No Return, de Xisco Mensua
La Nau de la Universitat de València
C / Universitat, 2. Valencia
Hasta el 17 de septiembre de 2017
Hay una frase de Franz Kafka incluida en la exposición No Return, de Xisco Mensua, que viene a resumir el sentido último de la misma: “A partir de un cierto punto, ya no hay regreso posible. Este es el punto a alcanzar”. Tomándolo al pie de la letra, diríase que al autor de La metamorfosis le atrae la muerte, en tanto extremo último de la vida del que ya no hay vuelta atrás. Sin embargo, Mensua lo interpreta de otra manera: “Es un lenguaje alegórico mediante el cual Kafka juega con el equívoco. Yo lo entiendo como el sitio de llegada del artista, en el buen sentido, como un salto de acceso a cierta verdad”.
Es el salto que da el artista en la exposición que La Nau de la Universitat de Valéncia acoge hasta el 17 de septiembre. Una muestra que gira en torno a la pieza No Return, que viene a dar título al conjunto y con la cual ganó hace cinco años la Biennal Martínez Guerricabeitia. En ella, el artista de Rocafort muestra en un políptico de 12 elementos la idea de collage o secuencia cinematográfica que preside su introspección vital en torno a la muerte. Hay referencias a directores como Antonioni, Pasolini, Tarkovski o Rossellini, todos ellos caracterizados por la melancolía de su cine. Melancolía que atraviesa el conjunto expositivo.
“Vivo impresionado por la finitud. Supongo que como todo el mundo, lo que suele llevarnos al miedo de no hablar de ella, por eso a un enfermo no se le dice lo que realmente le pasa”. Mensua considera, no obstante, que la vida “es muy preciada por eso mismo”. De ahí que para él la muerte sea uno de los grandes temas del arte, como el tiempo, el amor y el desamor, porque nos colocan frente a ella para reflexionar acerca de sus evocaciones, “cosa que la ciencia no hace o lo trata de otra manera”.
Son múltiples también las referencias a poetas, filósofos y escritores. Por ejemplo, Ezra Pound, citado en la obra O My Songs, donde se inscribe esta cita: “Oh, canciones mías, ¿por qué miráis con tanta ansia y curiosidad los rostros de la gente? ¿queréis encontrar en ellos vuestros rostros perdidos?” De nuevo la melancolía haciendo acto de presencia “simbólicamente acompañada”, describe el artista, de múltiples objetos desperdigados a lo largo de la exposición a modo de emanaciones de ese pasado perdido: puertas, ventanas, una cama, estaciones de tren, paisajes y un reloj que sale al encuentro del visitante nada más entrar en la sala Martínez Guerricabeitia.
“El reloj pone inmediatamente en situación a la gente, porque es tiempo, es pintura y es un reloj parado”. El tiempo, la vida detenida y su representación. Xisco Mensua conjuga esos tres elementos para elaborar su trayecto por los diferentes espacios, cada uno de los cuales está presidido por tres polípticos: Noviembre, Collioure-Portbou y el mencionado No Return. Montajes de entre 12 y 20 piezas que luego son recogidos a su vez en el video Notas sobre el tiempo, a modo de concentrado en imágenes de la exposición.
La música que envuelve la muestra juega igualmente un importante papel, no sólo por el sonido ambiente y las alusiones a Mozart, sino por la obra de gran formato titulada Grabación, en la que se ve a un pianista (Glenn Gould) intentando “apresar el tiempo”, señala Mensua: “Es una imagen que me gusta”, aunque reconozca el artista no tener “nada de oído; tengo memoria musical relacionada siempre con los afectos”. Y ahí está Gould, obsesionado por captar en su teclado lo que el propio artista busca atrapar plásticamente: el tiempo que se fuga irreversiblemente.
Una vitrina con diversos elementos, cuyo título también juega al equívoco, No me des nada para recordar, y Ensayo para un theatrum mundi, realizado con pasta de modelar, evocan mediante objetos y escenas la vida que tanto más se nos escapa, tanto más se esfuerza el arte por aprenderla. Aunque del arte y la cultura, Walter Benjamin, otro de los citados junto a Antonio Machado, venga a decir en la pieza Tesis de Filosofía de la Historia: “No hay ningún documento de la cultura que no lo sea también de la barbarie”.
“Los Estados no hacen más que celebrar matanzas como cosa cultural de los pueblos”, subraya Mensua con relación a esa cita. De manera que la vida y la muerte se muestran a lo largo del recorrido en constante tensión. La muerte irreversible frente a la vida reflejada en la insistente tarea del artista por alcanzar ese punto de no retorno. “Actitud vital de que no hay vuelta posible cuando algo te sacude interiormente”, concluye el artista.
Salva Torres
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