Ruben Östlund

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‘El triángulo de la tristeza’, de Ruben Östlund
Reparto: Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly de Leon, Woody Harrelson, Vicki Berlin
149′, coproducción Suecia-Francia-Reino Unido-Alemania, 2022
Palma de Oro en el Festival de Cannes 2022
Nominada a los Óscar 2023 a mejor película, dirección y guion original
Cines Lys de València
Estreno: 17 de febrero de 2023

Ruben Östlund, como los grandes directores, transmite a través de los tópicos de su tiempo una cierta verdad sobre la esencia humana.  Por ello, para comprender el cine de Östlund es necesario alejarse del mundo ideológico del pensamiento posmoderno. Un mundo orientado por las pautas de un capitalismo de consumo y ocio, y por posturas de escepticismo, relativismo y nihilismo hacia toda realidad y todo comportamiento.

Así, el centro fascinante de ‘El triángulo de la tristeza’, la última y galardonada película del director, está en su sátira abyecta hacia el deslumbramiento que produce el dinero y el poder en nuestra sociedad. Dos palabras que guían la delirante ironía que atraviesa la narración del relato, al igual que en su anterior película, ‘The Square’, (2017, Palma de Oro en Cannes). El sentido tutor del director, en ambas películas, consiste en dejar en evidencia la bajeza ética del comportamiento de unos individuos que adoran, únicamente, al becerro de oro.  

Woody Harrelson, en un fotograma de ‘El triángulo de la tristeza’, de Ruben Östlund.

La trama de ‘El triángulo de la tristeza’ se despliega para traducir cinematográficamente el contenido de la frase de Karl Marx: “La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”, aforismo exclamado –junto a otras frases de Marx y diversos autores– por uno de los personajes principales (el capitán del yate, interpretado de manera brillante por Woody Harrelson) a medida que se desarrolla una de las secuencias más soberbias de la película, por su alto grado de humor negro y de textura de fecal inmundicia. 

Para ello, Ruben Östlund divide su historia en tres partes, siguiendo la estructura clásica de introducción, desarrollo y desenlace: ‘Yaya y Carl’, ‘El yate’ y ‘La isla’. Tres partes enlazadas por los personajes protagonistas, Yaya (Charlbi Dean) y Carl (Harris Dickinson).

Charlbi Dean y Harris Dickinson, en un fotograma de ‘El triángulo de la tristeza’, de Ruben Östlund.

La primera parte (‘Yaya y Carl’) nos presenta, por tanto, a la pareja protagonista que da nombre al capítulo: dos modelos e influencers que serán invitados a un crucero, en un yate de lujo propiedad del millonario ruso Dimitry (Zlatko Buric).   

Una pareja en la que, tras sus apolíneos cuerpos, aflora un conflicto respecto a sus deseos y posiciones masculinas y femeninas; conflicto que no debe dejar huella en el rostro, en concreto, en su entrecejo, en el denominado triángulo de la tristeza –de ahí el título de la película-. 

Fotograma de ‘El triángulo de la tristeza’, de Ruben Östlund.

La segunda (‘El yate’) es la parte más extravagante, tanto visual como narrativamente, y nos sitúa en el interior de una lujosa embarcación donde los pasajeros, excesivamente ricos, además de jactarse obscena y cínicamente de cómo han conseguido su riqueza, despliegan un despotismo naíf por su simpleza y capricho pérfido hacia los miembros de la tripulación.

En esta parte, todo el hacer fílmico se arrebata para destapar la podredumbre, la fatuidad y la inmundicia que la riqueza de estos personajes intenta cubrir, de forma que la cámara de Östlund acabará desvelando de manera irónicamente despiadada los cuerpos abyectos de esta casta de ricos. 

Y el tercer y último capítulo (‘La isla’) se desarrolla en un islote al que acabando llegando varios de los pasajeros y miembros de la tripulación del crucero que han sobrevivido al hundimiento del yate. Allí, todo se torna: la riqueza y los objetos de ostentoso valor monetario no sirven para sobrevivir en medio de esa isla desierta; solo el saber pescar y hacer un fuego tendrán valor.  

Un saber que solo posee uno de los miembros de la tripulación, Abigail (Dolly de Leon), que se proclama en capitana del grupo y quien marcará, al igual que lo hicieran antes los pasajeros ricos, las normas a su libre albedrío. Un comportamiento, la de esta nueva capitana, que muestra, de manera metafórica, la idea que inspiró a Ruben Östlund para crear la historia, tal y como ha declarado en varias entrevistas: “La película se inspira en las teorías marxistas que dicen que nuestra jerarquía financiera cambia nuestro comportamiento”. 

Ahora bien, ‘El triángulo de la tristeza’ va más allá de ser una crítica al capitalismo devastador y la clase privilegiada de multimillonarios, puesto que la película exhibe sin reparos el deslumbramiento por el poder y el dinero que habita en todos los personajes, sin diferencia de clase social, de sexo-género y de raza.  

La mirada de Ruben Östlund –alejándose de la obviedad que suscita esa crítica al capitalismo– revela sin compasión la bajeza humana y la decadencia de valores de nuestro tiempo, a través de unos personajes trazados de manera grotesca, miserable y caricaturesca.