NACIONAL III. Berlanga

Y Berlanga patentó la paella | Patricio Alvargonzález
‘Nacional III’ (1982, año de producción y estreno en España)
MAKMA ISSUE #04 | Centenario Berlanga
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2021

Como es de esperar en los Leguineche, el 23F se las trae al pairo. Ven el golpe televisado sin que les tiemble la tostada y solo el señor marqués padre hace una alusión melodramática al hemiciclo cuando pretende esquivar las artimañas sablistas de su hijo. “Pero, ¿por qué te has empeñado en trabajar, si en nuestra familia nunca hemos trabajado y nos ha ido divinamente?”, espeta Luis Escobar con ironía encastada a su infeliz vástago, que ha tenido la idea de patentar la paella.

Al señor Escobar le gustaba destacar que aquel era un personaje con el que guardaba considerables distancias, si bien Sol Carnicero –directora de producción de la ‘Trilogía Nacional’– me ha repetido en contadas ocasiones que Luis extrañamente dejaba improvisar el diálogo, excepto en el caso del señor marqués de las Marismas, que siempre aportaba el término preciso.

En ‘Nacional III‘ parece que Berlanga se deja contagiar por la actitud de sus personajes, lo que no resultaría nada extraño pues gran parte de los gags y situaciones descabelladas que vemos en pantalla nacen directamente de la realidad del director. Aunque no va por ahí la cosa. A Luis parece que empieza a darle igual el cuadro fílmico. Quiere divertirse, rodar, jugar y filmar en libertad. La película salta prácticamente de plano secuencia en plano secuencia, tantos que es imposible que adquieran la sofisticación de ‘Plácido‘ o ‘La escopeta nacional‘.

Centenario Berlanga
Portada de MAKMA ISSUE #04 | Centenario Berlanga. Diseño: Cruz más Cruz. Cartel: Cruz Novillo.

Y nace así lo que Miguel Marías denominó como “estética del chafarrinón”, donde los movimientos de cámara no siempre son delicados y el cuadro a veces aparece manchado por cables que se cruzan u objetos inoportunos y sucios.

Puede que tenga que ver el que fuera durante este rodaje cuando Berlanga descubrió el steadycam, dejando algunos planos para la historia, que ni Iñárritu se atrevería a copiar, como el de las escaleras mecánicas en la estación de tren, con obispo incluido. Aunque esto del plano ensuciado solo pareció importarle a algún crítico filmófilo, para los que también reparte en esta tercera odisea de los Leguineche, al situar a dos aficionados al cine aprovechando el tren de Lourdes para ir a un festival de cinéma cochon. Aflora así el erotismo de palabrita que tanto le caracteriza al director valenciano.

Esta estética algo chabacana, del pedo y la mascletá, le acompañará hasta el final de su carrera cinematográfica, llegando a su clímax en ‘Todos a la cárcel’ y dejando ‘París Tombuctú’ como un compendiado epílogo. Sin embargo, en ‘Nacional III’ existe todavía ese personaje de Luis Escobar que, aún cada vez más venido a menos, siempre mantiene un rictus aristocrático, denotando la corrosiva habilidad de Berlanga y Azcona para desgranar a todos los estamentos de nuestra ibérica sociedad.

Los Leguineche, aunque tengan muy clara su posición, no dejan de ser unos supervivientes, expertos advenedizos que permanecen estoicos –yo diría que hasta el día de hoy–. Y puede que sea en esta entrega en la que mejor se definen.

Berlanga. Nacional III
Cartel de ‘Nacional III’ realizado por Fernado Esparza para el proyecto ‘Berlanga Ilustrado‘.

Es casi un collage de escenas que funcionan como piezas únicas dentro de la totalidad de la película y que esgrimen, cada una de ellas, una función distinta en el comportamiento de estos singulares personajes. Desde la frenética entrada en la cocina de Paulita (la colosal María Luisa Ponte), donde un conejo desollado en vivo le recuerda al personaje de López Vázquez las sugerentes imágenes de ‘Repulsión’ (Roman Polanski, 1965) –he ahí una muestra extraña del Berlanga cinéfilo–, seguida por la escena del correo (característico Paco Merino), del que no se fían un pelo.

Esta idea –la de sacar el dinero de forma ilícita de la España socialista– le parecía a Luis la más atractiva de toda la saga. Y más cuando pudo toparse, deliberadamente, con la Iglesia en ese caritativo tren a Lourdes comandado por Pacheco (el genial Florentino Soria), personaje rescatado de ‘La escopeta nacional’, donde aparecía como cortesano de los democristianos.

“Muchos amigos empezaron a sacar su dinero por temor a los socialistas”, reconoció Berlanga, demostrando una vez más que su cine aflora en su sustantividad. En 1978 la marquesa de Villaverde, cuya perdigonada trasera ya había inspirado ‘La escopeta…’, había sido retenida en Barajas, camino de Suiza, con varias alhajas, monedas e insignias de solapa. “Pareces un general austrohúngaro”, le espeta Vilallonga a López Vázquez cuando, al quitarse la escayola –bajo la que había escondido el dinero–, le vemos en camisón y con todas las joyas de su mujer puestas.

Apenas tres años después del estreno de ‘Nacional III’ explotaría el distinguido “caso Palazón”, donde resultó que no eras nadie si no habías entregado alguna cantidad ilegítima al reputado diplomático. Marquesas, princesas, institutrices, todas habían temido la miseria socialista y, muy prudentemente, habían preferido optar por la evasión de divisas. Berlanga, una vez más, supo verlo.

‘Nacional III’ no es el final de la saga de los Leguineche. Si bien se escribió y planificó una cuarta entrega donde se les emparentaba con los Románov, la clave está en el cariño que, pese a todo, Luis Berlanga profesó por estos personajes, llegando a admitir que podría haberse dedicado a escribir las aventuras de esta familia ad eternum.

Volver a los Leguineche es volver a la picaresca, a la España de lo políticamente incorrecto, a la sociedad preprohibiciones, a Berlanga. Es volver a casa.

Patricio Alvargonzález
Guionista y escritor (esto último cuando no queda más remedio), autor de ‘Conservados en champán‘ (Espasa, 2021)

Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #04 | Centenario Berlanga (junio de 2021).