Drive My Car

#MAKMAAudiovisual
‘Drive My Car’, de Ryûsuke Hamaguchi
Basado en un relato de ‘Hombres sin mujeres’ (Tusquets, 2014), de Haruki Murakami
Con Hidetoshi Nishijima, Tôko Miura, Reika Kirishima, Sonia Yuan, Satoko Abe y Masaki Okada, Perry Dizon
179′, Japón | Bitters End, C&I Entertainment, Culture Entertainment, Asahi Shimbun, 2021
Óscar a la mejor película internacional
Disponible en Filmin

“Dentro de ese espacio minúsculo se crea un clima muy especial en el que el silencio se torna en entendimiento”, afirma el cineasta nipón Ryûsuke Hamaguchi en relación al progresivo (y predecible) vínculo que se fragua entre Yûsuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima) y Misaki Watari (Tôko Miura) durante los trayectos en coche que guían el desnortado rumbo emocional de los protagonistas de ‘Drive My Car‘.

Un filme refrendado por apelativos tan mayúsculos como su dilatado metraje, a cuyo epílogo uno llega ahíto de tanto (y explícito) ingenio semiótico. Pura ambrosía para los analistas cinematográficos que deseen someter a juicio (sumarísimo) el oscarizado largometraje del ubicuo Hamaguchi.

Drive My Car

Individuos lacónicos y estridentes cuitas. Espejos, incomunicación y otras refracciones del espíritu. Memoria, aceptación y reincidencia. Sanación, elipsis y un ingente proemio del dolor. Chéjov, Sherezade y metaliteratura.

Todo aparenta encajar en una diégesis políglota y simbólica cuyas alusiones al recogimiento calan su sustantividad sobre el paisaje sonoro del refulgente Saab 900 Turbo, trascendiendo, con su rojo cereza de los ochenta, las cicatrices escénicas de ‘Tío Vania’ y el remozado contexto de Hiroshima. 185 CV con los que perfumar de gasolina un sobrevenido y amortiguado vacío, transmutado, al fin, en búsqueda por la evocación invernal de sus personajes.

Un vasto y sostenido recorrido hacia las inconfesas cuitas del pasado tan solo expurgadas sobre los asientos de cuero, entre intermitentes caladas y lluvia sempiterna al otro lado de los túneles que conducen al norte.

Ryûsuke Hamaguchi edifica, así, un mapa poético asentado sobre la prosa sugestiva de todas las microhistorias que contiene ‘Drive My Car’, elevando formalmente los inanes relatos de Murakami a partir de los que el argumento emprende su ruta. Y configura con él un impostado ejercicio de afectación que permite al espectador (no necesariamente) avezado culminar sus tres horas de contenida e inverosímil congoja sintiéndose ya capacitado para emprender su propia exégesis. Un filme que concede a su heteróclita audiencia cumplir, de este modo, una doble hazaña audiovisual: la cronológica y la hermenéutica.

Sin embargo, si uno desea emular (y extralimitarse con) su atlético tormento de ausencias, contriciones y afectaciones irresolutas, nada más apropiado que los 556 minutos de ‘Tie Xi Qu: West of the Tracks‘ (‘Al oeste de los raíles’, 2003), del cineasta chino Wang Bing; o, acaso, interpretar los ubérrimos textos suspendidos en la filmografía de Andréi Tarkovski; y, si algún inopinado lector se anima a transitar en un Alfa Romeo por el mapa arquitectónico de la capital nipona, súbase al ‘Giulia’ vintage del Premio Pritzker Ryūe Nishizawa en ‘Tokyo Ride‘ (Bêka & Lemoine, 2020).

A carta cabal que en cualquiera de las propuestas precedentes encontrará vigorosos fundamentos con los que retornar al universo gestual de Hamaguchi provisto de un pesar más estético y clarividente.