‘Blackwood’, de Rodrigo Cortés
Entrevista con el director con motivo del próximo estreno de su más reciente película
Cines Kinépolis Valencia
Avenida Tomás y Valiente, s/n. Paterna (Valencia)
Estreno en España: viernes 3 de agosto de 2018

“No hay forma, una vez vista ‘Blackwood’, de relacionarla con las sagas juveniles recientes que todos tenemos en la cabeza, sino con esa época en que el género se tomaba en serio a sí mismo”

Efectivamente, ‘Blackwood’ nos ha generado esta impresión que su director se encarga de verbalizar. Rodrigo Cortés (Pazos Hermos, Orense, 1973) estrena su cuarto largometraje, después de los impactantes ‘Concursante’, ‘Buried’ y ‘Luces rojas’. Y, si en películas anteriores contaba con estrellas como Ryan Reynolds, Robert De Niro, Sigourney Weaver o Cillian Murphy, en esta ocasión su cómplice es Uma Thurman.

Rodrigo Cortés es uno de los cineastas más admirados por quien escribe: capaz de reconocer abiertamente a una periodista que no tiene una opinión formada sobre un tema en concreto y, ante el asombro de quien pregunta por tan inusitada sinceridad, insistir en que no se puede tener opinión formada sobre todo; y, a la vez y sin asomo de vanidad por ello, se trata de una persona con riquísima formación artística y cultural, bien documentado sobre las cuestiones de las que habla o trata y con una capacidad para la comunicación y la divulgación envidiable. Es también un notable escritor, tanto en artículos publicados en prensa como en otras publicaciones, como la de su novela ‘Sí importa el modo en que un hombre se hunde’. Conversamos tras el preestreno auspiciado en Kinépolis Valencia por el Festival Antonio Ferrandis de Paterna.

Rodrigo Cortés. MAKMA

RODRIGO CORTÉS (RC): Es una película con trampa de forma literal: parece que va a ser la película del cartel, pero tiene agazapada otra película dentro. Uno empieza a verla pensando que va a ver una película aventurera del tipo ‘Los Cinco’, de Enid Blyton -o ‘Las Cinco’, en este caso-, viviendo algún tipo de intriga en una casa grande. Pero, poco a poco, de esta primera película emerge otra, que empieza a devorar a la primera, que empieza a oscurecerla y a llevarla a terrenos infinitamente más perturbadores. Si alguien hiciera pause sobre las niñas en el minuto doce de esta película para acercarse a revelar al oído del espectador cómo va a acabar cada una de ellas, no habría manera de anticipar el modo en que tal cosa es posible, cómo esta película puede acabar convertida en la otra. Por esto que no hay forma, una vez vista, de relacionarla con las sagas juveniles recientes que todos tenemos en la cabeza, sino con esa época en que el género se tomaba en serio a sí mismo y trataba aspectos dramáticos fundamentales a través de intérpretes de primera clase. Las referencias para hacer esta película tienen mucho más que ver con cineastas como (Roman) Polanski, como (Nicholas) Roeg, como (Peter) Weir que con esos otros nombres que todos podemos invocar sin necesidad de que lo haga yo.

RAFAEL MALUENDA (RM): -‘Blackwood’, como todas tus películas, está sumida en una atmósfera opresiva. Los personajes tienen que pugnar por deshacerse de cuanto constriñe sus vidas como un mecanismo hermético. Salí de ver ‘Concursante’ con la sensación de estar inmerso en una trampa. Igualmente ocurre con ‘Buried’, restringidos protagonista y espectadores a las dimensiones de un ataúd; ‘Luces rojas’ presenta un espacio mental absolutamente claustrofóbico. También asocio rimas entre tus películas, como el pájaro que se estrella contra el cristal en Blackwood’, que también está en ‘Luces rojas’… Incluso si pensamos en un corto como ’15 días’, ya había en él un planteamiento temporal que obligaba al protagonista a estar pendiente de mantener un equilibrio para que no se desorganizara su original sistema de vida, aun cuando el tono derive hacia la comedia.

