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‘Offret’ (‘Sacrificio’), de Andréi Tarkovski
Con Erland Jospehson, Susan Fleetwood, Valèrie Mairesse y Allan Edwall, entre otros
145′, Suecia | Argos Films, Svenska Filminstitutet

‘Offret’, traducida al español como ‘Sacrificio‘, fue el séptimo y último trabajo del cineasta soviético Andréi Tarkovski, quien en 1986 elaboró un encriptado drama en el que proliferan referencias a la tradición cristiana. Su estreno tuvo lugar en la trigésimo novena edición del Festival de Cannes, el 9 de mayo de 1986, justo después del desastre nuclear de Chernóbil, vaticinado dentro del filme.

El rodaje de la película estuvo marcado por el cáncer terminal que padeció el director y que acabaría con su vida el 29 de diciembre de ese mismo año. El largometraje, impregnado de las experiencias y reflexiones del cineasta, está dedicado a su hijo Andriushka, quien recogió los premios otorgados a su padre –ya enfermo– y admitió que la obra cinematográfica era un retrato familiar.

La trama orbita en torno a Alexander (Erland Josephson), un antiguo actor ahora convertido en un escéptico profesor de Estética que escribe sobre crítica literaria y vive con su mujer y sus hijos en una casa alejada de la civilización. Entre sus preocupaciones destacan la búsqueda de la verdad y la grave falta de espiritualidad que caracteriza al mundo contemporáneo. El drama, siguiendo los preceptos estéticos aristotélicos, se desarrolla a lo largo de un día solar y se estructura alrededor de la casa familiar, donde amigos y familiares se han reunido para celebrar el cumpleaños de Alexander.

Los primeros minutos del largometraje son toda una declaración de intenciones por parte del director, quien, en los títulos de crédito, enlaza un plano detalle de la ‘Adoración de los Magos’ (ca. 1481-1482, Florencia, Galeria degli Uffizi), de Leonardo da Vinci, con un fragmento de ‘La Pasión según San Mateo’, de Johann Sebastian Bach.

Sacrificio. Offret. Andréi Tarkovski
Alexander, Otto, Martha y Adelaide en ‘Offret’, de Andréi Tarkovski.

A través de un travelling vertical conjugado con una transición sonora, Tarkovski introduce el graznido de gaviotas que antecede al cambio de escena en la que dejamos de visualizar el laurel de la ‘Adoración de los Magos’ para ver el tronco seco que Alexander y su hijo están intentando plantar en la orilla del mar junto a su casa.

La imagen es acompañada del relato del monje cristiano ortodoxo Pamve, quien encomienda a su discípulo regar diariamente un árbol seco que ha plantado en la cima de una montaña con el fin de que este reviva. Introduce así el director el tema central del filme: la fe, concretada a través del árbol seco que une a padre e hijo y que sirve de apertura y cierre del relato.

Una vez concluida la fábula, entra en escena Otto (Allan Edwall), el cartero, un enigmático personaje que, junto con María (Gudrun Gisladottir) y el hijo de Alexander (Tommy Kjellqvist), forma parte del mundo mágico de ‘Offret’. María, la criada, sustituye al personaje de la hechicera que habitaba en la mente del cineasta cuando, aún en la URSS, fraguó la idea del filme.

El germen de la historia, recogido bajo el título ‘La bruja’, orbitaba en torno a la narrativa de un personaje enfermo de cáncer que se curaba milagrosamente por medio de una hechicera que, tras la curación, exigiría el sacrificio de sus bienes. Finalmente, la figura de la bruja fue sustituida por la omnipresnecia de una divinidad muy próxima al Yahvé veterotestamentario que, a través de Otto y María, interactúa con Alexander en su camino a la trascendencia.

En contraposición a esta tríada mágica, Adelaide (Susan Fleetwood) –la mujer de Alexander–, Víctor (Sven Wollter) –el médico de la familia–, y Martha (Filippa Franzén) –la hija de Alexander– representan la esfera de lo ético, de lo racional y lo empírico. Adelaide, siguiendo lo descrito por el cineasta soviético, es un personaje trágico que se dedica a socavar la personalidad de Alexander y de todo aquel que la rodea. Sus cualidades negativas son reforzadas durante todo el filme como vía para polarizar aún más su relación con la modesta María.

