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Sorolla en Italia: inicio de su proyección internacional | Rafael Gil Salinas
MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2023

El 3 de enero de 1885, Joaquín Sorolla, con 21 años, emprendió un viaje que habría de cambiar su vida. El año anterior había obtenido una pensión de pintura de la Diputación de València para ampliar conocimientos en Roma. El 4 de enero, después de pasar por Barcelona, llegó a la ciudad eterna. Los artistas que disfrutaron de pensiones de las corporaciones provinciales no disponían de un alojamiento en ninguna institución oficial, de manera que la colonia artística española se agrupó en torno a Via Margutta.

A lo largo de su etapa de aprendizaje en Roma, durante los tres primeros meses, Joaquín Sorolla siguió las enseñanzas de sus profesores de dibujo y pintura, visitó monumentos y museos y se dedicó al estudio de los grandes artistas italianos a los que admiraba, como, por ejemplo, Rafael o Miguel Ángel. Y se integró en el ambiente artístico romano, entrando en contacto con la tertulia de artistas españoles del que formaban parte varias generaciones: Lorenzo Vallés, los hermanos Benlliure, José Benlliure y Mariano Benlliure, Luis Álvarez Catalá, Arcadio Mas y Fondevila y Ramon Tusquets. 

Una vez que Joaquín Sorolla se instaló en el número 13 de la Vía del Leone en Roma en 1885, comenzó a relacionarse con los artistas españoles que se encontraban trabajando en aquella ciudad. Cabe recordar que por aquellos años, entre los artistas valencianos pensionados de la Academia de San Fernando, se encontraban en la Academia de España en Roma Antonio Muñoz Degrain, Emilio Sala y Mariano y José Benlliure. Sorolla coincidió ese mismo año en Roma, además, con Ignacio Pinazo. En Roma, Sorolla visitó los talleres de Francisco Pradilla, José Villegas y Emilio Sala. 

Sorolla Poliédrico
Portada de MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico. Diseño: Marta Negre.

En aquella ciudad conoció al pintor Pedro Gil Moreno de Mora, convirtiéndose en uno de sus mejores amigos. De hecho, pocos meses después de llegar, concretamente en abril de 1885, decidió viajar a París, invitado y acompañado por Pedro Gil. En aquella ciudad se instaló hasta principios de otoño, mostrando especial interés durante los seis meses que permaneció en ella por las exposiciones de los pintores naturalistas Jules Bastien-Lepage y Adolph von Menzel, especialmente por su pintura al aire libre y por las escenas de campo. 

París rendía ese año un homenaje al pintor Bastien-Lepage, fallecido en 1884, con una retrospectiva celebrada en l’École de Beaux Arts. Y, sin duda, la obra del maestro del realismo social francés debió impactar al pintor valenciano. En París tuvo la ocasión de conocer de primera mano las tendencias artísticas de la época, identificándose con el naturalismo moderno. Durante su estancia en París, Sorolla no dejó de trabajar, realizando numerosos apuntes al aire libre de la vida de los bulevares y cafés, así como de los alrededores de París y también aprovechó para pintar algún retrato.

El ebanista norteamericano John Goffe Rand ideó, en 1841, un sencillo tubo de estaño con tapón de rosca, un sistema de almacenamiento perfecto para la pintura al óleo que hizo mucho más fácil las creaciones al aire libre porque la pasta de color no se secaba, se trasladaba fácilmente e incluso se podía reutilizar lo que había sobrado.

El invento revolucionó el mundo del arte. Por ello, desde mediados del siglo XIX, los pintores pudieron salir a pintar al aire libre y tomar apuntes del natural, sin tener que recurrir a su imaginación para recrear la realidad. Los pintores se convirtieron en artistas plenairistas y esto fue un claro signo de modernidad. Este procedimiento fue adoptado rápidamente por Joaquín Sorolla.

Páginas interiores del artículo publicado en MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico.

A lo largo de los años que pasó en Italia, además de los compromisos de remitir los trabajos como pensionado, su actividad artística no cesó y produjo un incontable número de estudios, bocetos, apuntes y notas de color de todo lo que le rodeaba.

