‘Hil Kanpaiak’ (‘Campanadas a muerto’), de Imanol Rayo
Con Itziar Ituño, Eneko Sagardoy, Yon González y Asier Hernández, entre otros
95′, España | Abra Producciones, 2020
Filmin

Imanol Rayo dirige su segundo filme, ‘Hil Kanpaiak’ (‘Campanadas a muerto’), un thriller vasco ambientado en el mundo rural que acoge la plataforma Filmin desde el pasado 8 de abril.

La aparición de unos huesos enterrados en el caserío de una familia humilde será el punto de inicio de esta truculenta historia de secretos, mentiras y fantasmas del pasado. Mientras una investigación policial intenta esclarecer el origen de los huesos humanos, la familia protagonista se tendrá que enfrentar a sus propios demonios cuando la frágil cordialidad en la que vivían se hace añicos. La campana de la ermita del pueblo doblará por más muertos.

Hil Kanpaiak, Campanadas a muerto, de Imanol Rayo

La película cuenta con la participación de actores de la talla de Itziar Ituño, Eneko Sagardoy o Yon González, como trío protagónico, y sobre los que recaerá el peso de una trama pausada y compleja que promete mucho al principio, pero que se va difuminando paulatinamente durante los 95 minutos de película.

Esta historia es un enrevesado puzle en el que los dramas personales y las rencillas familiares se entrelazan con asesinatos, venganzas y odios antiguos. Pero este puzle no es lo suficientemente atractivo para el espectador, que acaba por perderse antes de poder llegar a la clave del misterio y atar todos los cabos sueltos que el relato le ha dejado entrever por el camino.

Algo muy positivo de la película es su intención de alejarse de lo convencional y crear un lenguaje propio a través de recursos técnicos, como el fuera de campo, casi constante, que pone a trabajar al espectador, imaginando qué es lo que ocurre más allá de lo que se ve; o explotando los primeros planos de los personajes cuando no necesitan hablar para hacernos entender.

Pero lo estético y lo visual no encuentran respaldo en lo narrativo, por lo que el relato se ralentiza y se complica la labor de comprender lo que el director nos trata de explicar con escenas tan intensas y potentes como silenciosas e introspectivas. Los silencios son parte fundamental para la narración; son, de hecho, más importantes que las palabras, ya que los personajes no se comunican, no se entienden y, cuando lo hacen, solo pueden lanzarse reproches y hacerse daño

La trama va perdiendo fuerza a medida que se complica y el ritmo se vuelve extraño, mientras que los personajes se hunden en el fango de la tragedia y la soledad. La película nos habla de la incapacidad de superar una pérdida, del dolor por vivir en el pasado. Hay un esqueleto en el jardín, pero la casa está llena de cadáveres emocionales, de muertos en vida. El único que descansa es el montón de huesos que está enterrado, y es que esta es una idea que sobrevuela la obra; “la paz de los huesos”, una paz que solo alcanzan aquellos que ya no están y que se pueden liberar del sufrimiento humano.

Este thriller es destacable por su estética sombría y lúgubre, además de poseer una depurada técnica muy personal, lo que deja sabor a cine de autor, y que busca alejarse de la tradición para contar una historia propia de un modo diferente y visualmente muy llamativa. Es un oscuro laberinto en el que el espectador está solo y debe buscar la salida con pocas y confusas pistas que parecen no llevar a ningún sitio.

El final puede sentirse un poco precipitado, teniendo en cuenta la lentitud con la que se ha contado la historia, pero es justo y coherente con los personajes, con la trama y con el funesto y pequeño mundo rural que Imanol Rayo ha retratado con tanto cuidado.

Daniel Cámara