Tactelgraphics. Lost boys
Galería Mister Pink
C/ Guillem de Castro, 110, Valencia
Hasta el 15 de octubre de 2013
Paul Ricoeur compara las visiones de la vida buena a una nebulosa. Las nebulosas están llenas de estrellas, tan llenas que no seremos capaces de contarlas, y las incontables estrellas brillantes y parpadeantes cautivan y tientan. Entre ellas, las estrellas podrían mitigar suficientemente la oscuridad para permitir a los errantes trazar algún tipo de camino, pero ¿qué estrella debería guiar sus pasos? ¿Y en qué momento debería uno decidir si la selección de una determinada estrella como guía entre la multitud de estrellas ha sido una decisión acertada o desafortunada? ¿Cuándo debería uno llegar a la conclusión de que el camino elegido no lleva a ninguna parte y que ha llegado el momento de abandonarlo?[1] En una de esas encrucijadas se encuentra nuestro sistema económico y político. Los brillos y destellos que se superponían a la realidad habían logrado generar una máscara que ocultaban la verdad tras cada resplandor. Tanta luz artificialmente generada, administrada a ráfagas estertóreas sobre la población, produjo un efecto más pernicioso que la propia oscuridad, causando una ceguera general.
Tactelgraphics, integrado por Ismael Chappaz (Valencia, 1982) y Juanma Menero (Vila-real, 1982) presentan en la galería Mister Pink de Valencia su nuevo proyecto, titulado Lost boys (2013). Un trabajo que enlaza con Somewhere Over Summer (S.O.S.) (2012), iniciado con la serie La Piscine (2010), en el que se toma como escenario espacios residenciales y de ocio construidos en la época de la transición española, que muestran hoy un estado de decrepitud y abandono similar al de tantos ideales que se han visto mancillados en el proceso desarrollado en estas décadas democráticas. De las expectativas de desarrollo al desarrollismo, de la universalización de los derechos a la precarización generalizada, de la exaltación materialista de los grandes eventos a la amenaza de quiebra. Esa es, en cuatro palabras, la fisonomía de una sociedad que se dejó seducir por el fragor oportunista que prendió los estómagos de norte a sur y de este a oeste, sin hacer escala en otros órganos vitales que dictaran la oportunidad, o no, de tantos fuegos fatuos.
Chappaz y Menero superponen a las imágenes formas geométricas realizadas en vinilo que actúan a modo de trama, de filtro que turbia la razón, para evidenciar la interferencia que tiene en la memoria y en las emociones nuestra percepción de los acontecimientos, así como en nuestra capacidad para procesar e interpretar la información encriptada que construye el relato social. Un relato del que nosotros, nuestras vidas, forman parte desde la autonomía de nuestras decisiones, a partir de la intensidad con la que deseemos que se produzcan cambios y nuestra capacidad para traducir esos deseos en potencialidades.
Son numerosas las referencias cinematográficas y musicales que estimulan algunos de los proyectos de Tactelgraphics, que se definen como cinéfagos más que cinéfilos. En esta ocasión toman prestado el título de la película Lost boys (1987), dirigida por Joel Schumacher y traducido en España como Jóvenes ocultos, a partir del cual desarrollan un proyecto con varias series fotográficas. La pieza que da acceso a la exposición es una fotografía en blanco y negro que ha sido intervenida con un texto en neón superpuesto, en el que puede leerse Lost boys. Se trata de una imagen encontrada, datada en los años 1980, que reproduce un paisaje de camping próximo a Valencia, junto a un río, en el que se mezcla la sensación vintage como efecto del tiempo detenido y la superposición de capas como resultado de un sistema acumulativo.
Para la pieza We are phanthoms (2013), compuesta por una secuencia de fotografías polaroid, se ha elegido un espacio natural de cruising, en el que el personaje aplica la idea de disfraz –de ser otro- para escenificar un rol “fantasmal” con el que se evidencia la todavía persistente necesidad de ocultar la preferencia sexual. El uso de la máscara se hace más explícito en la serie Meshes of the afternoon (2013), título tomado de la película experimental dirigida y protagonizada por Maya Deren y Alexander Hammid en 1943. Para este trabajo realizan una serie de autorretratos en los que la identidad queda negada, para representar el momento de ocultación, en los que la complementariedad de los colores y su relación con títulos de canciones y grupos musicales juega el papel de definir las personalidades y reforzar la individualidad grupal del carácter.
El trabajo de vídeo Deconstructing lost boys (2013) reafirma el signo apropiacionista marcado en el proyecto. Ha sido compuesto a partir de fragmentos del film Lost boys –esa versión hardcore de Peter Pan– en los que no existe presencia humana, convirtiéndose en una sucesión de ambientes, elementos y encuadres en movimiento sobre la que se extiende en loop el resultado sonoro de la pieza principal de la película tras eliminar la intervención vocal de la misma. Podría decirse que se ha procedido a un proceso de higienización que conlleva la inevitable extinción de todo signo de vida, enlazando con los ambientes siniestros mostrados en Somewhere Over Summer (S.O.S.).
El uso de la superposición de capas en la construcción de la imagen, es empleado por los autores como referencia a las máscaras y los parches con los que los individuos ocultan aspectos personales socialmente problematizados. Si en Somewhere Over Summer (S.O.S.) centran su atención en el entorno y en el espacio como escenografía simbólica, en Lost boys abordan la representación del sujeto, de un modo autorreferencial, en el desarrollo de la identidad sexual desde la infancia y la adolescencia. Los condicionantes de un entorno hostil a las diferencias y con los diferentes han generado y genera elevados niveles de presión personal. La necesidad de pasar desapercibido es observada como una herramienta de superviviencia por algunos individuos en esos momentos incipientes, a la vez que supone una actitud de negación de la propia identidad. El asunto de la infancia es tratado aquí desde el territorio de la no-felicidad, rompiendo el estereotipo algodonado de un tiempo vital sin aristas, pues la realidad de los diferentes es dura en los primeros años de vida, un tiempo en el que la crueldad azota con dureza a quienes exceden los márgenes de lo estereotipado, aún hoy.
José Luis Pérez Pont
[1] Bauman, Zygmunt. El arte de la vida. De la vida como obra de arte. Paidós, Barcelona, 2009.
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