#MAKMAArte
‘Carta de quebrados’, de Chema López
Galería Rosa Santos
Carrasquer 1, València
Del 25 de marzo al 20 de mayo de 2022
‘Retícula quebrada’
San Cosme y San Damián, 11. Madrid
Del 2 de abril al 28 de mayo de 2022
La objetividad que atesora todo documento adquiere, en la obra que Chema López muestra por partida doble en la Galería Rosa Santos de Valencia y Madrid, el carácter quebradizo que anuncia en el título de sus respectivas exposiciones: ‘Carta de quebrados’ y ‘Retícula quebrada’. Ese carácter roto y fracturado se halla precisamente en la contraposición entre esa objetividad testimonial y la representación a la que somete el artista los certificados oficiales puestos en juego.
Esa mezcla de racionalidad, con la que el documento pretende ceñir la identidad de los sujetos -reducida a sus datos personales, permisos de trabajo, aficiones y afiliaciones ideológicas- y de carácter ficcional del certificado, sometido a la representación pictórica, provoca una suerte de extrañeza. La extrañeza contenida en un documento que, ampliado para mostrar sus detalles, acaba destilando la violencia de lo real encarnada en sus huellas fotográficas y testimoniales.
“No son imágenes hiperrealistas, pero sí bastante descriptivas. No he buscado un acabado perfecto, sino un cierto calco mimético para que toda esa información se mantuviera intacta con todas sus contradicciones. Pasamos de algo pequeño pensado para archivarse, a casi un cartel de ‘Se busca’”, explica Chema López, ante la serie de carnets exhibidos, a gran tamaño, en la sala inferior de la Galería Rosa Santos en València.
Se trata de carnets recreados pictóricamente, con todo lujo de detalles -la foto, el sello, el óxido de ciertas grapas, el tecleado a máquina, la firma- y expuestos por pares, a modo de antagonismo entre ellos: la licencia de armas de una mujer adscrita a la CNT, junto al carnet de un carlista -con su ‘Dios, Patria y Rey’-, en la España de 1937; el documento de identidad de un hutu y de un tutsi, en la Ruanda de los 90; los certificados para facilitar el trabajo de una activista social y de un “agente confidencial’, en la Guatemala de 1983, y los de una árabe y una judía, en el Israel de 1948.
En una pared opuesta, ya en solitario, se muestra el pasaporte de quien estuvo en un campo de concentración nazi. “Es el más joven de la famosa lista de Schindler”, revela López, que lo descubrió una vez pintado. Todos ellos, carnets trufados de esa objetividad documental y de esa carga histórica que la sola representación, a base de esos colores quebrados a los que alude la exposición y de esos textos por cuyo entrelineado ya emerge el vestigio inquietante del pasado, apunta tenebrosa.
“Me gusta este tipo de representación de retrato administrativo, oficial: la cara, una retícula como racional y un poco de texto. Me interesa esta idea de someter la gente a la geometría”, subraya el artista. Ese sometimiento del sujeto a la racionalidad del documento, ligada a la citada geometría, confiere al conjunto esa extrañeza del rigor clasificatorio que, de pronto, rompe sus cadenas para mostrar su otra cara experiencial oculta bajo el imperio de los signos.
“Por un lado, tenemos el documento, que es algo supuestamente objetivo, verdadero, y por otro, al convertirlo en un cuadro, se transforma en representación, que es todo lo contrario, pura ficción. Se trataba de evidenciar su carácter de construcción cultural y, sobre todo, del poder que decide quién es quién y mediante categorías jerarquizadas”, apunta Chema López.
La representación acude, por tanto, en ayuda del frío testimonio, dotando a este del calor negado a la más objetiva certificación de unas vidas clasificadas. Vidas sin duda quebradas y sobre las que el artista advierte mediante una frase que acompaña a la muestra: “Los quebrados expuestos no surgen de la mezcla de complementarios, sino de su trágica separación”.
“La frase la puse porque no quería que me quedara todo en plan budista, de que un hutu y un tutsi se complementan, porque no lo hacen, sino que se matan. Me gusta mucho Borges, pero, en este caso, no estoy de acuerdo con la idea de que los complementarios son lo mismo. No es lo mismo el héroe que el traidor”, precisa López.
‘Carta de quebrados’ invita al espectador a fijarse en los detalles que los certificados ofrecen, tanto a nivel textual como pictórico, mostrando el haz y el envés de toda construcción cultural, o, por seguir el término contenido en el título de la muestra, lo quebradizo que pueden llegar a ser no solo los colores aludidos, sino las herramientas clasificatorias, objeto de atracción –“la identidad da mucha seguridad”- y de repulsa: “Al igual que el Pantone es una carta de organización de los colores, los archivos policiales y administrativos son una catalogación de las personas”, resalta el artista.
Chema López viene a subrayar las paradojas concitadas en las rimas plásticas de los carnets exhibidos por pares supuestamente antagónicos: “Las contradicciones son la base del ser humano, no la identidad fija. Tú coges un documento y lo conviertes en un cuadro, que es justo la ficción absoluta. En esta exposición es la primera vez que no juego con la literatura o el cine, es la más documental, pero, aún así, es una construcción cultural. Y hay que tener en cuenta, por ejemplo, que los tutsis fueron las víctimas del genocidio de los 90, pero antes habían sido los opresores”.
En la actualidad, los carnets diríase que han sufrido una transformación en el marco de la deriva tecnológica: “La ficha policial ahora es el Facebook, donde tú voluntariamente pones todos tus datos y aficiones. Ahí está todo: si eres feminista, si eres anarquista, si estás a favor o en contra del Rey… Con eso, una máquina te hace el perfil ideológico, tendencia sexual, los libros que te gustan o no, y en nuestra sociedad igual no tiene tanta importancia, pero en la Rusia de Putin, por ejemplo, ya no resulta lo mismo”.
En el espacio contiguo a la entrada de la galería, López ha dispuesto una serie de obras con los colores representados en los carnets de la sala inferior. “Son los colores quebrados a los que alude en todo momento la exposición”. Los colores complementarios más el blanco, dando lugar a “grises cromáticos que, cuando uno los domina, crean unas armonías muy bellas. Si tú pones un verde y un rojo juntos, el verde se ve mucho más verde, y el rojo mucho más rojo; se potencian”.
“Las obras”, insiste Chema López, “más allá de la información que suministran, interpelan al espectador mediante el color y la pura representación. Y, aún así, cuando te detienes a leer hay más información de la que parece, potenciada por el tamaño de la letra”, concluye quien prepara en Madrid ‘Retícula quebrada’, exposición que completa esta mezcla de documentos clasificatorios y representación plástica, dando lugar a un universo tan singularmente testimonial como inquietante.
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