#MAKMALibros
Muerdealmas, de Santiago Álvarez
Novela negra
ADN de Novelas, 2022
El libro es el gran protagonista de la primavera valenciana. La Fira de Viveros ha regresado a la plena normalidad, el Festival Valencia Negra celebra su décima edición con invitados de lujo como James Ellroy y J.D. Barker, y funciona la tercera campaña ‘Sentim les llibreries’. Con ese motivo, MAKMA dedica un espacio a los autores que hacen posible esa benéfica lluvia de letras, un sinfín de historias que ayudan a soportar la gris, tozuda y limitada realidad.
Empezamos con Santiago Álvarez, director de contenidos del Festival Valencia Negra, también músico y hombre de teatro, que triunfa con su tercer libro de ficción, ‘Muerdealmas’ (ADN), cuyo título es un aviso: abstenerse los lectores de estómago delicado y espíritu medroso. Ya en las primeras líneas marca el tono, con una cruel ejecución a la intemperie que podría haber ocurrido en la prehistoria.
Estamos ante un country noir que combina dos matices del negro: el que reina en la mente trastornada del protagonista, Abel Lanuza, y el que rige el clan de los Osset, dueños y señores de Muerdealmas, pueblo imaginario situado en la Tinença de Benifassà. Es allí donde se traslada Abel tras una larga estancia en un psiquiátrico, al caserón heredado de su tío Isaac, y junto a su mujer Merche y su hijo Jorge, de ocho años, se esfuerza en retomar su vida.
No lo va a tener fácil. Intentando escapar del infierno, corre a los brazos de los demonios que lo precipitaron a él. Los delirios y oscuros recuerdos que brotan en su mente lo empujan por un laberinto autodestructivo que lo sitúa en medio del conflicto que estalla entre sus vecinos, los Osset y los Piedelobo, el clan rival. Una cruenta batalla en la que apenas habrá supervivientes.
‘Muerdealmas’. ¿Cómo surgió este topónimo truculento?
El título salió como brotan las cosas valiosas cuando estás inmerso en un trabajo: aparecen como algo evidente porque el material con el que estás trabajando te dirige a ello. Cuando ‘Muerdealmas’ apareció supe que era mi título, sin otras posibilidades y, lo más importante, reforzó el tono y la dirección en la que quería trabajar.
Con esta historia das un giro respecto a tus dos novelas anteriores de ambiente urbano. ¿A qué se debe el cambio?
Creo que hay que buscar continuos desafíos en la literatura. Alan Moore dice que cuando alguien consigue cierta maestría en algo, debe abandonarlo de inmediato. Yo, simplemente, me comparo conmigo mismo y me di cuenta que necesitaba ir en una dirección diferente. Necesitaba hacer algo osado, intenso, y con una apuesta estilística por medio. De esa manera, deseché otros proyectos más convencionales y me lancé a escribir ‘Muerdealmas’.
¿Cuáles son tus vínculos con la Tinença? ¿Cómo descubriste esa zona del Maestrazgo y qué te sedujo de ella?
Descubrí la zona investigando sobre el Santuario de la Balma, donde en principio iba a ambientar la novela, pero entonces Jorge García, comisario de Morella Negra, me dijo que había otro territorio interesante, la Tinença de Benifassà. Cuando estuve allí por primera vez tuve la sensación de retroceder cuarenta años en el tiempo y pensé que allí podrían darse hechos que en otros lugares de nuestro país serían inimaginables.
Como referentes de tu country noir citas a Daniel Woodrell, el autor que acuñó ese subgénero, y a Jim Thompson, pero el relato también incluye elementos que recuerdan a Cela o Delibes. ¿Una novela negra sobre la España negra?
Puede ser, pero me inclino más por mi visión. Aquí no hay una intención de definir, extremar o ridiculizar a ciertos personajes de la España rural. Más bien al contrario, somos nosotros los que nos servimos de esta España vacía cuando nos da la gana, llegamos allí para un fin de semana y queremos que nuestro hotel rural tenga wifi y nos preocupa cargar la batería de nuestro móvil. Nos comportamos como una plaga de langostas y ni nos damos cuenta. Somos dos mundos distintos, condenados a estar en cierto tenso entendimiento, sin entendernos del todo. Ese enfrentamiento fue el que me interesaba.
La historia de Abel es un viaje por las fronteras de la mente.¿Qué brújula usaste para explorar los laberintos de su trastorno mental?
He consultado bibliografía, especialistas, podcasts temáticos, pero no quería hacer un libro clínico. Me di cuenta de que sabemos mucho de análisis clínicos, de estadísticas, de farmacología, para controlar ciertos trastornos, pero que aún no hemos hallado respuestas para las preguntas más básicas sobre lo que enciende y apaga nuestra mente: cómo, cuándo, por qué, cómo se va hacia delante o hacia atrás. Y eso da un gran margen para que pueda aprovecharlo la ficción, que era lo que más me interesaba.
¿Utilizar la segunda persona te fue útil para describir los delirios de Abel?
Era una de las decisiones estilísticas necesarias para llevar la novela a donde quería. Siempre me ha fascinado lo que se conoce como el narrador no fiable, y me pareció una buena opción la segunda persona para que Abel le echara encima al lector toda la confusión que lleva dentro. Luego vino el oscilamiento de las personas gramaticales, para transmitir el desequilibrio que en ocasiones aflora. Estoy muy satisfecho de cómo ha quedado.
El choque entre urbanitas y rurales es otro tema de la novela. ¿No has cargado un poco las tintas con los Osset y Piedelobo? ¿Tipos como ellos son los que votan a VOX?
Los Ossset y los Piedelobo no representan en absoluto a la gente real de la España vacía. Esos serían, en todo caso, los que pueblan las localidades reales de la Tinença. Estas dos familias son clanes, que se definen por una jerarquía muy estricta, una serie de normas de conducta propias y un territorio. Los nombres de los Osset sí que son frecuentes en el Pirineo (de donde provienen) e invocan a la pertenencia a la tierra. Los de los Piedelobo los usé para caracterizarlos de manera irónica. Y, bueno, tipos como ellos no votan, son ellos los que mandan en su territorio.
El desenlace in cresscendo recuerda el ritmo trepidante de una mascletà. Da la impresión que te desenvuelves muy bien en las escenas de acción.
Sobre las escenas de acción, creo que también hay que ser creativo, hay que pensar cómo acometerlas, hay que saber cómo arañar el corazón del lector, no solo en los momentos dramáticos. Eso he intentado, que las frases corten como una piedra afilada. Y sobre los finales de alta intensidad, creo que es un sello de mis tres novelas hasta ahora. Quiero que cuando el lector cierre el libro lo haga conmocionado por lo que ha leído, no quiero que el libro lo deje igual que entró. Kafka decía: «Quiero escribir y leer libros que me golpeen como un hacha en la cabeza». ‘Muerdealmas’ intenta ser uno de esos libros.
¿Cómo influye la música y el teatro que también practicas en tu faceta de escritor?
Creo que, sobre todo, en el arte de trabajar una escena, es decir, un espacio narrativo de unidad de tiempo, espacio y acción que tiene su propia estructura y ritmo. En mis musicales alternaba canciones con escenas dialogadas, y trabajé mucho eso. En cuanto a las canciones, también me han interesado mucho las estructuras que se usan, que están delineadas muy claramente, pero que pueden variarse a voluntad para crear multitud de efectos.
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