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‘Bala perdida’, de Darren Aronofsky
Reparto: Austin Butler, Regina King, Matt Smith, Zoë Kravitz, Live Schreiber, Vincent D’Onofrio, Griffin Dunne, Bad Bunny
Música: Rob Simonsen
Fotografía: Matthew Libatique
Estados Unidos, 2025, 107 min.
Hay directores a los que les persigue su apellido. Ejemplo de esta especie de “maldición”, lo encontrábamos hace unas pocas semanas en el realizador Paul Thomas Anderson, cuyo prestigio se puede ver tanto como una muleta en la que apoyarse para levantar cualquier producción, como una carga pesada si lo enfrentamos a esas expectativas que siempre se crean alrededor de cada uno de sus proyectos. Algo parecido le ocurre al también estadounidense Darren Aronofsky.
Cuenta la última aventura de Aronofsky, ‘Bala perdida’ (‘Caught Stealing’, algo así como ‘Cogido robando’, en su título original), la historia de Hank Thompson, una antigua promesa del béisbol juvenil que se ve forzado a retirarse de las canchas tras un accidente que va a incapacitarlo para siempre para practicar cualquier deporte profesional.
Pasados unos años del accidente, Hank trabaja como camarero en un bar de mala muerte en la poco acogedora ciudad de Nueva York. Estamos en 1998 y, a pesar de este funesto presente, Hank parece feliz. Si dejamos de lado las estrecheces en las que vive, no necesita nada. Tiene su pequeño apartamento, una novia con la que parece que le va bien y puede beber todas las cervezas que quiera.
Un día, sin embargo, su amigo y vecino Russ, un punki bastante desaliñado, le visita para pedirle un favor. Russ tiene que viajar a Inglaterra para asistir al entierro de su padre y quiere que Hank cuide de su gato. En principio, la misión no conlleva mayores problemas.
No, al menos, hasta que recibe la visita de una pareja de violentos secuaces de un mafioso local que le reclaman algo que, en teoría, Russ ha dejado bajo su custodia y que no le pertenece. A partir de ese momento, la vida de Hank dará un giro hasta convertirse en un auténtico calvario.

Hay películas cuya sentencia se nos presenta inmediata y otras que nos dejan en un espacio intermedio, en una tierra de nadie. Este es el caso de esta última producción del autor de ‘Requiem por un sueño’. Podríamos decir que, si estuviéramos ante la primera propuesta de un director novel, es posible que nuestra mirada se mostrara harto más indulgente con esta película.
El problema es que hablamos de Aronofsky, lo que nos fuerza a ser un poco más puntillosos o exigentes, incluso ante una pieza como esta que, en el mejor de los casos, podríamos entender como un mero entretenimiento, un alto en el camino, una parada en postas para tomar aire ante futuros proyectos más elaborados.
Peca la película de Aronofsky de un argumento ciertamente poco original. Tras la visita de los dos secuaces, Hank se ve envuelto en una serie de situaciones consecuencia de una guerra entre dos bandas que tratan de apoderarse de un botín que parece haber desaparecido.
Ya el título original de esta película nos da una pista de lo que se trata. Hank tendrá que mover los hilos para escapar a la doble trampa en la que le ha involucrado Russ. El problema es que, en ese recorrido hasta encontrar una salida, Aronofsky fía la supervivencia de su criatura, en un primer término, a una serie de giros de guion muy previsibles, perdiendo un efecto sorpresa realmente necesario para sostener la atención del espectador.
Tampoco ayuda mucho, en este sentido, los 107 minutos de duración de un trabajo al que le habría venido bien el recorte de algunas páginas de un libreto que, a falta de una motivación realmente poderosa que apuntale su trama, cae con frecuencia en una cierta redundancia que acaba dilatando innecesariamente la presentación de esas situaciones clave para su desarrollo dramático.

Por mucho que Aronofsky lo disfrace con una serie de golpes de efecto visuales, de los que hablaremos, estamos ante un texto con una estructura clásica que no requería de más filigranas que ceñirse a la molla del argumento.
Así, y aunque trate de disimularlo, ‘Bala perdida’ nos presenta al héroe de siempre, un perdedor cuya vida se ve trastocada por las circunstancias. Hank es un hombre perseguido por un pecado pasado que ha condicionado toda su vida. Las vicisitudes por las que va a pasar, sin embargo, le mostrarán la vía hacia su anhelada redención.
Como escenario de fondo, Aronofsky nos presenta una sociedad corrompida por el dinero y la sombra de una idea del éxito asociada a este. Debajo de todo, se encuentran, ocultos, muy ocultos, los verdaderos valores. Como trata de hacerle entender Yvonne, su novia, el problema de Hank no es tanto su estilo de vida, sino hasta qué punto ese estigma del pasado lo mantiene en un estado de parálisis existencial.
A esta (muy) sencilla trama, Aronofsky ha querido sobreponer una serie de recursos que, como decíamos, serian mejor valorados si estuviéramos ante un director principiante, pero que, en su caso, no están a la altura de su filmografía (por otra parte, y dejando de lado el caso que nos ocupa, algo sobrevalorada en opinión de este cronista).
El primero de estos recursos recae sobre la construcción de personajes secundarios. Tras la presentación de Hank, irán pasando ante nuestros ojos una galería de individuos a cada cual más extravagante. Se llevan la palma, en ese sentido, la banda que se enfrenta a los secuaces que van a visitar a Hank, dos sujetos con pinta de judíos ortodoxos cuyo aspecto, en apariencia gentil, esconde a dos despiadados asesinos sin el más mínimo escrúpulo.
Este contraste entre apariencias y fondo dará pie para que Aronofsky desarrolle el otro recurso en el que va confiar el éxito de esta propuesta: el humor. Un humor que, a su vez, se mueve en tres líneas de tensión. Por un lado, tenemos unos diálogos rápidos y chispeantes. De otro, una consecución de escenas que saltan de una a otra a gran velocidad, provocando choques humorísticos en el juego de contrastes entre ellas o los cambios abruptos de plano.

