Museo Guggenheim

El arte en guerra: de Picasso a Dubuffet

Bilbao

C/ Abandoibarra, 2

Hasta el 8 de septiembre

 

En tiempos de paz, zarandeada no obstante por la violencia de la crisis económica, resulta fácil pensar en la guerra. La distancia que proporciona el tiempo nos hace inmunes a sus avatares. Y, sin embargo, conviene recordar algo que la exposición El arte en guerra desvela en uno de sus múltiples enunciados explicativos. Tras la liberación de la Francia ocupada, después de cuatro años de “servidumbre y sufrimiento”, se tomó conciencia de lo que allí pasó: “Compromisos, cobardías y, en escasas ocasiones, actos de resistencia”.

Algunos de esos actos de resistencia, protagonizados por artistas, son los que la exposición organizada por el Museo Guggenheim de Bilbao y el Museo de Arte Moderno de la Villa de París recuerda con El arte en guerra. Francia (1938-1947). De Picasso a Dubuffet. Lo recuerda para que no nos olvidemos de ello. ¿De qué? De que en momentos de “servidumbre y sufrimiento”, los actos de resistencia se producen “en escasas ocasiones”. Desde luego, no tantas como luego nos hacen creer los valientes que proliferan como champiñones en tiempos de paz.

Algunas de esas escasas ocasiones aparecen diseminadas por el Museo Guggenheim, en cuyas paredes cuelgan obras de artistas que decidieron entonces reaccionar de manera “espontánea” contra la “voluntad de dominación” imperante. El Régimen de Vichy, con el mariscal Petain al frente, propagó las excelencias del nazismo, mientras algunos artistas utilizaban la función catártica del arte para hacerle “la guerra a la guerra”. Y lo hicieron incluso en las situaciones más extremas de confinamiento. “Las personas detenidas desplegaron todos sus recursos para dar sentido a una vida que se había vuelto absurda”.

El arte, la cultura y, en suma, la creatividad tal y como la entendía el propio Picasso (“crear es resistir”), se erigió en una ocupación que otorgaba a la existencia, cuando ésta se hallaba sin duda amenazada, “una dimensión humana elemental”. De hecho, Picasso vivió el periodo de la ocupación nazi recluido en su taller de la calle Grands-Augustins, donde había pintado el Guernica en 1937, produciendo de manera febril; resistiéndose a la barbarie que muchos daban por buena.

La exposición del Guggenheim está repleta de objetos (pipa de loza con la efigie del mariscal Petain, sellos, bustos), carteles, esculturas y pinturas tan emblemáticas como El rapto de Europa (André Lhote), El regreso de la guerra (Edouard Goerg) o El desastre (Vieira de Silva), de entre una pléyade de artistas: Dufy, Braque,  Magritte, Delvaux, De Chirico, Bellmer, Masson, Miró, Fougeron, Steib o el propio Picasso. También hay obra de la galerista Jeanne Bucher, que protegió a artistas considerados como “degenerados” durante la ocupación. “Ni siquiera en los lugares de encarcelamiento más hostiles a toda forma de libertad se dejó de crear”. Las paredes del Museo Guggenheim de Bilbao son testigos de esa resistencia, en muchos casos heroica, pero siempre escasa. Porque escasas son siempre las ocasiones de demostrar el valor cuando pintan bastos. La Francia ocupada por los nazis así lo revela. El arte en guerra, también.

Salva Torres

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