Calígula, de Albert Camus
Traducción: Borja Sitjà
Dramaturgia y dirección: Mario Gas
Sagunt a Escena
Viernes 18 y sábado 19 de agosto de 2017
Demente, depravado, cruel, tiránico, incestuoso…La mala reputación de Calígula es tan compacta como un bloque de granito sin una grieta o resquicio ni a la bondad ni a la virtud. Pasó a la historia sobre un pedestal de vicios y perversidades que lo encumbran como uno de los gobernantes más nefastos de la antigua Roma junto a Tiberio o Nerón. En gran parte por méritos propios pero también por la tergiversación de historiadores como Suetonio que en su obra ‘Vida de los doce césares’ acentuó los rasgos más negativos de su personalidad para complacer a sus mecenas, Trajano y Adriano, enemigos acérrimos del dueño del veloz semental Incitato.
Pero Calígula era algo más que un tirano colérico y caprichoso propenso a hacer correr la sangre de sus súbditos. Detrás del monstruo se ocultaba un hombre lleno de contradicciones y debilidades que Camus exhumó en los años cuarenta en una pieza dramática que llega este fin de semana (18 y 19 de agosto) al Teatro Romano de Sagunto en un montaje de Mario Gas protagonizado por el actor catalán Pablo Derqui con una puesta en escena nada historicista, sin togas pero sí con coronas de laurel, de Paco Azorín.
Tanto Azorín como Derqui subrayan las afinidades entre el emperador romano y el actual presidente de Estados Unidos. «La arbitrariedad de sus decisiones, la simplicidad de sus mensajes, la pobreza de sus planteamientos, lo caprichoso de sus deseos y lo arcaico de su agresividad recuerdan mucho a Donald Trump», declaró Azorín en una entrevista de El Cultural.
Por su parte, Derqui considera que el magnate americano es «una extraña mezcla de Calígula y Enrique IV de Castilla», en referencia al hermanastro de Isabel la Católica, un rey pusilánime y dubitativo que él mismo encarnó en la primera parte de la serie Isabel. El intérprete confiesa que nada de su personaje le repugna. «Si bien es atroz en sus acciones, lleva en su interior una gran angustia y desasosiego. Cuando uno pretende acercarse a un personaje y vestirse de él, debe tratar de quererle, de comprenderle. Los actores somos fingidores profesionales. Preparamos, durante meses, un disfraz que luego mostramos en público. Más que contaminarnos, nos encariñamos de él. En este caso, bajo la dirección de Mario Gas nos interesaba mucho más la humanidad de Calígula, su sensibilidad. La extrema lucidez del que asume el dolor humano. Ese era el punto que creíamos que hacía brillar mejor al personaje, a la obra. Así creíamos también que lo entendió el autor».
Junto a ‘El extranjero’ y ‘El mito de Sísifo’, ‘Calígula’ forma parte de lo que Camus denominó ‘trilogía del absurdo’ que culminó bajo el influjo de los horrores de la II Guerra Mundial que dejaron a la Humanidad huérfana de ideales, al borde del abismo. De ahí la angustia existencial y el nihilismo que destila un texto construido en torno al personaje atormentado, el poderoso emperador incapaz de ser feliz. «La de Calígula es la historia de un suicidio superior», escribió Camus. «Es la historia del más humano y más trágico de los errores. Infiel a los seres humanos a causa de su excesiva lealtad a sí mismo, Calígula consiente en morir después de darse cuenta de que no puede salvarse solo y que nadie puede ser libre en contra de otros». ¡Nada, siempre nada!, estalla con su último aliento cuando los conjurados le dan muerte.
Estrenada con gran éxito el pasado 12 de julio en el Teatro Romano de Mérida, Calígula recrea en su escenografía la racionalista arquitectura del fascismo italiano. En concreto la fachada del Palazzo della Civilttà del Lavoro en Roma máximo exponente de ese estilo propiciado por el Duce. «Mussolini rescató la iconografía del imperio romano para ornamentar su régimen, pero nosotros no hacemos historicismo ni documentalismo del fascismo», dice Azorín. «Tampoco utilizamos togas como sugirió el propio Camus, aunque en España, cuando se ha montado esta obra, casi siempre se ha recurrido a ellas». Completan el reparto: Borja Espinosa, Mónica López, Bernat Quintana, Xavi Ripoll, Pep Ferrer, Pep Molina, Anabel Moreno y Ricardo Moya.
Bel Carrasco
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