RC: Me alegra que me cuentes esto, porque he luchado lo indecible para que ésta fuera mi cuarta película, y no mi primera película de estudio. Aunque no soy muy consciente de ello, es más, trato de pensar lo menos posible en ello, incluso para mí es fácil percibir que me gustan los personajes sometidos a fuerzas superiores a ellos, fuerzas que zarandean sus vidas y los obligan a despertar de alguna manera, a veces de forma notablemente dolorosa y a veces de forma directamente inútil, porque reaccionan demasiado tarde, o no son capaces de aprovechar las lecciones que reciben.

El creador se expresa, opina, a través del estilo. Las opiniones políticas o ideológicas de un creador sobre la situación social del mundo son tan perfectamente prescindibles como las de cualquiera, absolutamente mediocres y generalmente convencionales. Pero, de algún modo, el mundo interno del creador se filtra en su obra a través de decisiones estilísticas que transmiten al espectador una oleada sensorial: una aportación mayor que un razonamiento, que muchas veces tiene mucho más valor que una formulación intelectual.

Rodrigo Cortés dirige a Uma Thurman en el rodaje de 'Blackwood'.
Rodrigo Cortés dirige a Uma Thurman en el rodaje de ‘Blackwood’.

RM: Es precisamente el estilo la gran baza de ‘Blackwood’ para dar verosimilitud a cuanto ocurre.

RC: Siempre ha sido muy importante para mí la generación de atmósferas físicas y tangibles, estableciendo las normas reales y físicas de un universo propio. Dirigir significa literalmente dirigir, es decir, marcar la dirección: la dirección de la luz, del sonido, de la música… Cuando todos estos componentes se alinean en el mismo sentido es cuando se consigue eso que llamamos atmósfera, que es difícil de definir, pero es fácil de percibir, y que crea un mundo tangible que hace de inmediato verosímil todo aquello que ocurre en la trama, porque establece las normas reales y físicas de un universo propio.

RM: Esa fisicidad es muy evidente en ‘Blackwood’, especialmente en algunos momentos…

RC: Intento que haya una aproximación muy física a cualquier cosa que suceda. Este adjetivo –“físico”– es muy importante a la hora de abordar mi narración, porque trato de que haya una aproximación muy física a cualquier cosa que suceda; incluso si hablamos del otro lado, hablamos también de una manifestación muy física y tangible. Cuando alguien sale de ver ‘Buried’, quiero que salga buscando oxígeno, sudando, sacudiéndose la tierra de encima…

RM (Riendo): No sé cuántas patadas di a la butaca de delante…

RC (Riendo): Efectivamente, de eso se trata. Y con ‘Blackwood’ quiero que el espectador sienta que la atmósfera se va haciendo progresivamente más pegajosa, que la mansión evoluciona, vive, se oscurece y va mostrando tentáculos que no se veían inicialmente; he buscado que la oscuridad sea real, que si el protagonista no está seguro de haber visto una silueta en la sombra, el espectador tampoco lo esté, y si los protagonistas atraviesan una casa en llamas, también lo haga el espectador, sometido a condiciones muy físicas que son las que se vivieron realmente en el rodaje, porque usamos siempre fuego real para permitir que el espectador salga de allí, si no chamuscado, sí, al menos, extenuado.

RM: No firmas el guión de ‘Blackwood’ y, no obstante, debe de haber todo un trabajo orientado a plasmar tu visión de la historia…

RC: Cuando un estudio busca un director con quien de verdad quiera trabajar nunca le ofrece un guión acabado, no funciona así. Es más bien un borrador seminal simplemente para ver si el director reacciona de manera profunda con las premisas de esa historia. Si es así, llega una fase de conversaciones –en mi caso larga–, porque quiero asegurarme de que queda claro hacia dónde quiero llevar la película, para que nadie nos engañemos; porque, cuando se inicia una relación con un estudio, se parece mucho a una relación amorosa: nos inventamos al otro, y cada una de sus declaraciones, por vaga que sea, se convierte en la confirmación exacta de nuestros deseos, aun cuando no sea así; pensar de esa manera te aboca a la segura frustración meses después. De modo que me aseguro de que todos tenemos claro que mi intención no es hacer una película en la línea de las sagas juveniles que todos tenemos en la cabeza e invoco, de forma muy específica, los nombres de los cineastas que te he mencionado antes. Y si todos estamos en la misma página y seguimos adelante, se inicia la fase de desarrollo: se llama a un guionista –en este caso Chris Sparling– con quien desarrollo el guión a partir de ese momento, tratando de hacer emerger el subtexto que percibo en la historia, para que se convierta en una reflexión sobre el arte como laguna profundísima, muy oscura, creadora y también destructiva; una reflexión sobre la genialidad, del talento como elementos igualmente erosionadores, que a veces se viven como maldición, y que si no se sostienen en el esfuerzo y el sacrificio acaban exigiendo un precio que, por lo general, es uno mismo. Y eso es lo que va dibujando la historia, alejándola del borrador original y, desde luego, de la novela original, que era una novela juvenil de hace cuarenta años  –que hoy sería una película infantil– y que sufre una radical transformación de tono.

