Tomas Alfredson. Premio Luna de Valencia

Festival Internacional de Cine de Valencia Cinema Jove

Del 21 al 28 de junio

Fotograma de Déjame entrar, de Tomas Alfredson. Cinema Jove
Fotograma de Déjame entrar, de Tomas Alfredson. Cinema Jove

El cine de Tomas Alfredson no entiende de géneros, a pesar de tocarlos casi todos. Como tampoco entiende de política, si entendemos por ella ese cuerpo a cuerpo directo con los acontecimientos desde posiciones herméticas. Al director sueco le interesan las emociones y, para llegar a ellas, hay que prescindir de moldes, etiquetas, puños cerrados o palmas abiertas. El propio Alfredson lo apuntó, al intentar explicar el terror fantástico de su película Let the right one in (Déjame entrar): “Igual que en la mecánica del striptease, una mujer que sale directamente desnuda tiene menos interés que imaginar lo que hay detrás de su ropa”. Mejor, imposible. Sus películas, si provocan miedo, suspense o, en definitiva, emoción, se debe más a esa mecánica del striptease que al porno visual que nos invade.

Un poco antes de que Cinema Jove presentara en el Hotel Astoria al Premio Luna de Valencia, los guionistas debatían en la SGAE sobre su dramática situación. Y, entre otras cosas, el productor Sergio Castellote decía precisamente que el cine de terror había pegado “un bajón brutal” por las temáticas “excesivamente retorcidas”. Los cuerpos despedazados y la sangre a borbotones han llegado a cansar. Por eso Alfredson, al margen del supuesto terror de Déjame entrar, emociona: porque sugiere lo que el espectador debe completar con su inquisitiva mirada. Así lo explicó el propio director sueco: “El miedo está en las cosas que no muestras, dejando al público que rellene los huecos”.

Imagen de El topo, de Tomas Afredson. Festival Internacional de Cine de Valencia Cinema Jove
Imagen de El topo, de Tomas Afredson. Festival Internacional de Cine de Valencia Cinema Jove

Sus películas están plagadas de esos momentos, de ese striptease cinematográfico que atrapa la mirada de un espectador magnetizado por la cadencia con que cae la nieve, la sutil geometría de los edificios o esos rostros a punto de revelar un íntimo secreto. “Es más fácil mostrar ríos de sangre, al igual que a un hambriento mostrarle un festín, que describir con palabras el ansiado filete de carne”. El director de Tinker tailor soldier spy (El topo) huye como de la peste de tanta explicitud visual. “Hacer películas es algo más sutil que reflejar acontecimientos de actualidad”. Hacer películas es preguntarse “con qué elementos activar la imaginación del espectador”.

Y los elementos con que cuenta Tomas Alfredson en sus películas no tienen nada que ver con el propio cine, sino con ”olores, sabores o canciones”. Sin ir más lejos, el tema La mer con el que Julio Iglesias clausura El topo, o “el olor del tweed  o lana británica mojada” que Alfredson dice haber querido recrear en esta misma película. Atmósferas, sensaciones, encuentros velados, en el interior de una arquitectura igualmente destinada a mostrar por fuera, lo que dentro no termina de cuadrar. “La arquitectura me emociona personalmente, porque es con lo que se relaciona la gente”. Por eso tan importante como el encuadre es “lo que queda fuera”.

Imagen de Déjame entrar, de Tomas Alfredson. Cinema Jove
Imagen de Déjame entrar, de Tomas Alfredson. Cinema Jove

Lo mismo sucede con un tema tan explícito en Déjame entrar como es el acoso escolar. En lugar de quedarse con la explicitud social del problema, y su envoltorio de terror fantástico, Alfredson nos sitúa, de nuevo, en el complejo y misterioso terreno de las emociones. “La sensación de soledad, de no pertenencia a un grupo, es universal”. Al igual que el acoso escolar tiene “muchas caras” y puede darse ya de adulto “en el trabajo o cuando no te habla alguien o te ignoran”. Por eso su aproximación a los géneros, de cuyo etiquetado huye porque “no es mi trabajo”, no es “intelectual, sino emocional”. Como también huye de dar explicaciones del remake que Matt Reeves ha hecho de Déjame entrar. “La industria del cine es tan añeja, que se ha vuelto un poco antropófaga: se nutre de sí misma”.

Y puestos a hablar de emociones, Alfredson no duda en calificar de “ídolo” al compositor Alberto Iglesias, con el que trabajó en El topo, y con el que estaría “encantado” de volver a trabajar. El striptease del Premio Luna de Valencia también alcanzó al mismísimo Ingmar Bergman, retratista de “la burguesía de su época”, y a John Le Carré, “persona cálida y de un humor desbordante”. Su mirada inteligente, apenas disimulada con unas gafas de pasta, dejó entrever más cosas. Todas ellas al alcance de un espectador avezado en la mecánica del striptease con que construye cada una de sus películas.

Fotograma de Déjame entrar, de Tomas Alfredson. Festival Internacional de Cine de Valencia Cinema Jove
Fotograma de Déjame entrar, de Tomas Alfredson. Festival Internacional de Cine de Valencia Cinema Jove

 

Salva Torres