Elena Trapé.

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‘Els encantats’, de Elena Trapé
Con Laia Costa, Pep Cruz, Daniel Pérez Prada, Ainara Elejalde y Aina Clotet
108′, España | Coming Soo Films y A Contracorriente Films, 2023
Estreno: 2 de junio de 2023

Asolados por la incertidumbre que proviene de toda quiebra emocional, encaramos el horizonte inmediato con el plúmbeo alquitrán de las desazón que, en ocasiones, imposibilita la partida. Y, sin embargo, “siempre hay un tiempo para marchar, incluso cuando no hay lugar cierto a donde ir”, tal y como escribiera el dramaturgo Tennessee Williams para sintetizar, con la rotundidad lírica de su adagio, la desnortada aflicción de los personajes que habitaron su obra en aquel ingente lodazal al sur del Misisipi.

Un contexto anímico hacia cuyos confines se encamina Irene durante la travesía que Elena Trapé alumbra, como una fisura abierta en canal, en ‘Els encantats‘, tercer largometraje de ficción de la cineasta catalana con el que se hubo granjeado la Biznaga de Plata al mejor guion, junto a Miguel Ibáñez, en el reciente Festival de Málaga –cuyo palmarés ya hubo lacrado en oro mediante la rúbrica audiovisual de ‘Les distàncies’ (2018)–.

Confrontando el duelo

“El momento en el que ella se encuentra ahora es un momento de cambio, en el que tiene que empezar de cero y no encuentra su lugar, porque ese lugar va a ser difícil de encontrar. Ella tiene que asumir que el viaje es justamente ese: el de pasar este duelo, volver a conectar, estar mal y, finalmente, encontrar su sitio”, dilucida Trapé acerca de su protagonista –encarnada por una sobresaliente y fidedigna Laia Costa–, quien debe confrontar la separación temporal de su hija de cuatro años tras una ruptura de pareja que sitúa a Irene frente a la silente ignición de un contexto inexplorado.

“El momento en el que nosotros la conocemos en la película es justo el arranque de ver que estoy en un piso nuevo que no es mi casa, no estoy ya como para ir a tomarme algo como si no pasara nada, porque pasan cosas… Es como no estar a gusto en ningún lugar”.

Un estéril intento de deserción personal

Un grado de opresión con el que orientar los pasos al abrigo consanguíneo de la memoria familiar, que habita, amurallada, sobre el castro pirenaico de Antist, erigido hoy como un sobrecogedor sollozo vacío de corrales y eras en lo alto de la Vall Fosca (Lleida). “El irse a la montaña, al pueblo –donde Irene tiene una casa que es de la familia, recuerdos y para ella eso es hogar–, parece una buena idea, pero por el sitio que es resulta muy difícil que en un lugar así puedas huir de ti mismo”.

Un estéril intento de deserción personal cuyo paisaje introspectivo no procura sino los ecos de una cacofonía taciturna y sicológica que asciende al paso sobrecogedor de su inédita soledad. “El paisaje de la película es un elemento de confrontación para ella, porque realmente es abrumador, la montaña es abrumadora, el silencio es abrumador; y todos los mecanismos que ella intenta activar, para generar ruido y no poder conectar con lo que siente, no funcionan”, revela Elena Trapé.

Tal vez, un ejercicio infructuoso de desconexión que cimenta sobre sus pretensiones de huida hacia adelante –repentina, inmediata y pulsional– el envés inapelable del inquirimiento personal. “Esa es una de las cosas que se activan cuando tú sales de tu zona de confort. El hecho de llevarnos a Irene fuera de su entorno habitual nos permite incidir en esa idea. Porque nosotros, en nuestro día a día, podemos ocultar muchas cosas. Hay mil estrategias y la cotidianeidad no te permite detenerte en nada. Al final, si tú no estás bien, no vas a estar bien en ningún lugar”, reincide la cineasta.

Habitar la fábula entre montañas mágicas
Irene (Laia Costa) le cuenta a Erik (Daniel Pérez Prada) la leyenda mitológica de ‘els encantats’.

Acaso los mimbres de un desasosiego que, tal y como pormenoriza el escritor Pep Coll en ‘Muntanyes maleïdes’ (1993), forma parte del inconsciente colectivo de los habitantes de estos valles, en los “que perdura, todavía hoy, un complejo ancestral de culpabilidad: la consciencia de estar condenados a sobrevivir en unas montañas malditas”, rubrica su autor.