Y la última línea de tensión corresponde a un uso descacharrante de la violencia que emparenta este trabajo a una pieza de género hardboiled o un pulp post-moderno algo pasado de vueltas. Aquí lo que se dice morir, muere casi todo el mundo y no precisamente de forma agradable.
Este empleo de la violencia, sin embargo, deja un regusto amargo en el viaje de este héroe. No desvelaremos nada, simplemente dejaremos caer que, a consecuencia de ciertos hechos, la cinta nos deja algo desconcertados, hasta el punto de llegar a preguntarnos si, al final, nos sentimos realmente satisfechos con el resultado final.
¿Es nuestro héroe un héroe realmente? ¿En qué posición deja su periplo al espectador? ¿Sale Hank victorioso de las pruebas a las que acabará sometido o es solo un oportunista que se ha aprovechado de ciertas situaciones? ¿Cuál es, finalmente, su mérito? Ahí quedan las preguntas.
Pero quizá el problema mayor que tenemos con todos estos juegos de contrastes, diálogos supuestamente ingeniosos, situaciones y personajes extravagantes, es que nos remiten de cabeza al cine de los hermanos Cohen en piezas como ‘Quemar después de leer’ y tantos otros títulos de su exquisita filmografía.
Y aquí, de nuevo, nos reafirmamos en nuestra primera idea. Y es que, si estuviéramos ante un director primerizo, podríamos jugar la baza del homenaje y disculpar la inevitable comparación, pero no es el caso, de ahí que la película decaiga también por ese lado.
Podríamos decir que la carrera de Darren Aronofsky se ha construido sobre una serie de ejes. El primero de estos ejes son unos personajes atormentados que caminan en el filo de la vida. Esa situación de desagarro interior provocada por la propia condición de partida de dichos personajes y un entorno hostil que va a llevarlos al límite, sirve también de acicate para una puesta en escena de gran nervio interno.
Hank podría ser otro de esos personajes, pero le falta ese punto desgarrador, esa energía tan propia de su cine, al no ser capaz el libreto de la película en sustanciar un conflicto suficientemente poderoso. Hank vive anclado a aquel pasado que no pudo ser. Si hubiera hecho las cosas de otra manera, si hubiera tenido más cuidado aquel día, todo habría sido diferente y quizá habría logrado sus sueños.
Pero esa línea dramática no logra palpitar en una narración demasiado pendiente de una trama de thriller de novela de bolsillo que se apodera de los aspectos psicológicos de la cinta, por muy livianos que sean. Para recalcar esta falta, Aronofsky recurre a una serie de flash-backs que nos pondrán en antecedentes de esos hechos del pasado que atormentan a Hank.
El problema es que esta línea temporal no parece tener gran incidencia en el presente cuando no ocurre que, como decíamos a propósito del conjunto de la historia, estos resultan recurrentes, dejando que la cinta caiga en un juego demasiado transparente y reiterativo hasta perder toda su potencia estética y dramática.
En este sentido, iremos comprobando cómo Aronofsky resuelve visualmente las escenas con solvencia profesional, pero sin ese toque propio que elevaba su trabajo a otro nivel, sobre todo para ese espectador ávido de sorpresas, cayendo finalmente en una cierta monotonía que sin duda proviene de la propia corrección de la propuesta. Pero eso no quiere decir que el autor de ‘El luchador’ no nos regale un par de momentos memorables, especialmente si vemos esta película en la pantalla grande.
El primero de estos momentos, lo encontramos en una de las secuencias de persecución. Acosado por los mafiosos, Hank escapa por una de las ventanas de su apartamento. Decidido a llegar hasta la calle antes que sus perseguidores, toma la escalera que recorre la fachada del desvencijado edificio en el que vive y desciende a toda velocidad.
En ese momento, la cámara se acerca a él desde un vuelo de pájaro (suponemos que usó un dron) desde varios edificios atrás. En la sala de cine, volamos con la cámara y Aronofsky nos ofrece un punto de vista nuevo y original de un espacio mil veces rodado en el cine.
El otro momento, lo encontramos en el accidente de coche que cambiará la vida de Hank. En esta escena (que tendrá su reflejo en el futuro, como si se tratara de una predicción), Aronofsky coloca la cámara en un punto bajo y con el uso del efecto de slow motion deja que el amasijo de hierros abrace al espectador. Una lástima que el resto del metraje no esté al mismo nivel. De haberse tomado la propuesta con un poco más de desenfado, habría logrado una pieza más vibrante.
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