras y perturbador calado– que un servidor rescataría, hace dos décadas, de entre los caudalosos anaqueles de El Cárabo, una extinta librería de lance valenciana en la que, entre otras revelaciones, comencé a pasear por el decadente escenario, errante y crepuscular, que habría de perfilar la antonomásica ruina de un escritor en desequilibrada búsqueda de la belleza inteligible platónica, representada en el hallazgo de un Narciso polaco con el (ya celebérrimo) nombre de Tadzio.

El chico más bello del mundo. Tadzio. Björn Andrésen

Si tan solo unos años antes aventuraba el ocaso de mi adolescencia (universitaria) entre los monitores individuales de la filmoteca salmantina, fascinado por la cinematografía de Fellini y Pasolini, la digestiva lectura del relato de Mann me exhortaría a regresar a Visconti y trazar un rumbo emocional más maduro (o, cuando menos, más documentado) hacia la opulenta arquitectura visual sobre la que se edifica ‘Muerte en Venecia’ (1971).

Una exquisita (y contenida) adaptación en la que el cineasta milanés concitaba con silentes imágenes el complejo orbe de tonalidades etopéyicas que pigmentan la turbadora devoción de Gustav von Aschenbach por el efébico Tadzio, de cuyo rostro apolíneo debía eclosionar un mapa estival de soterradas insinuaciones.

Una caracterización natural que imponía en Visconti una febril búsqueda entre miríadas de púberes por la Europa Septentrional de finales de los años 60 –cuya deriva quedaría compulsada en el cortometraje documental ‘Alla ricerca di Tadzio‘ (‘A la búsqueda de Tadzio’) (1970), y que, finalmente, encarnaría para la acerba posteridad un introspectivo y “estatuario” joven llamado Björn Andrésen, ungido, en palabras del propio director italiano, como “el chico más bello del mundo”.

Un grandilocuente apelativo transmutado en uno de los onerosos lastres que han flagelado la infausta existencia de Andrésen, por la que transitan los cineastas suecos Kristina Lindström y Kristian Petri en documental ‘The Most Beautiful Boy in the World’ (2021), cuyo sobrecogedor metraje forma parte de la undécima edición de Atlàntida Film Fest –disponible en Filmin hasta el 26 de agosto–.

De este modo, Lindström y Petri, amén de sustentar el proemio en el aludido corto sobre el casting de Tadzio, dirigido por el propio Visconti –en el que irrumpe un seráfico y desubicado Andrésen, que debe posar sus pudibundos abriles con el torso desnudo–, radiografían el afligido légamo presente de un enjuto y barbado sexagenario, cuyas cicatrices vitales habrían de comenzar mucho antes de haberle dado réplica (gestual) a Dirk Bogarde.

Porque Andrésen/Tadzio portaba consigo el tenebroso suicidio materno y la contumaz opresión de una abuela que demandaba para su nieto, a costa de contingencias y desmanes, el uniforme de la celebridad que la repercusión internacional de ‘Muerte en Venecia’ habrían de concederle, a caballo entre el ignoto almíbar nocturno de clubes gays de Cannes y la delirante devoción pop del manga japonés, erigiendo a Tadzio/Andrésen en un trastornado personaje/títere al que se le ignoraban todas su ambiciones.

Y asistimos en ‘The Most Beautiful Boy in the World’ a un agreste trayecto de reconciliación personal con un tormentoso pasado henchido de desazones e infortunios, alimentados por el prematuro fallecimiento de su segundo hijo y una consecuente dipsomanía –reconvertida, ahora, en cristiana devoción– con la que sintetizar, de un trago, un acibarado itinerario vital que trasciende aquella efímera y descontenta popularidad otorgada por el celuloide.