Alfaro. Laboratorio de forma escultóricas
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán, 23. Valencia
Hasta el 3 de febrero de 2019
“Esta es la exposición más ambiciosa que se ha presentado nunca, para dar a conocer al público ese aspecto experimental e íntimo de Alfaro”, a quien Tomás Llorens, comisario de la muestra junto a Boye Llorens, calificó como “uno de los más importantes escultores del siglo XX”. Las 89 piezas de que consta la exposición Alfaro. Laboratorio de formas escultóricas, que la Fundación Bancaja acoge hasta el 3 de febrero de 2019, ilustran su larga trayectoria comprendida entre los años 1958 y 2000. Una trayectoria marcada por “su apertura” a la hora de “inventar continuamente nuevas formas y de experimentar con materiales”, destacó Llorens, para quien Andreu Alfaro (1929-2012) era un escultor de una imaginación inagotable.
La fascinación que profesó por el novelista y dramaturgo alemán Goethe puede servir para dibujar el perfil del propio Alfaro, según explicó Llorens: “Vio en él esa combinación entre instinto y razón, esa dicotomía tan marcada y tan fascinante, que le permitió reconocer algo que estaba en su propia personalidad”. Esa “curiosidad infinita”, agregó el comisario, la percibió igualmente “en Joan Fuster como trasunto de Goethe”. El considerado padre del romanticismo acuñó esta frase también reveladora de la trayectoria de Alfaro: “La vida pertenece a los vivos y el que vive debe estar preparado para los cambios”.
Cambios que constituyen otro de los rasgos definitorios del escultor valenciano. “Es un artista difícil de categorizar, de etiquetar, y, como se sale de ellas, los críticos, que suelen ser muy rutinarios, no pueden seguirle. Todos los virajes y exceso de creatividad a lo largo de su trabajo son difíciles de asimilar por la crítica”. Y Tomás Llorens fue enumerando, de forma pausada y exhaustiva, cada uno de esos cambios o virajes. “En su primera etapa, que coincide con el ecuador del franquismo, practica una experimentación formal, sintáctica, que enlaza con la tradición constructivista”.
Luego, a comienzos de los 60, Andreu Alfaro, siempre según el comisario, “da un giro en el que a la dimensión formal añade un componente de compromiso con la comunidad”. Y eso se manifiesta en sus “emblemas”, sintetizados en sus famosas generatrices o “superficies regladas conocidas en el ámbito de la ingeniería” y a las que Alfaro les otorga de una “expresión más elegante”. A partir de los 70, sus esculturas públicas eran muy aceptadas, “pero su imaginación iba mucho más allá”. De ahí que pasara “de la tradición abstracta del siglo XX” a preocuparse “por los antecedentes de la escultura europea, sobre todo el barroco”.
Es en ese momento cuando se interesa por el universo de Goethe, recogido en la exposición, al igual que su serie en torno al jazz y los ángeles, para concluir en el contra minimalismo de finales de los 80 y 90. ”Se hace escultor historicista”, ahondando en la “sencillez y simplicidad del arte moderno”, pero “recuperando la riqueza del pasado histórico”. Un nuevo viraje en su abracadabrante trayectoria que da lugar a otro estimulante cambio, el que va “del objeto contemplado a la escultura pensada para apoderarse del espectador, obligándole a participar de su propio juego mediante trucos de perspectiva”, explicó Llorens.
“Ahí llega la imaginación de Alfaro a su punto de máxima intensidad”, subrayó el comisario. Andrés Alfaro, hijo del escultor, reconoció haberse emocionado con el montaje de la exposición, porque sentía como si “estuviera controlada por mi padre, al haber captado su espíritu”. Espíritu cifrado en la disposición de las piezas, precisamente ubicadas “para ser visibles desde todos los ángulos”. Una visibilidad ampliada en la escultura Homenaje a Platón instalada frente a la fachada de la Fundación Bancaja, obra de gran formato que contrasta con las de menor tamaño del interior de la exposición, que completa el audiovisual Visión urbana de Alfaro, dirigido por Vicente Tamarit y producido por Mediterráneo Media Entertainment y Marben Media.
Esa dimensión mediana y pequeña de la muestra es la que evoca el Laboratorio de formas escultóricas del título. Una mirada íntima y cercana de la obra de Alfaro, que permite al espectador sumergirse en su taller, brevemente subrayado mediante una treintena de maquetas o bocetos experimentales realizados con materiales frágiles. Más de 40 años de trabajo caracterizados por esa imaginación desbordante de la que habló Llorens, causa de su necesidad perentoria de cambios. Cambios que responden “a una imperiosa creatividad, generosidad y entrega en su obra”, enfatizó el comisario.
Salva Torres
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