RM: Entre esas claves que contraponen tu película a una de esas sagas para adolescentes está, como decías, el tema de la responsabilidad. En ‘Blackwood’ hay una doble exigencia sobre las chicas: una externa, por parte del personaje de Madame Duret, y otra externa a ellas, que es la que a la postre podría salvarlas. También presentas el arte como resultado del sufrimiento, quizá hasta de disfunciones mentales…

RC: Como decías antes, nunca impongo una tesis, pero sí hay ecos que acaban resonando dentro de cada uno, dialogando consigo mismo, y haciéndole pensar en su relación con las cosas, incluido el arte. Y mi visión sobre el arte es muy matérica; admiro mucho el cine de (Michael) Powell y (Emeric) Pressburger, que hacían películas de gran penetración popular, a veces basadas directamente sobre cuentos populares, pero a través de las cuales se expresa su sensibilidad humanística sobre las cosas, su conocimiento sobre el alma humana y sobre la arquitectura, y sobre la pintura, y sobre la música; y ves en ellas cómo se crea un mundo desde cero para que cada peldaño signifique algo, y cada color y cada tela.

Los cineastas Michael Powell y Emeric Pressburger.
Los cineastas Michael Powell y Emeric Pressburger.

Mi carrera es Historia del Arte y, de alguna manera, mi acercamiento físico –no lírico– a ese fenómeno se filtra en la película: la pintura es una masa oleaginosa, aún húmeda, que burbujea cuando arde el lienzo; la poesía surge del dolor en gran medida. Estudié la carrera de piano, y recuerdo muy bien cómo aquel teclado era inabarcable, de una extensión infinita, y cómo cada año esa extensión se iba reduciendo conforme uno iba domesticándolo, muchas veces a través del dolor y del esfuerzo. Y, en ese sentido, en la película percibimos una aproximación muy física al instrumento: cómo la yema golpea la tecla, cómo al apretar el pedal se oye el retumbo en la caja de resonancia, hasta que fieltro vuelve a cortar los armónicos al interponerse entre los macillos y las cuerdas. Todo eso proviene de tu experiencia y ayuda a dar verosimilitud y fisicidad al arte y a hablar del verdadero precio de abordarlo, que no tiene que ver con las definiciones, una vez más, poéticas.

RM: A propósito, he tenido la impresión en ‘Blackwood’ de que la música impulsa rítmicamente la sucesión de imágenes. Precisamente, Michael Powell otorgaba un papel tan determinante a la música que declaraba no ponerse a escribir el guión hasta haber dado con el ritmo –en el sentido musical del término– y hasta tener clara la música; formula el concepto de composed film. Esto, que quizá sea más evidente en películas como ‘Las zapatillas rojas’ o en ‘Los cuentos de Hoffmann’, otorga a las secuencias finales de ‘Narciso negro’ toda esa fuerza hacia un desenlace fatal…

RC: Un epíteto como ése, composed film, responde necesariamente a una reflexión personal fruto de la experiencia y de la autoobservación, y no puede, por tanto, ser exportable ni importable sin más. Pero, como espectador  asombrado del cine de The Archers (1), reconozco en él un concepto que atiende tanto a lo rítmico como a lo sensorial. Su cine es sensual, rítmico, plástico; también sabio, dialoga con la historia del arte sin presunción. Y sirve a un ritmo interno que debe encontrarse antes para determinar la posterior “composición” (uso la palabra ritmo de forma muy amplia). Hay películas que, de algún modo, son también sinfonías, de forma obvia o no. Al escribir, al planificar, al rodar, al montar, el ritmo interno lo es todo, el ritmo entendido como cadencia interna, pero también como vertebrador de la narración. El ritmo como gestor de la atención. Y también el ritmo de los colores, la caligrafía de la cámara, la armonía o agresividad de la luz. Usamos a menudo la palabra tono, que en su sentido musical es más esclarecedor que en el convencional. Primero se determina, literalmente, un tono: una tonalidad, un armazón armónico. Luego, un tempo inicial, que a menudo es variable. Y de ahí emerge la música de forma natural.

