Alba Flores

#MAKMAAudiovisual
‘Flores para Antonio’, de Elena Molina e Isaki Lacuesta
En homenaje a Antonio Flores
Reparto: Alba Flores, Lolita, Rosario Flores, Ana Villa, Antonio Carmona, Ariel Rot, Joaquín Sabina, Silvia Pérez Cruz, Elena Furiase, Antonio Flores y Lola Flores
Música: Alba Flores, Silvia Pérez Cruz
Fotografía: Juana Jiménez
98′, España, 2025

Para muchas generaciones, la figura de Antonio Flores representa una parte importante de su educación sentimental. Hijo de la cantante Lola Flores, esa ascendencia artística lo colocó de manera casi anticipada, antes incluso de su nacimiento, en el ojo de las miradas públicas. Como su madre, Antonio pronto decidió que su mundo era la música, cosechando grandes éxitos comerciales con canciones como ‘No dudaría’ o ‘Gran vía’, además de otras colaboraciones con su hermana Rosario.

Pero con la misma rapidez con la que conoció el éxito Antonio Flores dejaba este mundo. La depresión por la muerte de su madre y su adicción a las drogas parecían combinar una serie de circunstancias que lo condujeron a un trágico final. Aunque a muchos el recuerdo nos traicione y hoy pueda sorprendernos, solo tenía 33 años. Antonio Flores dejaba detrás a sus hermanas, varias mujeres y a su hija Alba, que entonces era una niña de apenas 8 años de edad.

Varias décadas después, aquella niña, convertida también en artista, escarba en el pasado para construir una imagen más nítida de aquel hombre cuyo perfil queda ya difuso en su memoria. De la mano de los realizadores Isaki Lacuesta y Elena Molina, Alba Flores busca entre los recuerdos de familiares y conocidos quién fue ese hombre que se marchó privándola de tantos momentos juntos.

‘Flores para Antonio’ se presenta, así, como una película que es, de un lado, una hagiografía sobre el hombre, Antonio Flores, el artista, y por otro como una búsqueda, la de aquel padre, aquel hermano, aquel hijo.

Buceando entre sus virtudes, pero también entre aquellas debilidades que quizá lo llevaron a aquel último momento, Alba Flores trata simplemente de comprender o, como nos cuenta en esta entrevista, de despejar sus propias dudas, de aprender a convivir con una ausencia ya inevitable. ‘Flores para Antonio‘ se estrenaba en salas comerciales el pasado 28 de noviembre.

Alba Flores, tras la entrevista en los Cines Lys de València. Foto: Fernando Ruiz.

La película lleva un tiempo en cartelera y parece que está aguantando, que no es poco mérito para un documental. ¿Cómo está siendo la recepción?

Pues está siendo maravillosa. Como estoy haciendo muchos coloquios, estoy teniendo la oportunidad de hablar mucho con el público una vez que salen del visionado, y la gente sale muy conmovida, muy movida.

También se les hace muy grato conocer de manera más extensa a mi padre y eso para mí ya es una satisfacción enorme. Pero también salen muy reflexivos, con sus propias historias, las de sus familias, sus propios duelos, y eso me parece algo bonito, la verdad.

En esa reacción, entran en juego dos elementos: uno, la propia película como relato en sí, y otro el recuerdo o la figura de tu padre. ¿Qué dirías que deja más huella en el espectador?

Yo creo que depende de quién. Para cada espectador es de una manera. También hay quien no conoce nada de mi padre, sobre todo espectadoras y espectadores más jóvenes que, de repente, descubren a un nuevo artista del que no sabían nada y que resulta que les gusta.

Creo que a las personas que ya vivieron con plena conciencia todo el momento en el que mi padre tuvo más éxito, con su último disco y luego con su muerte, les golpea más la parte de la película que tiene que ver con su figura, y a la gente un poco más joven, que se puede identificar conmigo, les golpea más el viaje que yo hago, el viaje familiar, digamos.

La película está dirigida por Isaki Lacuesta y Elena Molina, pero yo te confieso que, mientras la estaba viendo, me olvidé de eso y te puse a ti al frente, quizá por ese “yo” que habla y que se dirige al espectador. Te quería preguntar cómo fue esa relación entre los tres porque, por un lado, hay una autoría, pero la que buscas algo aquí eres tú. ¿Cómo fue ese proceso de decidir qué contar?

