#MAKMAArte
‘Where the Hell is Wichita?’
35 fotografías de David Hornback
Galería Railowsky
Grabador Esteve 34, Valencia
Del 4 de octubre al 10 de diciembre de 2024
David era un chaval inquieto, curioso y observador que dedicaba su tiempo libre a jugar con la cámara fotográfica Kodak Instamatic que le regalaron por su duodécimo cumpleaños. Un día se dirigió a su lugar secreto favorito, un claro del bosque presidido por un árbol majestuoso que había fotografiado muchas veces, a cuyas ramas le gustaba encaramarse para dormitar o pensar en sus cosas.
Atónito, consternado descubrió que lo que fuera su refugio, su santuario, había desaparecido. Solo quedaba un triste tocón como una lápida en su recuerdo. David experimentó una emoción intensa. Una gran tristeza mitigada por saber que tenía las fotos de aquel árbol y las conservaría para siempre. Fue una epifanía.
Desde aquel momento, hacer fotos ya no consistió para él en un juego, sino en una forma de burlar a la muerte y el paso del tiempo, de preservar lo que más quería. Y se lanzó a retratar su mundo más próximo y quienes lo habitaban: su familia.
El episodio del árbol cristalizó la vocación de quien iba a ser un cazador de instantes considerado uno de los máximos representantes de la street photography. David Hornback (Los Ángeles, 1962), Premio Pulitzer y polivalente reportero gráfico, ha recorrido con sus cámaras los cuatro continentes y, actualmente, reside en Bilbao.
Las imágenes captadas sin filtro durante su adolescencia, con la mirada limpia del primer descubrimiento, del primer saludo a la vida, de un chico arrebatado por la magia fotográfica, se reúnen en la exposición ‘¿Where the Hell is Wichita?’ (‘¿Dónde demonios está Wichita’?), que se puede ver, hasta el 10 de diciembre, en la Galería Railowsky de València.
Son treinta y cinco instantáneas que muestran la cotidianeidad de una familia numerosa: siete hermanos, a finales de los 70, en la ciudad de Wichita (en el Estado de Kansas), en el Medio Oeste norteamericano.
Son parte de las que integran un libro homónimo, con un ensayo de Catherine Foulkrod publicado en España por La Fonoteca Editores. El libro se presentó en Icon Style, en Nueva York, en marzo de 2020, y desde entonces ha sido objeto de exposiciones, eventos y conferencias en Berlín, Milán, Nápoles, Bilbao y Madrid.
«Las fotografías que tomé a finales de la década de 1970 son un pasaje a otro mundo que todavía existe para mí», dijo Hornback en uno de esos actos. «Porque para mí no son el pasado, sino un momento presente especial y delicado que sigue vivo e igual de real. Puedo entrar en un instante, cayendo en mi otro mundo como Alicia a través del espejo».
«Puede ser un mundo visto completamente en blanco y negro, pero para mí es igual de real. Mi familia y amigos viven, comen, duermen y juegan, tan eternamente jóvenes como siempre, como siempre lo harán, vivos, respirando, hablando y relacionándose unos con otros y conmigo, pero todos atrapados entre los años 1977 y 1980».
Gracias a unos negativos guardados en una caja de zapatos durante décadas, Hornback pudo recuperar esta colección de imágenes que, años después de ser captadas, dan la vuelta al mundo como él mismo. Un álbum familiar compuesto por instantáneas realizadas cuando era un chico que soñaba con convertirse en fotoperiodista.
El poder de la fotografía como documento para ilustrar un tiempo y un lugar se despliega en esta serie de imágenes que plasma la esencia de un modo de vida, casi ya desaparecido, que despiertan la nostalgia colectiva al reflejar algo tan universal como la felicidad de la infancia en un acogedor entorno familiar.
«Han pasado cuarenta y dos años desde que tomé estas fotografías», recordaba Hornback en un texto escrito en otoño de 2019. «Mis padres fallecieron. Mis hermanos y hermanas viven a lo largo de los Estados Unidos y yo en Europa. Nuestra casa de Wichita fue vendida. Ahora vive otra familia, también con siete hijos».