Me llama la atención que menciones ‘Narciso negro’, porque es una de las películas que le pedí a Uma Thurman que viera antes de empezar rodar. Además, porque la casa entera está construida en plató…

Fotograma de 'Narciso negro' (1947), de Michael Powell y Emeric Pressburger.
Fotograma de ‘Narciso negro’ (1947), de Michael Powell y Emeric Pressburger.

RM: ¡Como el monasterio de ‘Narciso negro’ y su entorno, y luego personas que conocían La India escribían a Powell diciéndole que sabían exactamente dónde había rodado, porque reconocían el paisaje! (reímos). Vaya, pues es interesante pensar en Madame Duret como una suerte de Hermana Clodagh a cargo de que su monasterio dé los frutos requeridos… Powell y Pressburger son de esos directores que, habitualmente, los críticos olvidan al elaborar sus famosas listas de “películas para la eternidad”, aun cuando su cine revela a dos enormes cineastas casi siempre en estado de gracia, con una comprensión global de cuantos elementos se implican en la elaboración de una película y con un sentido privilegiado de sus posibilidades artísticas. Quizá es que hay que ser cineasta para apreciarlos en cuanto valen, como ocurre en tu caso, y también en los casos de (Martin) Scorsese o de (Francis Ford) Coppola, dos apasionados de su cine.

RC: Es verdad que el cine, de algún modo, es el arte narrativo definitivo, porque concita y reúne las demás disciplinas. Toma elementos de la literatura, toma elementos de la dramaturgia, toma la plástica de la pintura, el ritmo de la música, que se expresa también a través del montaje en su sentido más rítmico, y se convierte en esa herramienta con gran penetración inconsciente, que muchas veces no es el arma idónea para la profundización y que, sin embargo, es muy poderosa para la siembra de semillas que deben fructificar a posteriori.

Y esa sensibilidad de Powell y Pressburger, o la de un contemporáneo suyo como David Lean, que después transitaría otros territorios, es ejemplar en ese sentido, porque sus historias, de alguna manera, de forma inadvertida, se absorben sensorialmente a través del ritmo del corte o de la elección cromática de algunos elementos, o de la utilización del sonido en sus películas, que en David Lean es absolutamente protagónico, pero del que jamás se habla. Hay un momento en que el espectador, sin darse cuenta, a través de sus músculos, sus huesos, sus ojos y sus oídos absorbe información que tiene el mismo carácter que la racional, pero una penetración mucho más poderosa por saltarse ese volante del cerebro.

RM: A menudo, en un campo como el cinematográfico, en el que la imagen toma una posición preponderante, los directores olvidan esa fuerza del sonido. Incluso a veces ocurre que en algunas películas se ha contado algo mediante una situación en off –construida a través del sonido– y he experimentado casos en los que algunos espectadores creen haber visto aquello que no se ha mostrado jamás.

RC: Eso me sucedía, por ejemplo, con ‘Buried’. Había gente que generaba recuerdos concretos de lo que pasaba fuera del ataúd, y que recordaba el vehículo que recorría el desierto en su búsqueda, el equipo médico que lo desenterraba en un momento dado, antes de que se revelara todo como una alucinación, o los personajes con los que Paul Conroy hablaba. El cerebro ocupa los huecos, hace atajos, asume cosas, y si consigues que la gente viva la historia de forma emocional, la fuerza de esa emoción se comunica con el resto de sentidos generando recuerdos concretos.

Rodrigo Cortés dirige a Ryan Reynolds en el rodaje de 'Buried'.
Rodrigo Cortés dirige a Ryan Reynolds en el rodaje de ‘Buried’.

