Actividades educativas del MACA. Museos. Educación

#MAKMAArte
Transformar el museo desde la educación
MAKMA ISSUE #08 | Entornos Museográficos
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2025

Hace unos seis años, Paquita (nombre ficticio), usuaria del programa ‘Reminiscencias. Arte y Cultura contra el Alzheimer’, en un avanzado estado de enfermedad, participaba de la actividad educativa propuesta frente a una obra de la artista valenciana Carmen Calvo titulada ‘Autorretrato’, de la colección Fundación Mediterráneo, depositada y expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante

Se trata de una obra muy especial dentro de la trayectoria artística de Calvo; en ella, en un ejercicio de desnudo y memoria, la artista relata su vida a través de una serie de objetos cuidadosamente seleccionados y dispuestos sobre un colchón forrado de seda. ‘Objetos inquietantes y surreales’, muchos de ellos cotidianos, unos más universales con los que identificarnos y otros, más personales, que relatan tiempos remotos o cosas que le han pasado en su vida: espejos, muñecas, máscaras, zapatos de tacón, abanicos, llaveros, flores, fajas, polvos de talco, cuchillos, cuernos, compás, regla o paleta de pintora… 

Entre todos esos objetos encontramos una plancha de hierro antigua y una pareja de muñecos de plástico, de los que se utilizan en lo alto de un pastel de boda. Eso fue suficiente para que ese día Paquita nos relatara, con todo lujo de detalles, cómo se cosió ella misma su vestido de novia, cómo lo planchó, cómo y dónde se casaron y dónde fueron de viaje de novios…, todo ello ante las lágrimas inusitadas de un esposo que no daba crédito. Su mujer hacía tiempo que no se acordaba de él, que no le reconocía y que parecía haber olvidado para siempre su vida en común.

Fue uno de esos momentos emocionantes que tenemos la suerte de disfrutar en el MACA tantas veces. Solo así el arte cobra sentido y se convierte en parte importante de la vida de las personas. 

Portada de ‘Entornos Museográficos’ | MAKMA ISSUE #08, diseñada por José Antonio Campoy.

Tal debe ser el propósito de los museos que guardamos y custodiamos objetos artísticos. Escapar de esa única gran misión que el discurso decimonónico impuso hasta casi ayer mismo: salas reservadas a un público erudito e iniciado donde impera el silencio. Escapar de esa mirada reduccionista que, en aras de la preservación, impide el acceso, el acercamiento y la accesibilidad universal al discurso artístico, a la información, a los artistas o a la obra de arte final. 

Solo así podemos entender el programa educativo y de mediación como una suerte de propósito esencial, de eje transversal que invade cualquier exposición, acción, propuesta o actividad en el museo y que cuestiona continuamente a la propia institución, poniendo en jaque sus discursos de poder, estirando sus límites (incluso los físicos) hasta romperlos y recuperándolos para la comunidad que habita el museo, que lo ha conquistado y convertido en un hecho cotidiano, en un lugar cargado de experiencia y emoción. Y que propone y exige participar en el relato, en la toma de decisiones, en la configuración misma de la institución.

Es el papel transformador de los procesos pedagógicos que se llevan a cabo desde el museo. Siempre con perspectiva de género. Siempre desde los discursos feministas. No cabe otra posibilidad: el museo no puede ser neutral y ha de tomar partido. 

Participantes en las actividades educativas del MACA. Imagen cortesía del museo alicantino.

Quiero pensar que el MACA, a través de su programa educativo, y sus numerosas propuestas pedagógicas y de mediación artística, se está convirtiendo en un museo valiente y desafiante, un territorio donde, entre todos, creamos contenido y transmitimos conocimiento. Pensar con lo que se aprende, provocar transformaciones y cambios, desplegar significados, garantizar la educación activa, propiciar la reflexión, aprender significativamente… Mientras se diluye la posición de autoridad y se procura el museo como espacio de encuentro. 

Ese es el futuro inmediato del museo: un cambio de actitud. Dejar de poner interés únicamente en las colecciones y poner al público, a ese universo de personas distintas y con distintas capacidades que lo visitan, que lo frecuentan, que lo utilizan, que lo viven, que lo reflexionan, lo bailan, lo escuchan, lo miran, lo leen, lo juegan…, en el centro del debate. Ejercer la educación y la mediación. Y, mientras, derribar barreras fomentando la participación, interactuando con las comunidades, reflexionando y debatiendo sobre los problemas del mundo contemporáneo y sobre los problemas del territorio más cercano… 

Quizá sea un programa muy ambicioso el que se está exigiendo a los museos, pero es el único camino posible. Y también creo que es el momento de los museos pequeños como el MACA (en tamaño y en presupuesto, que no en ambición y propuestas): están más cerca de las personas y pueden convertirse más fácilmente en espacios de transformación social.

Aunque cada cierto tiempo se cuestione, el museo es una institución eterna que va cambiando al mismo ritmo que se producen cambios en el contexto social y cultural que lo sostiene. Lo único cierto es que el museo es un territorio apasionante: un lugar donde pueden ocurrir todas las cosas posibles. Y donde caben todas las personas imaginadas.

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