«Siendo adolescente nunca me pregunté por mi futuro. Mi único interés en aquel momento era escabullirme como un cazador en un safari, aparecer en silencio, disparar y luego desvanecerme en la jungla de nuestra casa o en el jardín. Capturar los momentos fugaces era en mi obsesión. Mi juego privado. Mis padres, mis hermanos Anne, John, Paul, Joe, Liz y Patrick, nuestros primos, mis amigos y vecinos, incluso las mascotas, todos son presas dignas de mi cámara».
«Quiero congelar los momentos», continúa diciendo Hornback, «capturarlos en esos instantes precisos, pero en lugar de matarlos como hacen los cazadores, de alguna manera les doy vida inmortal. Viven. Todavía puedo verlos y sentirlos. Puedo sentir cómo eran sus vidas. No, cómo son sus vidas».
«Mi hermana mayor, Anne, ante el espejo, antes de una cita. Mamá en la cocina, con la luz del sol de la tarde, hablando conmigo sobre como cose las colchas. Papá llega a casa de su trabajo en Cessna y se queda dormido frente al televisor. Patrick y Liz, jugando para siempre en casa y en el patio como siempre lo hacían, ya que todavía no conocen Internet ni los teléfonos inteligentes».
Y añade: «Estamos atrapados para siempre en un hermoso e ingenuo mundo en blanco y negro, a finales de la década de 1970, y al mismo tiempo también estamos atrapados en el brutal tren del tiempo, ahora en 2019, corriendo sin cesar hacia un futuro despiadado, preguntándonos dónde fueron los hermosos y tranquilos momentos de aquel juego inocente».
De un Premio Pulitzer en San Francisco al Museo Guggenheim Bilbao
El primer gran éxito de Hornback fue un Premio Pulitzer que compartió con el equipo del San Jose Mercury News por la cobertura del terremoto ‘Loma Prieta’ de San Francisco, en 1989. Fue nombrado Fotógrafo Universitario del Año en los Estados Unidos por la Asociación Nacional de Fotógrafos de Prensa en su tercer año de universidad.
Como fotoperiodista, ha trabajado para National Geographic, GEO, Time, The New York Times y Newsweek, entre otras publicaciones. Sus proyectos lo han llevado a través de cuatro continentes y ha cubierto eventos como los conflictos en Berlín Occidental detrás del muro, la caída del Muro de Berlín, varios terremotos de California, derrames de petróleo en Texas y el regreso de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial a la playa de Normandía sesenta años después del histórico desembarco.
Como creador inquieto y polifacético, ha trabajado en otras disciplinas. En performance, colaborando con Yoko Ono en su obra ‘Sky Piece to Jesus Christ’ (Museo Guggenheim de Bilbao, 2014); en teatro, con la compañía vasca Hortzmuga, interpretando un papel en ‘Bidaia’; en cine, como narrador principal en el documental español ‘Estrellado’, dirigido por Blanca Oria en 2019.
También ha realizado incursiones en las artes gráficas, con varias exposiciones individuales de sus ‘Shittels’, incluyendo una muestra en la galería Aldama Fabre (Bilbao, 2020); además de ganar dos premios en la FIG, el Festival Internacional de Grabados y Obras sobre Papel (Bilbao, 2022), en colaboración con la artista Mara Reguilón, en la cooperativa AmorAmargo.
Ha realizado exposiciones individuales en Estados Unidos y en Europa, incluyendo ciudades como Milán, Nápoles, Berlín, Sevilla, Murcia, Bilbao, Madrid, y ha recibido numerosos premios y becas por su fotografía.
En la actualidad, reside en Bilbao junto a su mujer, Erika Barahona, directora del departamento de Fotografía del Museo Guggenheim desde hace veinticinco años. Una pareja muy bien compenetrada, pues mientras él da clases en su escuela, comparten proyectos artísticos.
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