RM: No sabía que te había ocurrido en ‘Buried’. Hay algo común a ‘Luces rojas’ y a ‘Blackwood’, en el sentido de cómo articulas la historia a partir de espacios mentales, a partir de cuestiones que ocurren, o parece que pueden estar ocurriendo en la cabeza de los personajes, aun en modos distintos. Encuentro rimas y paralelismos en este terreno.

RC: En el fondo es una lección aprendida de (Alfred) Hitchcock, de quien hay muchas enseñanzas que extraer, más allá del manejo de la tensión o de la anticipación. Esa lección tiene que ver con el manejo sagrado del punto de vista. Si consigues plantear de manera absolutamente rigurosa, casi ética, el manejo del punto de vista, puedes introducir a la gente en un cerebro, ya que sensorialmente va a absorber cualquier estímulo desde un lugar muy concreto, que necesariamente va a ubicarlo en ese mismo lugar y le va a permitir experimentar emociones, reacciones y preocupaciones muy concretas. Si a eso añades una preocupación muy profunda por crear atmósferas tangibles, acabarás por introducir al espectador en un mundo muy concreto del que saldrá necesariamente agotado.

RM: Como debe ser, ¿no? (Río)

RC (Ríe): ¡Como debe ser!

RM: Ya que hablas de Hitchcock, quizá encontremos también en ‘Blackwood’ conexiones con ‘Rebecca’: el ama de llaves, la custodia del fantasma que habita la mansión…  Quizá podemos establecer un hilo que, como en el caso de la mitología, va cruzando determinadas obras en el tiempo, estableciendo una serie de rimas absolutamente consecuentes…

RC: … E inevitables cuando respetas una tradición o cuando tu formación se debe a horas y horas con los grandes maestros. Ni siquiera búsquedas de referencias antiguas o pretendidamente nobles y prestigiadas, sino también el cine de (John) Carpenter, que mantenía un respeto por el punto de vista igualmente reverencial; o el manejo de las atmósferas y de los silencios mucho más profundo de lo que durante muchos años se ha reconocido del cine de (M. Night) Shyamalan, por ejemplo. Inevitablemente, eres, como dicen los nutricionistas, lo que comes (reímos), y lo interesante, no obstante, es no plasmarlo en forma de fotocopia, o como homenaje autoconsciente de réplica de planos concretos, sino simplemente como resultado de la digestión y del procesado personal de una serie de lecciones.

RM: Mencionabas antes también a Weir, y viendo ‘Blackwood’ he pensado en ‘Picnic en Hanging Rock’…

RC (Ríe): Yo también pensé en ‘Picnic en Hanging Rock’, una de mis películas predilectas… No son malas referencias, ¿verdad?

El director Rodrigo Cortés durante un instante de la entrevista con Rafael Maluenda. @insideofjamrock
El director Rodrigo Cortés durante un instante de la entrevista con Rafael Maluenda. @insideofjamrock

RM: En todas estas películas hay un peso evidente de la composición, de cuestiones plásticas que forman parte indisociable de la historia que cuentan. A la hora de la escritura, ¿en el guión incluyes cómo se articula la imagen y las cuestiones plásticas, o prefieres que en él sólo esté estrictamente la acción?

RC: Depende. Cuando tengo el control de la producción sí que especifico muchas cosas que van más allá de lo técnico y que atienden más bien a lo narrativo. Cuando otros van a hacer la  evaluación del guión, sobre todo si tienen capacidad decisoria, prefiero eliminar esas referencias que muchas veces entorpecen la lectura; e incluso, a veces, mantengo determinadas réplicas que sé que luego en el rodaje voy a sustituir por una mirada, o por un contexto que va a dar la suficiente información como para poder eliminar respuestas que serían subrayados o que serían enunciaciones literales de cosas que deben percibirse y no escucharse en un diálogo.

RM: Hablaba al principio de similitudes y visión común en varios aspectos clave de tus películas, aun cuando unas han partido de ti y otras se te han ofrecido. Entiendo que, cuando te planteas si aceptar o no un nuevo proyecto, con el que al fin y al cabo vas a convivir durante mucho tiempo, no estés necesariamente buscando que tenga que ver con tus películas anteriores; pero pienso que quizá se establece una coherencia natural en la elección, dado que inevitablemente los temas, o los planteamientos, o los enfoques narrativos que te puedan interesar, van contigo por más que entre la producción de unas y otras pueda pasar mucho tiempo y las hagas en momentos muy distintos de tu vida.

