Nengudi

#MAKMAArte
Senga Nengudi y Maren Hassinger
Comisariado: Lucía Aspesi y Nuria Enguita
Coordinación: Raquel Gutiérrez
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, Valéncia
Del 22 de mayo al 2 de noviembre de 2025

Senga Nengudi (1943) y Maren Hassinger (1947) llevan décadas de mutua colaboración artística. Diríase, en general, que siempre han estado en danza, esto es, dándole forma a la vida a través del movimiento y de la reflexión en torno al tiempo que se inscribía en sus cuerpos. Pero, de manera más literal, ejerciendo la danza como vehículo privilegiado para sentir, mediante la tensión de materiales opuestos, cómo la naturaleza se transforma en cultura.

De hecho, Nengudi y Hassinger, sin que sus respectivas trayectorias artísticas confluyan en un mismo afluente de carácter litúrgico, sí podría aventurarse que se nutren de cierto sentimiento oceánico caracterizado por la supresión de límites y barreras. Como si la idea de “impermanencia”, a la que aludió Lucía Aspesi, comisaria junto a Nuria Enguita de la exposición que reúne su obra en el IVAM, vinculada a la danza y a la escultura que atraviesa sus trabajos, estuviera, paradójicamente, asociada al arraigo terrenal y a su volatilidad.

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O, dicho de otra forma: como si Nengudi y Hassinger, queriendo afirmarse en su condición de artistas afroamericanas, pusieran sus cuerpos al servicio de la naturaleza que les rodea –utilizando materiales como cuerdas, ramas de árboles, agua, arena o plásticos– para extraer de todo ello una experiencia atávica ligada al contexto más inmediato en el que se desarrolla su obra.

Que la exposición no lleve título alguno, se debe, como explicó Aspesi, a la intención de centrar la experiencia plástica no en cierta temática o hilo argumental, sino en las propias trayectorias de las artistas, subrayando con ello la íntima ligazón entre arte y vida que se da en ambas.

Imagen de una de las piezas de Nengudi y Hassinger, por cortesía del IVAM.

La imagen de una de sus esculturas performances –presente durante las intervenciones de Blanca de la Torre, directora del IVAM; Pilar Tébar, secretaria autonómica de Cultura, y la propia Aspesi– sirvió para caracterizar el trabajo de las artistas. “Sí, esta imagen lo dice todo. Hay una relación muy fuerte entre movimiento y escultura”, subrayó la comisaria.

En ella, se ve a Nengudi y Hassinger tramando una suerte de danza, con sendas mallas negras, condicionando su movimiento unas medias de nylon que, atadas a la pared y a sus respectivos cuerpos, parecen telas de araña de las que quisieran desprenderse. Si somos sujetos, en tanto sujetados a lo que Nietzsche llamó la cárcel del lenguaje, es evidente la tensión de quienes –en tanto artistas– buscan ampliar los límites de aquello que nos define, al tiempo que acota nuestra libertad.

“Encarna las transformaciones del cuerpo humano y cómo las formas se adaptan a las condiciones de existencia”, al tiempo que refleja “el movimiento y la energía localizados en sus cuerpos”, añadió Aspesi, para quien ambas artistas muestran “su relación con la naturaleza y el ecosistema”.

Una joven observa una de las piezas de la exposición de Nengudi y Hassinger, en el IVAM. Foto: Juan García.

De esta manera, lo orgánico y lo artificial, el orden y el caos, y, de nuevo, la naturaleza y la cultura, sostienen el pulso –condensado en esa imagen– que termina perfilando la narrativa poética del trabajo comunitario desplegado por Nengudi y Hassinger. Narratividad poética que excede al discurso que pudiera derivarse de una mirada cautiva por los límites del lenguaje, reducido a simple proceso comunicativo.

Como apuntan las comisarias en el texto que viene a resumir los distintos apartados de la exposición, “más allá de una reflexión ecológica contra el industrialismo y la incipiente conciencia climática”, en el caso de Maren Hassinger, prevalece “la tensión entre naturaleza y cultura, no como ámbitos opuestos, sino en su relación compleja, y por ello los materiales se transforman, superando su oposición”.

Y tal oposición queda ilustrada del siguiente modo: “La dureza del acero es maleable y dialoga con las ramas del árbol, que son resistentes y frágiles a la vez”. Como son resistentes y frágiles los cuerpos de Nengudi y Hassinger en esa danza por liberarse de las medias, al tiempo que aceptan la necesidad de sentirse sujetadas a aquello mismo que condiciona sus movimientos.

Vista de la exposición de Nengudi y Hassinger, en el IVAM. Foto: Juan García.

La exposición –que abarca performances como la citada, vídeos, textos, instalaciones y esculturas– se despliega a lo largo de cinco salas del IVAM, mostrando piezas con ramas de árbol, bolsas de plástico rosa infladas, destellos de luz verde contenidos en un video, pantallas donde se proyectan los procesos de tejido a máquina en fábricas textiles, danzas kabuki y ceremonias yorubas, o sacos de vinilo llenos de agua teñida con diferentes colores atadas a cuerdas colgadas de las paredes.

Todo ello podría resumirse en esta reflexión acerca de la importancia del viento en la obra de Hassinger, extensible al trabajo realizado conjuntamente con Nengudi: “El viento como metáfora y símbolo […] es una fuerza contra la cual luchar, pero, en su caso, también para bailar y abrazar; es una transcripción de espiritualidad, es aliento y transformación”.