Cuenta. Alba Murcia y Vicente Pelechano

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‘Músicas Brutas’, de Cuenta
Un proyecto de Alba Murcia y Vicent Pelechano

Cuneta es un proyecto multidisciplinar que Alba Murcia y Vicent Pelechano comenzaron en 2008, con unos diez álbumes a cuestas, en su mayoría de creación colectiva, y con una perspectiva que ahonda en lo social de la improvisación y la libertad creativa.

Produjeron ‘Músicas Brutas’, un proyecto que les define y con el que han estado en distintas instituciones, museos y centros culturales, entre los que destacan colaboraciones con el IVAM, el Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC), el Ayuntamiento de València, El Centre Cultural La Nau y el Festival 10 sentidos. 

De la mano de ‘Músicas Brutas’ y de su espectáculo infantil ‘A cau d’orella’ encaran una travesía primaveral por diversas poblaciones de la provincia de València a través de “un taller de experimentación sonora donde niñas, niños, abuelos, tías, primos y vecinas pueden venir a tocar sintes, pedales, el theremin y hacer ruido con objetos varios conforme apetezcan”, tal y como divulgan sus creadores.

¿Cómo de revolucionaria puede ser la apuesta por un arte de procesos lentos y colectivos en la sociedad del fast food, fast fashion e inclusive la música rápida? Su actividad artística, que dinamita todos los lindes, nos conduce a una concepción vanguardista del arte que, además, lucha por expandir sus fronteras desde un espacio consciente, espontáneo y de escucha activa.

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Vicente Pelechano y Alba Murcia, miembros de Cuenta. Imagen cortesía de los artistas.

¿Cómo nace Cuneta?

Alba Murcia (AM): Cuneta nace jugando, con mucha curiosidad por la electrónica digital y por una necesidad de investigar el sonido a través de lo digital. Realmente hicimos un curso en Bellas Artes que hacía en su momento Leopoldo Amigo y Miguel Molina, que era de música electrónica y música por ordenador. Eso nos abrió creativamente las puertas a empezar a componer y a conocer formas de trabajar el sonido. Esto fue en 2008.

Vicent Pelechano (VP): Sin embargo, el germen de Cuneta ya lo llevaba Alba hace años.

¿Cuál es la diferencia entre música y arte sonoro?

(AM): Después de todos estos años, una vez nos definieron como pop raro y, al final, es como más nos identificamos. La palabra arte sonoro nos queda demasiado academicista, aunque pueda ser un prejuicio nuestro. Hacemos mucha improvisación libre, también está la etiqueta de música experimental porque experimentamos con la música, el sonido y el silencio.

Quizá pop raro sea lo mejor. Nos hemos movido en festivales de pop electrónico y en ciclos de arte sonoro, música experimental y performance. En ambos nos sentimos cómodos y en ambos sentimos que no acabamos de encajar; eso, al final, es lo bonito para nosotros: el poder estar en todas partes.

(VP): Al principio, nos sentíamos muy cómodos con el arte sonoro, la música experimental, pese a que nuestras composiciones generalmente venían de música de piano y tenían una melodía muy clara y definible que no entraba muy bien en los parámetros de ruptura. Éramos muy poperos para la gente del colectivo del arte sonoro y de la experimentación pero, en el otro sector, éramos extraños cuando íbamos a tocar una vertiente de pop rock o de canción. Las etiquetas son aún un debate. 

Cuneta en la sala Matadero Live Music de Ayora (València). Imagen cortesía de los artistas.

¿Cómo son los procesos creativos?

(AM): Depende del tipo de trabajo. Hemos hecho muchos procesos colaborativos estos últimos años en los que han intervenido personas con las que hemos participado en colegios, alumnado e incluso asistentes a talleres de los museos. A través de las creaciones espontáneas con estas personas, hemos generado material que hemos publicado. Un proceso más bruto, por eso nuestro proyecto se llamaba ‘Músicas Brutas’.

Por otra parte, tenemos la parte de Cuneta, no tan centrada en lo colaborativo y en los proyectos en los que, depende de la época, han partido de improvisaciones o de material que hemos generado desde algo melódico o estructurado, y hemos ido construyendo un puzle con más cosas. Los procesos son largos porque combinamos estos proyectos educativos y de mediación con nuestro trabajo en lo social al margen de lo artístico, con la crianza, con la vida, con todo. Son procesos largos.

(VP): Procesos largos y muy mimados que no salen hasta que están muy empacados. Lo otro es más espontáneo, del momento y de la colisión de lo que ocurre entre nosotros. 

¿Cuáles son los proyectos que tenéis actualmente entre manos?

