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Diccionario Biográfico de Actores del Teatro Clásico
Teresa Ferrer
Festival Olmedo Clásico
“El teatro del barroco fue la primera cultura de masas”. La frase es del historiador José Antonio Maravall, pero Teresa Ferrer está completamente de acuerdo con ella. Apasionada de este periodo histórico, la profesora de la Universitat de València empezó a trabajar en 1995 en la creación del primer Diccionario Biográfico de Actores del Teatro Clásico, el DICAT, que vio la luz por primera vez en 2008. Pero recientemente el proyecto ha sido recuperado, actualizado y adaptado a los nuevos tiempos tecnológicos.
“A diferencia de lo que ocurre en los países de nuestro entorno, en España se conserva muchísima documentación en relación con el teatro de este periodo. Pero estaba muy dispersa y era difícil de reunir. Por eso componer el primer diccionario fue una labor tan compleja”, explica Ferrer, que ha hablado de su DICAT esta semana en las jornadas del Festival Olmedo Clásico.
Desde testamentos de actores (en los que se recogen sus pertenencias y, a veces, se mencionan trajes u objetos ligados a su actividad), hasta contratos de alquiler de las corralas, protocolos de formación del gremio, libros de cuentas, pleitos entre actores que permiten conocer sus modos de vida y hábitos… las fuentes de información son muy diversas. Y desde el año 2008 -cuando se realizó la primera edición del DICAT, en los formatos de entonces: una base de datos recogida en DVD- ha aparecido información nueva y nuevos soportes tecnológicos.
“En este tiempo la comunidad académica ha evolucionado también. En los años 90 había mucho recelo hacia este tipo de herramientas, pero esto ha cambiado por completo porque la política europea fomenta el acceso abierto de los resultados de todo aquello que recibe financiación pública”, explica Ferrer.

Hoy el DICAT está en formato abierto y puede consultarse en línea por cualquier interesado en https://dicat.uv.es. El visitante o el investigador encontrarán alrededor de 5.600 referencias de actores y profesionales del teatro clásico español que ejercieron en el periodo comprendido entre los años 1540 y 1700. Y lo que quizás más pueda sorprender a algunos es que una cuarta parte del total, unas 1.400 fichas, corresponden a mujeres.
“Las mujeres se incorporaron al teatro español, como actrices, pero también como empresarias en algunos casos, mucho antes que en otros países europeos”, explica Ferrer. Es verdad que en casi todas partes los papeles femeninos son inicialmente representados por varones jóvenes, pero, en España, desde muy pronto empiezan a subirse a los escenarios mujeres que, en la mayoría de los casos, son esposas o hijas de actores. La tradición de las sagas familiares del teatro arranca de lejos, como se ve.
Y así, mientras en la Inglaterra de Shakespeare, en los primeros años del siglo XVII, todavía en El Globe los varones representan los papeles femeninos, en España la presencia de mujeres en los escenarios es tan importante en 1586 como para motivar una fugaz prohibición que se levantaría sólo un año después. “La prohibición nos dice que su presencia es ya muy significativa”.
Y con capacidad de defenderse, cabría añadir. Teresa Ferrer recuerda un Memorando presentado al rey por 14 actrices en el que defendían que las mujeres debían formar parte de las compañías y de la representación. “Argumentaban que sus maridos eran actores también y al prohibirlas trabajar con ellos se rompían los matrimonios. Incluso advierten al monarca de que la ausencia de mujeres puede estimular el pecado nefando, que es el modo como en la época se referían a la homosexualidad”. Parece que los argumentos influyeron en el ánimo del monarca que, como se ha dicho, decidió levantar la prohibición en 1587.
Pero no es ésta la única peculiaridad española, porque también aquí aparecieron las primeras mujeres directoras de compañía, también mucho antes que en nuestros países vecinos. Empiezan a ejercer esas funciones desde 1640 en adelante y se consolidan en 1670.

“Fueron pocas, pero es un fenómeno muy interesante”, explica Teresa Ferrer, quien destaca que la profesión de actriz “fue una de las primeras que permitieron a las mujeres tener un salario más alto que el de sus compañeros varones”.
Entre las estrellas de la época destaca María de Córdoba ‘Amarilis’, que tocó todos los palos del oficio, como actriz y como empresaria. Estaba casada con otra figura de la época, Andrés de la Vega ‘El Gran Turco’.
Y al final de su vida todavía se mantuvo en el sector realizando representaciones por los pueblos o alquilando su vestuario a otras compañías. “Es un ejemplo de mujer muy reconocida que llegó a una edad avanzada subida a los escenarios y que fue capaz de vivir del teatro”.
El elevado número de actrices que recoge el diccionario DICAT va en paralelo con la importancia que tienen los personajes femeninos en el teatro clásico español. “Están a la par”, explica Ferrer, quien añade que, además, las mujeres se encargaban de las piezas de baile que solían representarse en los entreactos.
La fecha de inicio del diccionario, 1540, marca el año en el que empiezan a surgir las primeras compañías profesionales en el teatro español, si bien el gremio no fue reconocido oficialmente como tal hasta el año 1634. “Esto otorgaba a los actores un reconocimiento social muy importante, en un momento en el que su profesión era vista como sospechosa por los más puritanos”.
A fin de cuentas, los actores representaban obras de ficción que, por definición, son ‘mentira’, y los acompañaba el tópico de su vida licenciosa. “Los actores llevaban una vida nómada que les permitía una libertad que era vista como sospechosa por los más estrictos moralistas”, explica Ferrer.

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