Bueno, para mí fue muy natural, pero, a la vez, nunca había trabajado así en el audiovisual. Me recuerda más a los procesos que he hecho en el teatro, por ejemplo, en los que hay algo más de creación colectiva. Esa es la sensación. Siempre sabiendo, por supuesto, en qué tienen autoridad Elena e Isaki, que son dos pedazos de directores de cine como la copa de un pino.

Pero, dentro de eso, ellos decidieron y me propusieron desde el principio que el viaje fuera a través de mi propia búsqueda personal, y yo me puse a su servicio. Lo que yo hacía era compartir con ellos mis preguntas, mis intríngulis, mi proceso, y ellos lo iban tomando todo y lo iban aprovechando para la película; proponían por dónde llevar el guion, las conversaciones, las preguntas, con quién hablar…

Ha sido, sobre todo, una película que se nos ha revelado, porque al principio no sabíamos que íbamos a tener unas conversaciones familiares tan potentes, y eso pasó por encima de todas las expectativas que tuviéramos. Yo creo que los tres estábamos muy atentos a acompañar a esa película que quisiese ser.

Alba Flores, en un momento de la entrevista en los Cines Lys de València. Foto: Fernando Ruiz.

¿Fue fácil el consenso a la hora de tomar decisiones?

Súper. Y en las cosas que no estábamos de acuerdo, han sido discusiones divertidísimas; detalles de montaje: este plano sí, este no, este archivo sí, este otro no, etc. Ha sido más divertido que otra cosa. Y, para mí, también muy instructivo.

Hace poco entrevistaba a Irati Gorostidi, directora de ‘Aro berria’, estrenada la semana pasada, y comparaba su película con ‘Romería’, de Carla Simón, en el sentido de que estamos ante dos mujeres que van a buscar la historia de sus padres casi al mismo momento, a ese final de los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado. Pensando en tu película, ahora también te sumo a ti. Seríais ya tres mujeres que hacéis el mismo recorrido. Parece que los 80 siguen marcando de una manera muy fuerte el presente. ¿Qué dirías que os impulsa?

Yo creo que es porque las personas cuyos padres fueron jóvenes en aquella época ya vamos teniendo una madurez y muchas ganas de contar nuestras raíces, nuestras propias historias con una revisión diferente. Creo que tiene que ver con el paso del tiempo en nuestra generación, de las que hemos nacido en los 80 y los 90.

Diría que uno de los temas de la película es el peso de un apellido, Flores, que marca a tu familia. Por lo que contáis, es obvio que le pesaba a tu padre, pero ¿cuánto te pesa a ti? Aparte de esa búsqueda de quién fue tu padre, en la película también parece que hay un intento de conciliarte con ese peso.

Cuando sale esta cosa del peso o la presión (cada uno lo llamáis de una manera), que tiene que ver con ser de la familia, yo siempre digo que no es tanto desde dentro como desde fuera. Desde dentro de la familia yo no siento una presión de tener que ser de ninguna manera.

De hecho, si me comparo con otras personas anónimas de las que conozco sus historias, creo que en los Flores hay bastante manga ancha y muchísima libertad para ser. Creo que la extrañeza viene más de ser tan conocidos de puertas hacia afuera, de que todo el mundo te tenga ubicado o tenga unas expectativas sobre lo que se puede esperar de ti. O tenga también prejuicios o proyecciones sobre tu persona porque estás expuesto.

Creo que con eso sí que tenemos que lidiar como familia. Es eso, que se junta el hecho de que somos una familia y que todos somos muy conocidos. Eso sí, Isaki y Elena te dirían (ahora que tengo su opinión muy presente porque han hecho un repaso de mi historia familiar enorme) que, dentro de todo, somos muy particulares porque no hay tantas familias en las que haya tantos miembros que conocidos desde hace tanto tiempo y que hayamos compartido también tanto de nuestra vida.

O sea, que no es solo nuestra producción artística, sino que la gente también sabe de nuestra vida, todo el tiempo. Bueno, es como ser de un pueblo chico. A veces es “pueblo chico, infierno grande” [risas], pero yo he llegado ya en una generación en la que, si le sumo la experiencia de quienes me han precedido, tengo muchas más herramientas para ubicarme.