Algunos de ellos tuvieron como objeto ponerlos a la venta para poder mejorar su vida, ya que las 3.000 pesetas anuales de la pensión de la Diputación valenciana no le permitían vivir con holgura. Otros sirvieron para que el artista fijara aquello que iba descubriendo y contemplando en el país vecino. Sorolla se interesó durante su estancia en Italia por el conocimiento y el estudio de las antigüedades y por la pintura italiana del Renacimiento y del Barroco.

A principios de 1886, Sorolla realizó un viaje por la totalidad del territorio italiano, visitando Pisa, Venecia, Florencia y Nápoles. En estas ciudades el artista tomó multitud de apuntes, notas de color y también realizó distintos dibujos que, en su mayor parte, pasaron a manos de marchantes locales. Durante su viaje a Nápoles, copió del natural numerosas piezas arqueológicas en el Museo Nacional Capodimonte de Nápoles y conoció directamente la antigüedad clásica en su visita a los yacimientos arqueológicos de Pompeya y Herculano.

Cuando regresó a Roma, Sorolla pudo visitar distintas galerías en la ciudad para seguir copiando elementos arqueológicos provenientes de las nuevas excavaciones, así como del mercado de antigüedades de la época. El conocimiento de la antigüedad clásica le dio la posibilidad de concebir toda una serie de cuadros de la aclamada pintura de historia de su tiempo.

Las marismas pontinas, cercanas a Roma, propiciaron durante años la proliferación del mosquito anopheles, responsable de propagar la enfermedad de la malaria o paludismo con su picadura. En 1887, Joaquín Sorolla enfermó de malaria y, una vez recuperado, decidió trasladar su residencia a la ciudad de Asís. La época de Asís fue un paréntesis en la vida de Sorolla, un momento de descanso en un lugar tranquilo y solitario. En esta ciudad alternó sus tareas con los estudios inspirados en los maestros italianos de los siglos XIII y XIV. Copió y estudió algunos de los mejores conjuntos pictóricos al fresco italianos. Tomó apuntes de obras de Pinturicchio, Ghirlandaio o de Giotto. 

El mayor número de apuntes, estudios y notas de color durante la estancia en Italia de Joaquín Sorolla los dedicó a estudiar vistas de calles de ciudades, como bulevares y los alrededores de París o calles de Italia, principalmente de Florencia, Nápoles y Asís. Las estaciones de ferrocarriles y las ermitas también formaron parte de su atracción. En ocasiones, centró su atención en el estudio de detalles arquitectónicos, como basamentos, pilares, balaustradas, zócalos, columnas, el interior de una basílica, murallas, tapias, claustros, sacristías, ventanales de catedrales, vidrieras, escaleras, balcones, puertas, la basílica de San Francisco de Asís, púlpitos, campanarios e, incluso, estudios de orlas decorativas.

En sus salidas a pintar al aire libre reflejó diferentes paisajes de Nápoles o de Asís, y realizó estudios de montañas nevadas, montes, la nieve, jardines, norias o, incluso, algún cementerio. Así como también tomó apuntes de distintos árboles, estudios de flores de almendros, manzanos u olivos. Además, durante su estancia en Asís, realizó diferentes apuntes de su mujer, Clotilde, de jóvenes campesinas, estudios de figuras humanas como desnudos, mujeres italianas anónimas, o algún estudio de cabezas humanas.

Finalmente, también reflejó su predilección por las escenas de la vida cotidiana mostrando coches de caballos, tartanas, grupos de figuras, escenas de telares, el interior de un vagón de tren o escenas de monaguillos. Durante su estancia en Asís, pintó cuadros de género para cubrir sus necesidades económicas. Francisco Jover Casanova, marchante y pintor valenciano, fue el principal cliente de su pintura.

En Asís permaneció junto a su mujer, Clotilde García, hasta junio de 1889. Tras una breve estancia en París, para visitar la Exposición Universal, regresaron a España, permaneciendo durante una corta temporada en San Sebastián y posteriormente se instalaron en Valencia. Sin embargo, pocos meses después decidieron fijar su residencia definitiva en Madrid.

Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #06 | Sorolla Poliédrico, en noviembre de 2023.

‘El padre Jofré defendiendo a un loco’ (1887), de Joaquín Sorolla.

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