#MAKMAEscena
‘Tórtola’
Texto de Begoña Tena y dirección de Rafael Calatayud
Con María José Peris, Resu Belmonte, Marta Chiner, Anna Casas, Anaïs Duperrein y Alejandra García
Una producción del Institut Valencià de Cultura (IVC)
Teatre Rialto
Plaza del Ayuntamiento 17, València
Hasta el 2 de junio de 2019
“La bailarina de los pies desnudos”, aquella de manos “cual dos palomas blancas (…) mágicas y bellas”, quien “tiene al andar la gracia del felino, / es toda llena de profundos ecos”, acaso “un sueño oriental de lo divino”, tan voluptuoso que “un fuego de rubíes todo tu cuerpo inflama”.
El hepático y culturalista Ruben Darío; el desmoralizado y anticlerical Pío Baroja; el duelista y lisiado Ramón María del Valle-Inclán o el aforista pombiano Ramón Gómez de la Serna rubricaron ardorosas lisonjas y vehementes encomios; azuzantes epítetos unánimes compartidos por el verbo dramático, polichinela y nobel de Jacinto Benavente; la soflama sofista, charlista y académica de Federico García Sanchiz; el óleo expresivo y costumbrista de Ignacio Zuloaga o la ofrenda sinfónica, orquestal y gitana de Enrique Granados.
Líricos cumplidos literarios, pictóricos y orquestales para arropar el gracejo exótico, inusitado y forastero de la egreria bailarina, trianera y cosmopolita Tórtola Valencia.
Y a tales loas dedica el Institut Valencià de Cultura un panegírico discursivo, expositivo, musical y escénico que cobra forma, hasta el 2 de junio, en las dependencias del Rialto, polarizado en torno de ‘Tórtola‘, melodrama tragicómico y musical dirigido por el dramaturgo y académico valenciano Rafael Calatayud, a partir del texto suscrito por la actriz, escritora y directora de escena Begoña Tena –quien, para la redacción de esta obra obtuvo, en 2018, una de las seis residencias de escritura del Laboratorio de Dramaturgia ‘Insula Dramataria Josep Lluís Sirera’–.
Tras siete décadas de uliginosa y sorda residencia en los sótanos del Museo del Teatro de Barcelona (Institut del Teatre, en la actualidad), el esquilmado y ensombrecido legado de Tórtola Valencia cobra su puntual (regular) advenimiento en forma de destello/ínsula, como ya lo hubieron procurado en las dos décadas precedentes –con desemejantes razones y dispares efectos– María Pilar Queralt del Hierro (‘Tórtola Valencia. Una mujer entre sombras’, 2006) y Luis Antonio de Villena (‘Divino’, 1994), quien, el pasado 15 de mayo, merodeó, engalanado y lúbrico, el circunferenciante escenario del Café Rialto para trazar ‘Un recorrido ilustrado y sensual sobre el mundo, los amigos y la personalidad de Carmen Tórtola Valencia’.
De Villena perfiló a la incipiente Bella Otero/Bella Tórtola a través del recuerdo de su arte esteticista, elitista e intersecular, de egipcios movimientos geométricos y ritmos amerindios e incaicos. Glosó su simbolismo moderno, internacional y refinado, el parenteral deleite morfinómano y la congratulante y nocturna amistad madrileña de otros exóticos y periféricos de la Edad de Plata, como la amarquesada pluma decadentista, sátira y monocular de Antonio de Hoyos y Vinent o el figurín acuarelado y decó del feraz Pepito Zamora.
Y acechó el ocaso y el exilio interior, su velada y amantísima relación sentimental –uniformada de soltera maternidad adoptiva– con Ángeles Vila-Magret, Angelita, hasta el deceso cardíaco y septuagenario en su casa-torre de Sarrià.
Son estos últimos sótanos de la memoria los que procuran introito y epílogo a ‘Tórtola’. De este modo, Tena y Calatayud relevan el rostro maduro y desenmascarado de Carmen Tórtola Valencia, desmaquillada con los perfumes jabonosos de Myrurgia y uniformada aún con ecos de incienso, ofidios y misterio.
Y transitan la diégesis aislados centelleos de esplendor y la penumbra del ocaso, el confinamiento, el chotis faccioso y totalitario de Celia Gámez, la árida y legionaria comediografía de Pilar Millán Astray, el sordo, obturado y tullido deceso carcelario de Hoyos y Vinent, las viscerales reliquias ventriculares de la II Repúbica y las llamadas de baquetila y olvido. Una alargada sombra de lo que otrora fue.
Gobiernan el escenario –entre polutas vidrieras, baúles, escaleras, trajes y mantones, diseñados por Luis Crespo y Carmen Arce–, María José Peris (Tórtola Valencia) y Resu Belmonte (Ángeles Vila-Magret), quienes realizan un eminente y vigoroso trabajo actoral, tan sobresaliente como antagónico, auxiliando a delinear y retratar el abismo incipiente que media entre el mito y la sustantividad; a la postre, mundos yuxtapuestos y consanguíneos gracias a la abnegación, la necesidad y el afecto compartido, teñidos de amor y crepúsculo.
Y uno agradece, en tanto que diletante espectador, el inteligente, instruido y complejo texto de Begoña Tena, tan documental como libérrimo, fecundísimo en lo etopéyico y excelso en las ruinas ostentosas y lóbregas de Carmen Tórtola Valencia.
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