Vicente Aleixandre. Velintonia 3

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‘Velintonia 3’, de Javier Vila Galarza
Guion: Javier Vila y Leticia Salvago
Con la intervención de Antonio de la Torre, Manolo Solo, Ana Fernández, Mona Martínez, Antonio Colinas, Rosa Pereda, Ricardo Barnatán, Vicente Molina Foix y Guillermo Carnero
Producida por Virginia Moriche y José Antonio Hergueta
En colaboración con Surnames Narradores Transmedia y MLK Producciones
109’, España, 2025

Bajo la poderosa sombra de una secuoya se alimentó la poesía que condujo a Vicente Aleixandre a ingresar en el olimpo de los Nobel. Aquel árbol regalado por el duque de Wellington prendió con éxito en el jardín familiar de la casa situada en los aledaños de la universitaria de Madrid para convertirse en símbolo y verdad de la poesía española.

Desde la muerte de Vicente Aleixandre en 1984, la etiquetada para siempre como ‘La casa de Velintonia 3’ ha sufrido los avatares que siempre sufren la poesía y los poetas: marginalidad, desencanto, dejadez, olvido… Y, finalmente, cuando ya nadie lo soñaba, resurrección.

Adquirida en fecha reciente por la Comunidad de Madrid, la vivienda ya era ruina con las huellas del esplendor aún presentes en sus paredes y sus suelos desnudos. Antes de que se reforme y convierta en museo necesario y lugar de encuentro para los adoradores de Aleixandre, del 27 y de la poesía española en general, la memoria que flotaba bajo su arquitectura ha sido preservada en un documental tan necesario como acertado y valioso.

‘Velintonia 3’ es precisamente el título de la película documental, producida contra viento y marea por José Antonio Hergueta y dirigido por Javier Vila, que realmente supera las definiciones habituales del género. Es documento de época, es habitáculo del espíritu puro de Aleixandre, es memoria de sus contertulios que vuelven al lugar de los hechos poéticos, es homenaje y denuncia; es todo eso y mucho más para elevarse, sin duda, sobre la categoría de hecho cinematográfico.

Velintonia 3. Vicente Aleixandre

Ya en su reciente trabajo sobre la Málaga de la guerra, ‘Caleta Palace’, demostró este productor malagueño que sabe cómo superar las hechuras habituales de este género con el fin de ofrecernos viñetas históricas redivivas para no solo preservar la historia, sino también para conmover al alma, que es la lógica final de estos productos que nos traen el pasado de forma viva al presente.

La fragilidad física de Vicente Aleixandre evitó que se fuese con los suyos, sus compañeros del alma y la poesía, al exilio. Entre las paredes de Velintonia 3, con los ecos del piano de Lorca, de los pasos sólidos de Miguel Hernández, de las confidencias de Neruda, de Salinas…; con todas aquellas voces perdidas o ausentes se encerró Aleixandre repleto de memoria.

La soledad enfrentada con valentía, la de ser un hombre de palabra que resistió a todo, incluso a la perdida de su nombre. Negado y proscrito, Aleixandre era un poeta en exilio interior, aislado, que no dejó que la barbarie derribase su muro de seguridad construido con palabras.

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Con la complicidad de su gran amigo Dámaso Alonso, que le acompañaría hasta la hora final, crearon ambos un fortín en la Real Academia Española a prueba de dictadura y de censura. La resistencia poética fue ganando adeptos que entraban en Velintonia como quien entra un ratito a buscar el consuelo de la mesa camilla de la libertad. En Velintonia se fraguaron libros, se cimentaron nuevos escritores, creció la libertad y el ansia de futuros. Ahí se recargó del futuro perdido la poesía española del resto del siglo XX.

Una estructura singular, con unos testigos de excepción, conforman este documento necesario sobre el espíritu que habitó en Velintonia 3, que tuvo su animador en Aleixandre, pero que gracias a su función magnética superó la visión de una sola persona.

