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Ensayos sobre lo cutre. Lecturas del archivo Miguel Benlloch
Comisariado: Alejandro Simón, Joaquín Vázquez y Mar Villaespesa
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
C / Guillem de Castro, 118. València
Del 11 de noviembre de 2021 al 1 de mayo de 2022
Según la Real Academia Española de la lengua, cutre es lo pobre, descuidado, sucio o de mala calidad. Y, precisamente, por Real y por Academia, Miguel Benlloch (Loja, 1954 – Sevilla, 2018) a buen seguro que decidió convertir lo cutre en estandarte de su práctica artística, como forma de salirse del redil institucional, para reivindicar toda esa suciedad acumulada en las buenas maneras. Que el IVAM acoja tamaña disidencia no deja de ser una de las tantas paradojas que rodean el trabajo de Benlloch.
El titulo mismo de la exposición, ‘Ensayos sobre lo cutre. Lecturas del archivo Miguel Benlloch’, contiene ya una de esas paradojas, tal y como señaló el propio Joaquín Vázquez, comisario junto a Alejandro Simón y Mar Villaespesa de la muestra que hasta el 1 de mayo acoge el instituto valenciano: “Es un oxímoron al contener la palabra ensayo asociada a la alta cultura con lo cutre de la baja cultura”. Al igual que resulta paradójico ligar el arte y la política (“fue un activista antipatriarcal y anticapitalista”, Vázquez), si tenemos en cuenta que el arte es la actividad libre por excelencia, frente a la política que exige la defensa a ultranza de determinados postulados ideológicos.
Paradoja esta que, sin embargo, aparece matizada por lo que luego explicó Simón: “Los paradigmas del arte no son aplicables a su obra”. Como tampoco lo son los derivados de su pensamiento político, a través del cual empieza a ensayar con el cuerpo y la voz, ambos asociados a la identidad móvil por él preconizada: “La identidad que nos conforma solemos pensarla como algo estático, sin embargo, nace del conflicto del pensamiento que tenemos de nosotros”, según se recoge en el texto ‘Afuera del sexo’ que aparece en el catálogo de la exposición.
Otra paradoja queda reflejada en el propio hecho de que una institución como el IVAM acoja las performances, obras, textos y documentos del archivo de Benlloch, cuya práctica artística se mantenía ajena a la oficialidad de la que rehuía. La propia Nuria Enguita, directora del museo valenciano, lo reconoció: “El museo es normativo, pero también puede provocar encuentros”.
En el catálogo, Enguita se explaya sobre este asunto: “Envidia la institución a los artistas. Así es. Porque pueden los artistas, si lo son, y este sería el caso, ensayar una cercanía que el museo no puede…Y eso, aunque el museo se sueñe rebelde y quiera ser popular…Y quiera ser de todos. Pero no le es fácil, es institución, o sea orden social, estructura, norma, casi ley, burocracia. Y el arte ya no”.
De manera que el IVAM, reconociendo su condición institucional contraria a la disolución de lo normativo que caracteriza el trabajo de Benlloch, lo que hace es ejercer de “ventrílocuo o médium” (Enguita) para favorecer ese encuentro entre voces dispares, puesto que la exposición también muestra obras creadas por Julio Jara, Equipo Re, Guille Mongan, Álvaro Romero, María Salgado y Fran MM Cabeza de Vaca, en interlocución con las de Miguel Benlloch.
“La identidad pensada como un todo para siempre nos ancla, aísla y separa, imposibilitando nuevas formas de afrontar nuestra vida. Trabajo sobre ella en los intersticios de su propio devenir…Intersticios donde la identidad se abre posibilitando nuevas formas de concebirse, de afrontar lo colectivo desde la individualidad que nos es propia”, dice el artista en el mencionado ‘Afuera el sexo’.
En esos intersticios habría que colocar igualmente al resto de términos asociados al poder de la sociedad heteropatriarcal, porque si la identidad es móvil, lo debería de ser para todas las identidades, incluidas las que se dan por hecho como algo, ahora sí, estático y cerrado. He ahí otra de las paradojas que, como buen artista, aflora en su obra performativa. “Pone en evidencia la precariedad de los términos asociados al género”, señaló Simón.
Su mirada crítica a la identidad, que pasa por “el cuerpo y una escritura que aparece en forma de acción, fotografía, libro, pregón, discurso o pancarta”, apuntan los comisarios, se inscribe en su obra como una manera de entender el arte ligado a la propia existencia: “Pone la vida en el centro de todo”. “Desentrañar la acumulación originaria desde donde se establece la definición de nuestros deseos, me instala en un afuera que abre nuevas formas de ser”, explica el artista.
Apertura de miras que, sigue diciendo Benlloch, “nos ayudan a vivir un yo que quiebre la normatividad de nuestra vida, y se abre a la interrogación placentera de estar en sintonía con una experiencia de vida que se piensa en relación, y en no sometimiento, al deseo establecido por la norma”.
Miguel Benlloch se vale del espíritu carnavalesco que pone el mundo al revés, para vehiculizarlo a través del ‘Cutre Chou’ por él creado, a fin de remover las estructuras anquilosadas, entre ellas el propio marxismo del que se nutrió en sus comienzos. El ‘Cutre Chou’, como subraya Simón, ponía “en solfa los tonos, gestos, lenguajes y cuerpos que habían dominado la escena hasta entonces”. Un bullicio, dirá Benlloch, que transformaba “el dogma de agitadores marxistas leninistas” en “espectáculo de agitación carnavalesca”.
Toda esa agitación es la evocada en la Galería 3 del IVAM, en una muestra coordinada por Sandra Moros, agitación que parece querer ampliar las costuras del museo para que salga hacia la calle. “Es una crítica a las identidades cerradas, incluida la sexual”, resaltó Enguita. “Lo queer se ha entendido siempre como insulto grave y lo que hace Benlloch es reivindicar ese insulto, asociado también a lo cutre, como lugar de libertad”.
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