(AM): Los proyectos de ‘Músicas Brutas’ suelen acabar en la publicación de un disco. De hecho, tenemos varios sin publicar y nuestro objetivo, cuando comienza un año, es terminar de publicar todas las músicas brutas. Además, estamos trabajando en un disco que empezamos a grabar hace diez años, cuando vivíamos en Inglaterra, y allí grabamos una serie de piezas que no llegaron a ver la luz, pero que ahora estamos repensando. Eran temas que compusimos para la película ‘Häxan’ que es un falso documental que iba sobre la brujería y una comparativa entre la caza de brujas con el psicoanálisis.

Esto comenzó en 2012 en el festival Cinetone de Onda, que ya no existe, pero era maravilloso. Era de cine mudo con música en directo; participamos y de ahí sacamos mucho material. Después de estos diez años, ‘Häxan’ se quedó por el camino. En ese germen de aquello y de esas grabaciones de esos pianos que hicimos en Bristol es lo que estamos rescatando para reestructurar y la idea es poderlo llevar en directo en algún momento de este próximo año. 

¿Qué hay de vuestras piezas escénicas?

(AM): Tenemos el infantil ‘A cau d’orella’, que lo creamos en pandemia, en 2020. Se estrenó en 2021 y, a día de hoy, lo seguimos moviendo. Como pieza escénica, está dirigida a un público infantil, y lo demás son experimentos y acercamientos que hemos tenido a lo escénico a través de varias residencias que nos han dado otra perspectiva de cómo llevar a cabo nuestros directos. 

(VP): La idea nació antes de la pandemia y se transformó un poco. 

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Alba Murcia y Vicente Pelechano, en uno de sus talleres de ‘A cau d’orella’. Imagen cortesía de Cuneta.

¿Qué podéis contarnos del carácter multidisciplinar del proyecto? 

(VP): No somos músicos de conservatorio ni somos artistas sonoros que vengan de la Facultad de Bellas Artes. Nuestras profesiones están encaradas al trabajo social y a la integración social; partiendo de eso, ya puede haber cierta multidisciplinariedad en nuestros proyectos. Cuando nos ponemos a crear, somos personas que crean.

(AM): Nuestros directos eran más estáticos cuando empezamos, con ordenador, que eso condiciona mucho a la hora de estar. Hemos sustituido lo digital por otro tipo de instrumentos electrónicos, lo cual nos da más libertad a la hora de improvisar. El interés en lo escénico viene de que yo también vengo del arte dramático y de lo escénico y me interesa ver qué sucede en relación al sonido cuando una llega a escena a presentar su trabajo.

¿Cuál es vuestra conexión con Dubuffet? ¿Podríais considerarlo un referente?

(AM): Tenemos la pieza Embrutat l’Orella’, que publicamos junto al departamento de didáctica del IVAM y que viene de una serie de talleres familiares que hicimos de creación sonora espontánea durante la exposición de Dubuffet, un bárbaro en Europa, entre 2020 y 2021. Para nosotros fue un trabajo muy importante porque su arte bruto fue parte de nuestros referentes a la hora de crear talleres y proyectos. 

Aquello que defendía Dubuffet y que buscaba para nosotros ha sido muy inspirador trasladándolo a lo sonoro y bajo la premisa de que cualquier persona es capaz de crear con material sonoro. Todas las voces son válidas y creativas y, por ello, Dubuffet ha sido un referente. Aunque, últimamente, cuestionamos lo colonial de su arte y de esa colección de arte bruto de personas disidentes sin contar con su propia voz, sino siendo cosificadas. Nuestros referentes están cambiando, pero en su momento fue una fuente de inspiración para músicas brutas. 

¿Qué otras fuentes os sirven de inspiración?

(AM): Desde el pop a lo más experimental: Philippe Glass, Fatima Miranda… Escuchamos mucho folclor, música oriental, música industrial, etc. Tenemos un abanico muy amplio, pero no nos paramos a pensar cuando creamos.

(VP): Nos inspiran el minimalismo contemporáneo, los cantos pigmeos y, por supuesto, el bacalao es el gran referente.

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¿Cómo es el crear arte bruto para un público tan joven?

(AM): No nos lo planteamos porque no lo creamos para un público joven, sino que lo creamos con el público joven. Entonces, no creo que luego escuchen nuestros discos; yo tampoco lo hago porque es algo tan bruto, ya tienes que tener moral. Hay mucho caos y se ve la esencia de lo fresco y del juego. Nunca hemos pensado a qué público nos dirigimos, es universal, adaptamos la edad y la esencia es lo misma. Las dinámicas de creación y de improvisación son siempre las mismas.

(VP): Lo verdaderamente interesante es captar lo que ha ocurrido en ese momento, lo que ha ocurrido ahí. Hemos pensado alguna vez en qué colectivo va a tocar con nosotros, pero no cuando creamos. Improvisar puedes con 1, 2, 3 años y también con 99. 

Cuneta. Vicente Pelechano y Alba Murcia
Vicente Pelechano y Alba Murcia, miembros de Cuenta. Fotografía de Ginebra cortesía de los artistas.