Así queda de manifiesto en este trabajo por el que desfilan desde Colinas a Barnatán, Rosa Pereda, Molina Foix, Javier Lostalé y otros testigos de un momento literario, social y político que pudo quedar anegado y que ahora revivimos en pantalla como un pozo de agua fresca que estuvo retenido hasta que desbordó. Y, en esas, llegó el Nobel a las postrimerías vitales de Vicente Aleixandre; pero para honrar, antes de que fuese tarde, su poesía y la de toda una generación del 27; para honrar la perseverancia del exilio interior y a todos los que tuvieron que marchar.

Velintonia 3. Vicente Aleixandre
Fachada de la casa de Vicente Aleixandre en un fotograma del documental ‘Velintonia 3’.

Suenan las campañas a gloria, y sonarán finalmente a duelo, movidas por ese mago que es Llorenç Barber, que se une al homenaje de las musas a Velintonia y su eterno ocupante. Se incorpora a este vals circular de la poesía el rodaje del happening del singular campanero de las mil campanas que tañen por el poeta. Arranca al silencio sonidos como espuma poética que tocan el alma de los convocados a esta vigilia en honor del Nobel, en torno a la secuoya de Velintonia. Le viene el nombre por ser un regalo arbóreo del duque de Wellington.

En esta película de formato espiral, donde se dan vueltas y vueltas, pasando por el origen y estirando el círculo, aumentando el volumen de la historia, nunca salimos de la casa, con leves escarceos por las habitaciones, con paseos hasta el jardín.

Los visitantes, aquellos que lo fueron y ahora vuelvan al lugar, van desgranando la vida y la poesía del genio que finalmente aparece en grabaciones de añejos archivos, con la aureola del blanco y negro datando la época. El hombre convaleciente que perdió un riñón, que escribía los versos postrados en una cama, va ganando brillo mientras su imagen se va imponiendo sobre los años oscuros de la posguerra española.

Vicente Aleixandre. Velintonia 3
Vicente Aleixandre con su perro Sirio en el jardín de Velintonia 3, en los años 60.

Van desfilando por la historia los poetas amigos que le trataron y hablan de sus maravillas, de la persona y de sus poemas. Velintonia fue, efectivamente, un refugio donde todos ellos eran bienvenidos y donde se tramaba a la sombra del cedro la revitalización de un cadáver caído durante la guerra: el de la poesía del 27, el de la poesía de siempre, el que necesitaba resucitar la poesía del futuro.

Muerto Franco, llegó el notición del Nobel en 1977. Alexandre ya era oficialmente inmortal. Este ‘Velintonia 3’ recoge todos los hechos, pero es, sobre todo, un documento con alma. En este bolero que se va desplegando, se registran las vetas de la vida y de la obra del gran poeta.

Del gran surrealista en la sombra, el de las ‘Espadas como labios’; el romántico de ‘La memoria de un hombre está en sus besos’; el del recuerdo imborrable de los otros en ‘Olvidar es morir’ o ‘Los encuentros’; el imprescindible ‘La destrucción o el amor’; el que se agarraba a la vida eterna con ‘Sombra de paraíso’ o en ‘Historia de corazón’. Cuenta la película con la lectura sentida y matizada de la obra por Antonio de la Torre y Ana Fernández.

Aquel chico enfermizo que resistió contra viento y marea los envites de la censura, la desmemoria, la dictadura y las prohibiciones; el que perdió a los amigos de juventud y el que no podía ni mostrar sus poemas, superado el calvario y aupado a la gloria, ya se dejó ir.

Entonces, vemos en archivo, en colores de aquellos vídeos deshilachados de la tecnología de los años 70, cómo sus discípulos soportan el féretro, cómo sus admiradores le acompañan al cementerio, cómo España volvía al color tras los años en blanco y negro.

Los guionistas, claros conocedores de la obra y la peripecia humana de Aleixandre, han tenido la habilidad de construir sobre las paredes del viejo caserón un fresco que todo lo abarca. Leeremos siempre a Alexandre, y lo sentiremos en este bello poema visual del que su memoria estaba necesitada, para sentir las espadas como labios que susurran su poesía también hoy.