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‘Deshonestidad impresa con honestidad’, de Salva Mascarell
Comisariado: Intramurs
Espai d’Art Princesa 2.0
Moro Zeit 3 bajo, València
Hasta el 20 de mayo de 2023
La pulsión comunicadora late en el trabajo ‘Deshonestidad impresa con honestidad’, que Salva Mascarell (Bellreguard, 1971) presenta en el Espai d’Art Princesa 2.0 de València, hasta el 20 de mayo (visita argumentada con el artista mediante cita previa en www.salvamascarell.com). Una muestra comisariada por Intramurs, Asociación de Artistas de Valencia, con una apuesta decidida por visibilizar el arte comprometido y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Decía Michel de Montaigne (1533-1592): “Para mí no hay placer sin comunicación: no hay idea brillante que se me presente a la mente, que no me entristezca haber producido solo, y que no tengo nadie a quien contársela”.
Ese placer comunicador del que habla el filósofo renacentista lo experimenta Mascarell. No es baladí que sus más de 20 años como profesional del periodismo se apoderen sin piedad de ese otro yo, el creador. En cada una de las piezas presentadas el otro yo de Salva conduce a la reflexión, centrando la comunicación artística de un concepto preciso, cuasi informativo y un mensaje rotundo, cuasi publicitario.
En su exploración de la literalidad, comenta lo que muchos conocemos sobre las multinacionales farmacéuticas, químicas y del motor y sus prácticas deshonestas, causantes de un daño inabarcable al planeta, a su equilibrio y a la propia sostenibilidad humana. Su mensaje artístico–traducido podría ser su propio mantra, que se repite en cada obra: “Sé honesto: el momento es crucial”, convirtiéndose en todo un activista de este modo.
Y lo hace enarbolando la bandera de la función social del arte con un relato en el que todo es pura información. La muestra está llena de argumentos que esclarecen el tipo de prácticas deshonestas de multinacionales relacionadas con los opiáceos, los químicos eternos, plaguicidas, pesticidas, emisiones contaminantes ocultas y suplementos alimenticios.
El recorrido de la muestra está dividido por áreas temáticas, que recuerdan a infografías en hojas de periódico, con las piezas dispuestas como fotografías y pies de foto que hablan de los recursos del arte procesual a los que ha echado mano para construir su relato; “una clara influencia de Richard Serra (1938)”, apunta Mascarell.
La denuncia es una declaración artística que parte de la exportación de plaguicidas prohibidos por Europa llegando a reproducir la acción de pulverizar el campo para extender el veneno. Se pertrecha con una mochila de sulfatar con tinta china y las propias malas hierbas son parte de brumosos paisajes sobre papel, su proceso creativo le anima a la performance.
Los materiales que utiliza son humildes: tejidos de confección, pasta de papel o porcelana en frío. Intensifican ese latido comunicador del artista, que recurre a productos de bazares de barrio. Le domina el apresuramiento por construir el mensaje en el contexto de una propuesta muy atenta también a lo perceptual, pero no olvidemos ha sido resultante de un meditado proceso.
Incorpora en esta muestra una línea fundamental de su discurso donde señala: “Me interesa la creación a través de encuentros colaborativos con la naturaleza en los que el ser humano no dispone a su antojo de los recursos, sino que se adapta al medio y sus ciclos”.
Un ejemplo de esta práctica son las obras realizadas con sedas decoloradas por el sol al ser expuestas a su luz durante toda una estación –unos cinco meses–. Realiza reservas con los materiales que arrojan los sistemas de producción, como piezas de automóviles o siluetas de parches de fentanilo redistribuidas cada tres días por el artista en su exposición solar para reproducir el efecto adictivo de estos opiáceos.
Mascarell entiende el arte “despojado de hermetismo y endogamia”. Poco más que comentar si las palabras de Liam Gillick (1964), en su escrito ‘Industria e inteligencia’ coinciden con el pensamiento del propio Salva Mascarell: “El arte contemporáneo es un registro de hechos materiales derivados de las intenciones del arte y, a menudo, permanece fuera del alcance del artista y los espectadores, al tiempo que permanece lúcido, simple y fácil de leer. Este es el corazón del desafío del arte contemporáneo: una combinación lúgubre de claridad, resistencia, referencia y subjetividad”.
Para finalizar, es esclarecedor recurrir a la pulsión que recorre la exposición de Salva Mascarell. Escribía el padre de las ciencias de comunicación social y la sociología, Charles Horton Clooley (1864-1929), en ‘El yo espejo’ que “el impulso de comunicar no es el resultado del pensamiento, sino un parte inseparable del mismo. Son dos cosas como la raíz y la rama de un árbol, dos fases de un crecimiento común, de modo que la muerte de una de ellas implica necesariamente la de la otra».
«Los psicólogos –prosigue– nos enseñan que el pensamiento incluye un impulso activo en su propia naturaleza, y que dicho impulso, en las formas más complejas y socialmente desarrolladas de pensamiento, toma la forma de la necesidad de comunicarse, de escribir, de pintar, etc., y que, si no encuentra forma de hacerse práctico, se expande a sí mismo en una comunicación completa imaginaria”.
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