Devenir, de Carmen Ortiz
Galería Mister Pink
C / Guillem de Castro, 110. Valencia
Del 24 de noviembre de 2017 al 12 de enero de 2018

Carmen Ortiz invade la sala Mister Pink con ‘Devenir’, un proyecto concebido a modo de site specific, con una pieza de casi dos metros y medio de alto y ancho y 350kg de peso, por la que el espectador podrá transitar. Es un proyecto escultórico en el que las piezas realizadas por la artista se articulan entre lo intelectual y lo formal, funcionando como un conjunto de monumentos metafóricos a los que acercase, donde la escala se amplía hasta un tamaño transitable, con un planteamiento abierto en el que el espectador completa el proyecto.

Obra de Carmen Ortiz. Imagen cortesía de Mr. Pink.
Obra de Carmen Ortiz. Imagen cortesía de Mr. Pink.

«No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero» (María Zambrano)

«El universo dura. Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, tanto más comprenderemos que duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo» (Henri Bergson)

Para entender el diálogo continuo que se produce entre filosofía y arte, debemos remontarnos a la intención rupturista que, respecto de la tradición, mantuvieron las vanguardias históricas, lo que desembocó, entre otros, en un acercamiento entre ambas disciplinas durante la contemporaneidad. Titulando a este proyecto ‘Devenir’, Carmen Ortiz alerta de que debemos estar atentos a nuevas interrelaciones entre ambos territorios, a la vez que recuerda que la reflexión filosófica en torno al tiempo, alumbró un concepto llamado devenir, que incide en que nada es estático, que lo que es ahora (presente) habrá mutado en unos instantes (futuro).

La propuesta artística que nos presenta Carmen Ortiz, se sustenta en unas esculturas que, a parte de nutrirse del desequilibrio entre lo intelectual y lo formal, funcionan como un conjunto de metafóricos “monumentos” dedicados a ese particular concepto temporal. Para abordar los mismos, se exige una especial atención del espectador que se desarrolla en dos tiempos. Comenzamos accediendo a una propuesta de investigación visual sobre unos “lienzos-pantalla” (parece pintura pero no lo es), una especie de papiroflexia ficticia, en la que, como en proyectos anteriores, diáfanos cortes, dobleces, aberturas, llenos y vacíos dialogan.

En la segunda fase, mientras se produce un alejamiento de la rigidez de lo minimal, y asumiendo que el cuadro es un objeto que comparte espacio con el espectador, descubrimos que las esculturas son una suerte de esquemas arquitectónicos o puertas metafísicas, fabricadas de un material perdurable (láminas de hierro), cimentadas en conceptos como lo incierto, el umbral, o el otro lado, donde concluimos que más allá no hay nada.

Obra de Carmen Ortiz. Imagen cortesía de Mr. Pink.

Un proceso creativo abierto en el que, como en aquella obra de Duchamp ‘Door: 11 rue Larrey’ (1927) (en la misma aparecían dos habitaciones y una única puerta que cerraba o una o la otra, pero nunca ambas), mientras se redefine el espacio, se nos ofrece la posibilidad de decidir en qué parte de la puerta queremos estar, convirtiendo esos dispositivos espaciales en entidades no fijas.

La dualidad se intensifica en una de las obras a través del espejo, otro elemento idóneo para crear dos planos de realidad, una fina membrana que separa nuevamente dos entidades que también es una puerta, que ofrece otras posibilidades espaciales, y que vuelve a establecer dos momentos consecutivos.

Carmen Ortiz propone un espacio de reflexión en el que, además de recordar la labor de Donald Judd respecto a la ruptura de límites entre categorías, con la que dio un papel principal al espacio real, parece hacer caso omiso a la célebre idea de Heráclito: nadie se baña dos veces en las mismas aguas de un río.

Instalación de Carmen Ortiz. Imagen cortesía de Mr. Pink
Instalación de Carmen Ortiz. Imagen cortesía de Mr. Pink

Francisco Ramallo, historiador del arte y comisario independiente