RC: La forma en que se enfocan las elecciones muchas veces parte de una interpretación lineal que no tiene mucho que ver con la realidad. La razón por la que a veces se hacen unas  películas y no otras, o porqué unas películas se hacen antes que otras, puede tener que ver con cosas tan pedestres como que un actor se rompe una pierna y pierde el espacio temporal en el que podía hacerse la película, y al caerse el actor cae la financiación; y puede suceder exactamente lo contrario, como que al romperse la pierna el actor de una película ésta se pospone y otro de ellos queda libre y levanta, entonces, un proyecto que iba a ser el tercero del director y ahora, de repente, pasa a ser el primero de la lista.

Cuando arrancó la preproducción de ‘Blackwood’ estaba trabajando en tres proyectos en paralelo, con consideraciones completamente distintas: uno de ellos, una historia absolutamente personal, original; otro, una adaptación personal de una novela, y el tercero de ellos era ‘Blackwood’. Siendo los tres absolutamente diferentes, respondiendo a géneros diferentes y con presupuestos distintos, inevitablemente tienen que resonar con lo que es uno, si uno ha de sentirse interesado por ellos; por eso es normal que el exégeta, o el crítico, pueda encontrar elementos comunes en las decisiones, ya que responde a tu mundo interno. También es verdad que en otras ocasiones se buscan esas rimas y esas líneas de continuidad de forma más bien perezosa y atendiendo a elementos externos perfectamente contingentes y despreciables, pero las coincidencias comunes también existen y son inevitables. En mi opinión, cuando un director hace diez películas y no se parecen nada entre sí es una mala noticia.

RM (Río): En ese caso podemos quizá estar ante un director, pero no ante un cineasta…

RC (Ríe): Es paradójico: a priori daría la impresión de tratarse de una virtud… Sin embargo, si pensamos en los más grandes directores, ya se trate de Hitchcock, de (John) Ford, de (Luis) Buñuel, o  de (Federico) Fellini, generalmente bastan cinco minutos para reconocer en sus películas un universo personal, aunque éstas sean entre sí radicalmente distintas.

RM: A propósito de esta cuestión, una de mis lecturas predilectas es el ‘Discurso sobre el estilo’ (2), del Conde de Buffon, en el que expone que “el estilo es el hombre mismo”.

RC: No he leído ese texto, que rescataré de inmediato. Pero creo que la obra de cualquier creador que esté dispuesto a dejarse cosas de sí mismo en el camino creativo acaba siendo, de forma inevitable, la expresión de sí mismo.

Notas:

1.- The Archers es el nombre de la productora creada en 1939 por el cineasta inglés Michael Powell y por el cineasta húngaro Emeric Pressburger, dando lugar a una de las colaboraciones artísticas más ricas e impresionantes de la historia del cine.
2.- Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon (1707-1788). ‘Discours sur le style’, discurso pronunciado el 25 de Agosto de 1753, con motivo de su ingreso en la Academia Francesa.

Películas citadas, por orden de mención:

‘Blackwood’ (2018), dirigida por Rodrigo Cortés.
‘Concursante’ (2007), dirigida por Rodrigo Cortés.
‘Buried’ (2010), dirigida por Rodrigo Cortés.
‘Luces rojas’ (‘Red Lights’; 2012), dirigida por Rodrigo Cortés.
’15 días’ (2000), dirigida por Rodrigo Cortés (cortometraje).
‘Las zapatillas rojas’ (‘The Red Shoes’; 1948), dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger.
‘Los cuentos de Hoffmann’ (‘The Tales of Hoffmann’; 1951), dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger.
‘Narciso negro’ (‘Black Narcissus’; 1947), dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger.
‘Rebeca’ (‘Rebecca’; 1940), dirigida por Alfred Hitchcock.
‘Picnic en Hanging Rock’ (‘Picnic at Hanging Rock’; 1975), dirigida por Peter Weir.

El director Rodrigo Cortés durante un instante de la entrevista con Rafael Maluenda. @insideofjamrock
El director Rodrigo Cortés durante un instante de la entrevista con Rafael Maluenda. @insideofjamrock

Rafael Maluenda