Una antigua arcadia de los Pirineos horadada de fábulas, alegorías y misterios como los que se esconden tras els encantats, diminutas criaturas mitológicas que habitan entre las grietas naturales de las superficies (tan solo visibles cuando salen a tender la ropa) y a los que no conviene acercar la inquietud para no quedar atrapados en su limbo.

“Cuando decidimos que íbamos a situar gran parte de la película en la Vall Fosca, la búsqueda en los libros de Pep [Coll] fue justamente para encontrar algún elemento local que terminase de darle sentido a que todo sucediese allí”, refiere Trapé con motivo del proceso de documentación.

Elena Trapé. Els encantats
Laia Costa, Pep Cruz y Elena Trapé durante el rodaje de ‘Els encantats’. Fotografía cortesía de la Academia de Cine.

“Y cuando encontramos la leyenda de els encantats era perfecto, porque es, realmente, el momento en el que está Irene: un momento de cambio, de no saber hacia dónde ir. Y luego, también, lo que es la grieta como concepto: herida abierta, de vagina, de retorno al útero… Era algo visualmente muy bonito para describir ese conflicto interno desde un lugar poético y que tuviera una conexión con el paisaje”.

“La historia de esas montañas es increíble, al igual que otras zonas que quedaron prácticamente deshabitadas porque la gente no podía vivir del ganado… A mí me impactó mucho, en su momento, cuando el Agustí real me explicó todo esto: muchas de esas familias terminaron trabajando de porteros en la gran ciudad”, recuerda la directora al calor del relato del último de los contumaces sobrevivientes de un lugar condenado a su extinción. Un personaje que asume en el filme la grave y pulmonar prosodia del actor Pep Cruz, instituido para Irene en nexo y razón umbilical con el hogar en mitad de semejante desconcierto.

Una turbación que equilibrar junto a las cuitas sanitarias de Gina (Ainara Elejalde) –una joven que lastra consigo sus propia necesidad de evasión urbanita–, el cosmos de ortodoxia familiar de su amiga Ingrid (Aina Clotet) o los anhelos sentimentales de Erik (Daniel Pérez Prada), quien recala en Antist con sus incólumes ilusiones a cuestas.

Situando la herida maternal en el epicentro

Puntos de fuga de una diégesis que concentra sus ángulos sobre una maternidad cuya herida de ausencia situar en el epicentro del relato y con la que fraguar un ejercicio de conjugación personal. “Con respecto a la pareja hay muchas pistas y mucha narrativa de lo que implica esa ruptura, pero eso establece una nueva vivencia de la maternidad que nadie te ha contado y que realmente puede ser muy dolorosa. Eso es con lo que estoy totalmente vinculada con la historia”, reconoce Elena Trapé.

“Y también con esa presencia de la maternidad que está muy transversalmente en la película, pero que a mí me gusta mucho: esas madres que están en off y que para mí también representan esta cosa, en mi generación, de que el ámbito doméstico es un ámbito femenino y la voz que te ha programado tu día a día, en tu casa, es una voz femenina, que es la de tu madre; que te ha dicho cómo te tienes que hacer la cama, cómo te tienes que asear, cómo se ordena una cocina. Y, con la edad, la vas oyendo más fuerte y te dices: ‘Ostras, está ahí la voz de la madre’”.

Un modo de narrar una experiencia semejante que carece de referencias cinematográficas o que, en cualquier caso, suele habitar en la periferia argumental de numerosas ficciones. “Siento que está, pero no como eje central. Quería resituar este conflicto –que parece pequeño, porque es muy íntimo, no porque no sea importante– y ponerlo en el centro; y que lo que realmente suele estar en el centro esté de satélite alrededor de Irene”.

Porque, a la postre, concluye Elena Trapé, “hay películas maravillosas sobre rupturas, pero a mí lo que me parece fuerte es lo otro, porque la ruptura, en el caso de mi personaje, ya está asimilada. Seguramente, ha sido una asimilación previa a tomar la decisión. Ha sido un año y medio en el que vas haciendo un duelo en paralelo, viendo que con esa persona las cosas no van a salir bien. Las consecuencias y ese tener que volver a encontrar tu lugar, cuando te paras a observarlos, como mucha otras cosas que nos suceden, realmente, te sobrecogen”.

Elena Trapé. Els encantats
La cineasta Elena Trapé, tras la entrevista, en los Cines Verdi de Madrid. Foto: Jose Ramón Alarcón.