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‘Decision to leave’, de Park Chan-wook
Con Tang Wei, Park Hae-Il, Park Yong-woo,Yoo Seung-mok, Kim Shin-young y Lee Jung-hyun
138′, Corea del Sur | Moho Film y CJ Entertainment, 2022
Premio a mejor director en el Festival de Cannes 2022
A veces, los grandes logros que se adquieren por una vida se quedan diminutos ante esas pequeñas cosas que hacen que nos lata el corazón más deprisa. Un susurro al oído, un pequeño roce con las yemas de los dedos o un simple cruce de miradas hacen que una vida entera merezca la pena.
En ‘Decision to leave’ (Park Chan-wook, 2022) vemos cómo el detective de policía Jang Hae-jun (interpretado por Park Hae-il) tiene todo lo que un hombre de su situación puede aparentemente anhelar: una esposa que le quiere, un trabajo que le gusta y que hace bien, el respeto de sus compañeros…. No le falta nada, o eso es lo que él cree.
Solo se da cuenta de lo que le falta cuando lo halla: investigando la muerte de un escalador en circunstancias sospechosas, encuentra a la esposa del difunto. Y ella (interpretada por Tang Wei) aparece envuelta en un halo de misterio, intriga y mentiras, recubiertas de verdades a medias y palabras no dichas. El policía empieza a investigarla como sospechosa del asesinato de su marido, pero cuanto más se adentra en el caso, más se enreda en la tela que se va tejiendo a su alrededor, y los sentimientos comparecen.
Como en el más puro cine noir, el director nos va metiendo poco a poco en la trama, sin prisa alguna, contando lo que tiene que contar. Y cuando aún estamos centrados en la investigación del detective, nos vemos desbordados por la impresionante fuerza que despliega la protagonista femenina.
Ella absorbe nuestra atención como lo hace con el investigador. Hay algo magnético que nos impulsa a querer saber todo acerca de esa mujer y, a la vez, no queremos saber nada. Queremos conocerla por nosotros mismos y sacar nuestras propias conclusiones. Aunque lo que de verdad ansiamos es poder ser el investigador y realizar nuestras pesquisas acerca de esta sospechosa de aire tan embriagador.
El director –y coguionista de la cinta– nos cuenta más que una historia de un asesinato, más que una historia de traiciones y mentiras, y más que una historia de amor. Nos cuenta todo esto y mucho más, pero a la vez no nos cuenta nada. Aquí, menos es más y Park Chan-wook deja al propio espectador ser el responsable de sumar todas las operaciones que ha ido escribiendo en la pantalla durante los 138 minutos de duración de la película.
Con unos planos compuestos de una manera exquisita, el director de ‘Oldboy’ (2003) sabe perfectamente dónde cortar y empalmar la siguiente toma en la sala de edición. Nos muestra que, con la delicadeza de un amante generoso, pero sin perder la fuerza de un animal salvaje, el equilibrio que guarda esta cinta es magnífico.
Los planos ascendentes y descendentes con los que juega hacen que la empatía del espectador no se dirija a un personaje en concreto, sino que esa empatía se dirija directamente a la historia de amor que vemos desde sus primeros brotes, como si el sentimiento que flota en el aire, dentro de la pantalla, fuera un personaje más de la trama.
No hay odios, tan solo las verdades a medias que nos muestra la cinta. Todas las historias que aquí se cuentan están plagadas de diferentes tonalidades de grises: desde la historia principal de ambos protagonistas, hasta las tramas secundarias que apenas pasan desapercibidas por la enorme sombra que deja la historia de amor entre el policía y la sospechosa.
Es innegable sacar ciertos parecidos de esta cinta con otras de ese mismo corte de cine negro. Por mencionar dos ejemplos: ‘Deja Vù’ (2006), de Tony Scott, o ‘Vértigo’ (1958), de Alfred Hitchcock. Pero como el propio Park Chan-wook dice: “Soy consciente de que la estructura en sí es muy cliché, muy típica de las películas negras. Al final estás atado por el género”.
Sin embargo, aún estando atado, el director nos deleita con un filme que hace que los sentimientos del espectador vibren, mientras no pueden escapar de la prisión que Park Chan- wook ha creado.
De todas maneras, lo que el cineasta surcoreano nos muestra en la pantalla no es tan solo un ejercicio de buen hacer cinematográfico. La película te atrapa desde el primer momento, como cuando te enamoras a primera vista y sabes que no podrás escapar de ese sentimiento que inunda tu corazón.
Con esta cinta ocurre algo similar, te quedas atrapado hasta que el director pone el punto y final de la única manera posible que podía hacerlo, dejando que la protagonista predique con el dicho de Confucio que cita al final de la primera mitad de la película: “El sabio admira el agua y el benevolente, las montañas. Yo no soy benevolente”.
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