Pero, desde luego, sobre esta cosa del peso también tengo la sensación de que quejarme tampoco sería justo porque siento algo como de pobre niña rica o algo así. No es lo mismo, pero sí que me he tenido que hacer preguntas en la vida que otras personas no se las tienen por qué hacer.

La película te incita a pensar en la búsqueda de una ausencia. Pero una ausencia que, por esa condición de ser famoso de tu padre, está muy presente. ¿Cómo has lidiado con esa doble identidad de esa ausencia?

Bueno, hay algo en la peli que tiene que ver con ser dueña de mi propia historia. Aunque esté muy presente, hay una diferencia entre que tu historia tenga el poder sobre ti o que tú tengas el poder sobre tu propia historia. Son dos cosas diferentes.

Y creo que, a nivel personal, ese es uno de los ejercicios de la película, el que mi historia se convierta en mi patrimonio, que es muy diferente a estar afectada, influenciada, condicionada por esa historia. Porque cuando hay conversaciones pendientes, cuando hay cosas que no has podido expresar o decir, eso tiene muchísimo más poder sobre las personas y, de alguna manera, las puedes manejar mucho mejor y colocarlas en un sitio más sano para ti. Yo creo que el proceso tiene que ver con eso.

Rosario Flores y Lolita, en un fotograma del documental ‘Flores para Antonio’, de Elena Molina e Isaki Lacuesta.

Aparte de ti, la película tiene otras tres protagonistas, que son tus dos tías, Lolita y Rosario, y Ana, tu madre. En ese contexto, pensaba que tienes que tener mucha confianza en ellas porque, de alguna manera, son las que atesoran la verdad.

Efectivamente.

¿Cómo has lidiado con eso? ¿Te has cuestionado en algún momento esa verdad?

Bueno, sí. Me he hecho muchas preguntas en el sentido de ¿qué vamos a hacer con la verdad en todo este asunto? ¿Intentamos encontrar alguna verdad? ¿Qué lugar tiene la verdad? De hecho, había veces, relatos en los que, en cosas muy tontas, se contradecían. Pero, en realidad, la mayoría de las veces ese relato es bastante consistente.

Tampoco me parece que esto sea “todo es verdad”. Quiero decir que, al final, la verdad se enriquece de los puntos de vista de las diferentes personas que vivieron los acontecimientos y que le vivieron a él. En la pregunta de intentar llegar a una verdad de ese “quién es él”, es que él es todo eso y más.

Quiero decir que creo que todo el mundo ha hecho un ejercicio de honestidad, de intentar transmitirme de una manera lo más honesta posible lo que vivieron de mi padre para intentar que yo me haga una idea y, al final, lo que he tenido son muchos testimonios diferentes que me hacen poder verle en más de una dimensión.

Mira, sobre la verdad, hay un asunto al que le di bastantes vueltas, esto de que, de pequeña, me dijeron que se había muerto de pena. Fue entonces cuando decidimos que igual lo que pedía la película era pedir y leer su autopsia, como si esa verdad empírica fuese a ser una verdad más grande que lo que me dijeron de niña.

Y luego, cuando la leí, pensé: no. Es una verdad empírica que complementa todo lo demás que me han dicho. Pero la verdad empírica de la autopsia sin el relato que me dijeron de pequeña de que se había muerto de pena también estaría coja, porque eso también era verdad y es verdad.

Entonces, es un bonito ejercicio de ir encontrando los matices, los colores, porque, al final, la vida de una persona es una cosa muy compleja, muy grande, que no se puede resumir en una película. Es decir, si la semana que viene me pongo otra vez a hacer preguntas a las mismas personas, seguirán apareciendo matices diferentes. Esta es la impresión más grande que hemos podido tener de mi padre en el tiempo y con los recursos que hemos tenido.

En la película, tus tías te preguntan y tú te preguntas también en qué momento decides hablar sobre esta cuestión con el resto de la familia. Si no recuerdo mal, respondes que no lo habías hecho antes por pudor o respeto hacia los demás. Pero yo quería preguntarte por ti. ¿En qué momento dices: “Ahora es el momento, ahora voy a por ello”?

