Marco Caparrós

#MAKMAArte
‘Alquimia del alma’, de Marco Caparrós
Comisariado: Ata Gomis
Sala de Exposiciones Glorieta
Fundación Bancaja de Sagunto
Plaza del Cronista Chabret 6, Sagunt, València

Alquimia del alma‘ es el título de la exposición en la que Marco Caparrós muestra en Fundación Bancaja de Sagunto una selección de sus trabajos a modo de retrospectiva. Un título que viene a subrayar la tarea impuesta por el artista de que aflore en su obra el “conjunto de especulaciones y experiencias relativas a las transmutaciones de la materia” que, según la RAE, significa el término alquimia.

No solo eso, sino que, tratándose del alma que acompaña a esa alquimia, bucea en el interior de la mente para silenciarla, de manera que pueda oírse el latido de ese fondo telúrico que, en constante transformación, da forma a los sueños. Como apuntó Daniel Defoe, mundialmente famoso por su novela ‘Robinson Crusoe’, “el alma se coloca en el cuerpo como un diamante en bruto y debe pulirse o su brillo nunca aparece”.

Marco Caparrós lleva puliendo ese diamante, en forma de roca dura alojada en nuestro interior, desde su más tierna infancia, cuando dice que cayó en una fuente octogonal de su pueblo descubriendo, como en un tiovivo, una serie de escenas fantásticas pobladas de peces de colores y fondos marinos. Por eso, dice que alquimia “es lo bruto convertido en oro de manera simbólica”, que es “lo que ocurre con la persona cuando tiene un despertar”.

‘Universos interiores’, de Marco Caparrós, en la exposición ‘Alquimia del alma’ en Fundación Bancaja de Sagunto. Imagen cortesía del artista.

Desde aquel temprano despertar, Marco Caparrós no ha dejado de alumbrar escenas de un primer asombroso realismo, que luego ha ido dejando paso a un aluvión de imágenes tan desconcertantes como extrañamente familiares. Por seguir al psicoanalista Sigmund Freud, cuando advirtió precisamente la cercanía entre lo familiar y lo siniestro, diríase que la obra de Caparrós funde lo amable y lo inquietante, la calidez y la aspereza de lo real.

“Hay un momento de mi vida en el que noto que se produce un corte entre mi mente y mi mano, de forma que mi mano empieza a dibujar como si fuera por libre. Empecé a pintar con los ojos cerrados, dibujando y escribiendo cosas alucinantes, no teniendo ni que pensar”, afirma el artista.

¿Tiene que ver esta liberación de la mano, despegada de la mente, con la escritura automática de Salvador Dalí, cuando afirmaba que el surrealismo es destructivo, pero solo para romper las cadenas que limitan nuestra visión? Sí y no, apuntará Marco Caparrós.

“Lo mismo no es escritura automática, sino una bajada de información que localizo en mi interior. Conectas con ese ser interior tuyo y accedes a aquello que está en lo más profundo de ti”.

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De ahí que el artista, cuando echa la vista atrás mediante las obras expuestas en ‘Alquimia del alma’, observa un mismo hilo conductor; un cable de alta tensión que produce un cierto chisporroteo en el conjunto expositivo, como si aquellas primigenias profundidades marinas estuvieran conectadas por mar a como de un igualmente primigenio líquido amniótico materno.

“Sí, la verdad es que cuando miras hacia atrás en mi obra todo respira de lo mismo. Pinto la emoción que llevo dentro”. Una emoción que irradia tal cúmulo de energía que, a veces, le llega a sorprender al propio artista, como cuando explica que, pintando un bodegón con manzanas, “las que ponía encima del lienzo se mantenían en perfecto estado de conservación, mientras las que estaban fuera se pudrían”.

Marco Caparrós tiene la sensación de que albergamos dentro habilidades insospechadas, que solo la aceptación de ciertas rutinas, hábitos y costumbres neutras impiden desarrollarlas. En esto, diríase emparentado con el escritor Franz Kafka, cuando proclamó: “Un libro [el arte, en nuestro caso] ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros”.

‘Fluir reflejado’, de Marco Caparrós, en la exposición ‘Alquimia del alma’ en Fundación Bancaja de Sagunto. Imagen cortesía del artista.

“Somos mucho más de lo que pensamos”, resalta Caparrós. “No nos damos cuenta del poderío que tenemos”, añade quien considera el arte “un vehículo de canalización, un puente entre mundos; es la perfección de lo aparentemente imperfecto”. De ahí que sienta “la impecabilidad matemática en un universo de bacanales cósmicas”. “Es un estado de ánimo, de conexión, de esencias”, apostilla.

El conjunto de obras que presenta en ‘Alquimia del alma’, desde sus primeros bodegones, pasando por sus paisajes, miradas, damas de tres ojos, el fluir acuoso de los peces en oscuros fondos marinos o el video donde pinta con los ojos cerrados un gran mural, hasta llegar al amor, sus universos espirituales y la energía del Buda, todo ello está atravesado por un tiempo remoto que, cual trabajo arqueológico, permite vislumbrar las entrañas propias y de la naturaleza. “A mí me lleva a lo ancestral, a lo telúrico. Todo está vivo”.

Por eso su pintura es como una larga cinta métrica donde se van sucediendo pasajes oníricos que, de atrás hacia adelante y viceversa, permiten contemplar la vida como si fuera un carrusel de imágenes que exploran las transformaciones de la materia. Materia de la que están hechos los sueños. “Mi pintura -concluye Marco Caparrós– es un viaje de soledad, de conexión con la naturaleza, con otros mundos, otros seres”.

Marco Caparrós
Marco Caparrós, entre dos de sus obras en su estudio de València. Foto: Pepe Caparrós.