Memoria de la Escena Española
Fundación Aisge
Sala Russafa de Valencia
Lunes 22 de octubre de 2018
La dedicatoria de Paco Sanchis en su libro Un actor de provincias lo dice casi todo: “A todos los compañeros y compañeras profesionales de provincias que, como yo, nunca fuimos premiados con un Goya por nuestro trabajo en el cine, haciendo pequeños papeles. Ni con un Ondas, por haber colaborado en radio y televisión. O, ni siquiera, con un accésit a premio alguno”. Actores como Antonio Campos La Margot, Piero Falla, Gaby Fariza, Isabel Requena, José Soler o el propio Sanchis, a los que la Fundación Aisge hace un hueco en su colección Memoria de la Escena Española, para que sus recuerdos no se pierdan y sigan vivos con el paso de los años. Ya son un centenar los incluidos en la colección, la segunda vez que toma a los actores valencianos como protagonistas.
A través de una serie de talleres de escritura, repartidos por toda España, Aisge posibilita que actores que han dedicado toda su vida a la profesión, puedan dar cuenta de ella en una serie de libros. La Sala Russafa acogió esta semana la presentación de seis de estas autobiografías. La de Antonio Campos, bajo el título de Margot: el maquillaje son mis personajes. La de Piero Falla es Diario de un actor. Rabiosamente jóvenes, agresivamente dinámicos, la de Gaby Fariza. Isabel Requena, Material fungible. Al galope Garicope (o un actor que muere una y otra vez) es la dedicada a José Soler, además de la mencionada de Sanchis.
Con la enigmática frase, “cuando la actriz se despertó, el dinosaurio aún estaba allí”, arrancó su breve alocución Isabel Requena, durante la presentación de los seis ejemplares, que contaron con los actores Juanjo Navarro e Isabel Martí como maestros de ceremonias. Edu Borja con sus títeres, la cantante Mireia Vives, la bailarina Isabel Abril y el pianista Arcadi Valiente subrayaron igualmente con sus actuaciones el emotivo acto. “¿Por qué soy actriz?, se pregunta la propia Requena en su autobiografía. “Porque a veces los actores en el escenario, sea en un teatro o en la plaza de un pueblo, llegamos a pensar con la piel, con las plantas de los pies, con el pulso de la garganta y el batir de las sienes”.
La misma pregunta se hace Paco Sanchis. “¿Qué es un actor? Esta es una pregunta a la cual se han dado miles de respuestas…Cuando alguien me lo pregunta a mí, siempre respondo lo mismo: un actor es el envoltorio de todos los sentimientos que puede experimentar el ser humano”. Por esa misma línea se decanta Piero Falla, recogida en palabras del periodista Vicent García: “El Teatro, con mayúsculas, es el arte de vivir en la propia piel la vida de los otros/as, sus otras vidas, sus risas y sus llantos”.
Esa necesidad de vivir a flor de piel la existencia de otros ha supuesto para muchos de ellos una forma de enfrentarse a sus propios miedos, que suelen ser, de nuevo, la de casi todos. “Pero, ¡por Dios bendito!, si yo siempre había sido un tremendo “timidajo”, incapaz de hablar dos palabras seguidas en público”, reconoce Soler. Y añade: “Empecé a darme cuenta de que no era yo, José Soler, quien estaba hablando o actuando ante el público. ¡Era un personaje!, el personaje de turno, al que me tocaba dar vida en aquel momento”.
Las autobiografías siguen un relato más o menos cronológico de los acontecimientos vividos, aunque en el caso de Requena salpicados de pensamientos fugaces y más novelados. Pensamientos como éste: “Nombrar al personaje es una ciencia, un personaje bien nombrado facilita mucho el trabajo”. O este otro: “Las iglesias del Estado son las cárceles. La Cárcel Modelo de Valencia es muy hermosa, tiene la belleza de una catedral. Una catedral del poder. Es la belleza de la paradoja”. Y culminando su propia reflexión en torno a la pregunta de por qué es actriz, señala lo siguiente: “Porque a veces, en el escenario, los actores logramos una proeza terrorífica: la compasión”.
En las seis autobiografías de la colección que dirige Amparo Climent, bajo la coordinación de Juan Jesús Valverde, siendo Paco Alegre el responsable de los talleres, se destila esa compasión, también mucha crítica hacia una época, la franquista, que ha dejado en todos ellos un poso agridulce. En cualquiera de los casos, como destacó Climent en su encendido elogio de cada uno de los actores, “en todos los libros no hay ningún resentimiento”, porque lo no se llegó a manifestar, “se decía a través del teatro independiente”. Teatro que todos ellos profesaron con auténtica pasión, a pesar de los pesares. Así lo proclama La Margot, en palabras de Walt Whitman: “La sociedad de hoy somos nosotros, los “poetas vivos”. No permitas que la vida te pase a ti, sin que tú la vivas”.
Salva Torres
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