Es que me ha pasado, yo no lo he decidido. No ha sido una decisión en plan “yo creo que este año lo voy a hacer”, para nada, ni este mes ni ahora que vamos a hacer la película. El proceso empieza con Isaki y Elena proponiéndome “vamos a hacer esto”, y yo compartiendo con ellos que tengo mis preguntas y que me gustaría hacerme una idea más nítida, más definida de quién era mi padre; y que ellos me propusieran poner eso como hilo conductor de la historia, del guion, del documental.

Luego, tuve que aceptar y decidir que tenía que hablar con mis tías y, en ese momento, rodando con mis tías, con ellas diciéndome “nunca nos habías hablado de esto”, me doy cuenta de que, efectivamente, nunca les había hablado de esto. Y, entonces, digo: “Ah, pues mira, va a ser hoy y delante de un montón de cámaras [risas] con un equipo de rodaje. Lo estoy haciendo así. No me había dado cuenta, pero ¡qué necesario!”.

Lo que sí que he tenido que decidir ha sido que quiero dedicarle tiempo a la memoria de mi padre. Ahí sí que hubo una decisión. ¿Qué hago? ¿Dejo que hagan un documental, ayudo y lo dejo en manos de otras personas o me meto a saco en esto? Y ahí sí que gracias a que Isaki me dijo: “Yo no voy a hacer esto si tú no estás conmigo porque, si no, no tiene sentido para mí, porque yo soy tu amigo”. Entonces ahí dije: “Bueno, pues será que me toca». Lo sentí así, como “será que me toca”.

Antonio Flores y su hija Alba, en un fotograma del documental ‘Flores para Antonio’, de Elena Molina e Isaki Lacuesta.

En el documental, alguien dice que a tu padre le dolía el mundo. ¿Cómo se soporta esa carga? ¿Hay algo de ese dolor del mundo que te ha pasado a ti a través de su historia?

[Resopla] Yo creo que ahora mismo hay muchísima gente a la que nos duele el mundo, ¿no? Y tampoco creo que mi padre fuera el único al que le dolió ese mundo en su día. Creo que [resopla] en eso estamos viendo cómo seguir ilusionados con que las cosas puedan cambiar e intentar no perder la esperanza, las ganas de celebrar la vida ante el sufrimiento del mundo, que no es poco ahora mismo.

En la época de mi padre había unas guerras y unos acontecimientos que le hacían sufrir a él, y ahora hay otros que yo creo que nos hacen sufrir a muchas personas. Es más, una diferencia entre la época de mi padre y hoy día es que creo que hoy tenemos más imágenes del sufrimiento porque hemos visto las guerras muchísimo más cerca y con muchísima más nitidez que nunca antes en la historia.

Creo que [resopla] estamos en un momento en el que a la gente que le duele el mundo nos está doliendo fuerte, y hay otra gente que, por mecanismos de defensa, está totalmente anestesiada.

Hay dos cualidades que definen la personalidad de tu padre a lo largo de la película. Unos lo describen como un hombre de gran sensibilidad y otros como un hombre también de grandes inseguridades. ¿Cuál es tu veredicto? ¿Cuál de esos dos extremos lo definen mejor? ¿Son las dos cosas a la vez o es esa, precisamente, la complejidad de vivir?

¿A ti te parecen dos extremos diferentes? A mí me parece que lo uno y lo otro va superacompañado. Creo que la gente con una gran sensibilidad tiene también muchas veces grandes inseguridades porque, cuando eres sensible, notas mucho el juicio ajeno y los inputs que te llegan penetran más en el tejido.

Algo que a mí me flipa de mi padre, de esas cualidades que tenía que parecen contradictorias, pero que no lo son, es precisamente su sensibilidad y lo salvaje que era. Tenía esas dos cosas. Era un hombre muy sensible, sobre todo, para un hombre de su tiempo, con la educación de los hombres en aquella época.

Era un hombre muy muy sensible y, a la vez, muy salvaje, muy libre, como muy animal, en un sentido bello de la palabra. Y a mí esta mezcla que tiene mi padre me parece que es muy particular y muy bonita.

Alba Flores, en un momento de la entrevista con Gerardo León. Foto: Fernando Ruiz.

La película a mí me plantea dos interrogantes: uno tiene que ver con la relación que tuvo tu padre con tu abuela. En la película se dice que su relación era tan íntima que los dos “eran uno”. Pero, por otro lado, también siento que falta explorar esa relación precisamente por esa conexión con sus últimos días o con su final. ¿Hay algo que te quedó por indagar? ¿Algo quizá que pudieras reprocharle a tu abuela sobre esa relación?

A mí me habría encantado preguntarles a ellos, me habría encantado haber sido testigo de su relación para haber sabido más. Creo que las preguntas que te haces son las mismas con las que me puedo quedar yo. Por mucho que hemos preguntado sobre esa intimidad entre ellos, cómo era su relación o de qué estaba hecha, a mí sí que me habría gustado, no sé… Ojalá hubiese tenido algún archivo casero de una conversación entre ellos, pero no apareció. Eso me habría encantado, aunque igual aparece.

En esta película vivimos constantemente con la mosca detrás de la oreja pensando que ese archivo increíble iba a aparecer dentro de unos años [risas]. Me habría encantado entender mejor esa relación tan fuerte y tan potente.

Lo que sí que me han transmitido es que entre ellos había mucha conexión, mucha conversación. Eran una madre y un hijo que igual se acostaban a las tres de la mañana, hablando; que tenían conversaciones muy profundas entre ellos. Ojalá hubiera podido conocer eso un poco mejor. Y lo del reproche…

Yo de pequeña estaba enfadada con todo el mundo, evidentemente, y bien está que estuviera enfadada porque a una niña de 8 años lo que le toca, si le pasa algo así, es, como mínimo, enfadarse un poco. Y dentro de ese enfado, por supuesto, también estuve enfadada con mi abuela. Pero poco me duró.  

Quiero decir que, a medida que fui cumpliendo años y ganando mi visión de adulta, puedo comprender, joder, que la vida tiene estas carambolas y que hay algo que creo que nunca entenderemos. No creo que lleguemos nunca a la razón última de por qué se murió ella y quince días después se murió él.

Creo que hay una parte más misteriosa, de los movimientos de la familia, de cómo en los sistemas familiares las cosas se compensan unas con otras, se arrastran unas a otras. Yo lo he visto en muchos procesos de terapia. Y, bueno, hueles un poco que algo pasa ahí, pero no llegas a poder comprenderlo nunca como para escribir un libro y explicarlo [risas].

Supongo que si no le reprochas nada a tu abuela, tampoco a tu padre. Eso de “me parece muy bien tu dolor, pero yo también estaba ahí”.

Bueno, sí. Lo digo en la peli. Cuando era niña sí que estaba enfadada con él. Cuando se murió estaba enfadada con él, y después, a ratos me he seguido enfadando, pero porque forma también parte del duelo. La ira, ¿no? Uno de los estados del duelo es la ira. Lo he ido trabajando, por supuesto, y digamos que ahora conozco mejor ese estado, sé de qué está hecho, sé dónde están las trampas.

Es un estado que tampoco es el más útil de todos los del duelo [risas], pero es inevitable pasar por él y que te vuelva. O sea, que igual dentro de un año me vuelvo a enfadar por algo. Pero creo que es lo natural, son las olas del proceso que vuelven a venir, que se repiten. Siempre hay algo que te lo despierta, que forma parte de la experiencia de dolerse.

En este proceso, ¿dirías que has cerrado el caso o es como en esas novelas que, aunque completan un ciclo, quedan abiertas?

Creo que la ausencia, la pérdida y la carencia son insalvables. Ese dolor siempre va a doler. Otra cosa es cómo aprender a llevarlo o cómo tener más herramientas para llevarlo mejor, para rehabilitarlo un poco.

Si fuese un músculo que se me ha dañado, digamos que creo que he encontrado una buena forma de rehabilitarlo y ponerlo lo mejor posible dentro de las circunstancias, pero yo siempre voy a vivir bajo esas circunstancias.

Sería yo muy ingenua, muy naif, para mí sería muy inconsciente decir: “No, se cura; vamos, completamente”. No. Pero tampoco pasa nada. Se puede vivir, se puede disfrutar de la vida aun doliéndote los dolores de la vida.

Alba Flores
Alba Flores, posando en los Cines Lys de València, después de la entrevista. Foto: Fernando Ruiz.