Enamorada en secreto de Víctor, Adelaide casa a la perfección con el médico racionalista que, en tanto que figura arquetípica del empirismo de nuestra sociedad, se integra con facilidad en su percepción del mundo. Este fenómeno se hace patente a lo largo del filme a través de la distancia física y emocional entre Alexander y Adelaide, que dificulta la identificación de ambos como matrimonio, mientras que el binomio formado con Víctor parece funcionar perfectamente. De este modo, Andrei Tarkovski construye una narrativa muy próxima a las de Chéjov y Dostoievski, en las que los protagonistas responden frente a los estímulos racionalistas refugiándose en el misticismo.

Éxtasis de Alexander en ‘Offret’, de Andréi Tarkovski.

Los prolongados travellings y los planos secuencia, como el inicial de nueve minutos, son testigos del esfuerzo conjunto que hace de ‘Offret’ una obra sin escenas accesorias ni interludios vacíos. La película, compuesta por 115 tomas, está rodada en los exteriores e interiores de la casa familiar de Alexander construida ex professo en la isla escandinava de Gotland.

La adaptación de la nueva construcción al medio fue costosa e implicó un sobreesfuerzo por parte del equipo escénico, quienes se centraron en dar veracidad a la existencia de la vivienda en la isla. La casa se realizó en madera y no en piedra, ya que esta había de reflejar la fragilidad de la propia familia. La pintura de las paredes, así como el mobiliario y los objetos siguieron en todo momento la línea estética del blanco y negro. Esta particular monocromía responde a lo definido por el director en 1984 en el cinefórum de Roma:

“Creo que el color es un callejón sin salida. Primero, porque todas las formas de arte tienden hacia la realidad y, segundo, porque buscan una especie de generalización, una idea modelo. […] En mi opinión, la ventaja del blanco y negro es que pueden ser más expresivos y, al mismo tiempo, no distraer al espectador con una sucesión continua de postales. […] En todo caso, las películas a color son hoy un fenómeno comercial”.

Todo el trabajo del equipo de rodaje queda sintetizado en el momento culminante del filme en el que, a través de un único plano de seis minutos, vemos la casa arder. Esta escena, en palabras del propio Tarkovski, permite al espectador vivir en “tiempo real” la psicosis de Alexander y fundirse emocionalmente en esta reflexión final en torno a la materialidad de las cosas y su valor.

Junto al director, trabajaron el fotógrafo Sven Nykvist y la diseñadora de producción Anna Asp, ambos vinculados estrechamente con la obra de Igmar Berman. El naturalismo característico de Nykvist dejó su impronta en el largometraje, marcado por la puesta en escena teatral y la interacción de los actores con el espectador como vía para romper la cuarta pared.

Anna Asp rubrica la escenografía a través del uso de maquetas a escala 1:24 que permiten ubicar a los actores y definir sus movimientos antes de la grabación. Los amplios planos abiertos y estáticos, las tomas prolongadas y los monólogos a cámara refuerzan el carácter teatral del filme, en el que nos sentimos incluidos de una manera escópica que remeda el efecto causado por una casa de muñecas.

Sacrificio. Andréi Tarkovski
Andréi Tarkovski puliendo los últimos detalles de la escena en la que Alexander descubre la maqueta.

En tanto que síntoma cultural, ‘Sacrificio’ es testigo de las reflexiones personales del cineasta soviético en sus últimos meses de vida. ‘Offret’ es el resultado de lecturas en las que resuenan los ecos de Nietzsche, Kierkegaard, Shakespeare, Dostoievski o Chéjov. Nos hallamos frente a un largometraje contestatario surgido como respuesta a los avances técnicos y científicos de finales del siglo XX. El terror a una III Guerra Mundial o la constante amenaza de un desastre nuclear manifiestan el descontento del individuo con los progresos científicos, así como el deseo de retornar a la seguridad del misticismo previo a la revolución científica.

La última película de Tarkovski es el final de un viaje en el que se recoge mucho de lo aprendido en filmes como ‘Stalker’ (1979) o ‘Nostalghia’ (1983), un billete de ida a un mundo mágico en el que habitan las narrativas bíblicas reformuladas y adaptadas para ser interpretadas por el espectador. Un interrogante inextinguible que, desde la gran pantalla, sigue interpelando nuestra existencia. En palabras del cineasta soviético, extraídas de su celebrado ensayo ‘Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el arte, la estética y la poética del cine’ (1991) :

“En cualquier caso, para mí no hay duda de que el objetivo de cualquier arte que no quiera ser consumido como una mercancía consiste en explicar por sí mismo y a su entorno el sentido de la vida y de la existencia humana. Es decir: explicarle al hombre cuál es el motivo y el objetivo de su existencia en nuestro planeta. O quizá no explicárselo, sino tan sólo enfrentarlo a este interrogante”.

De este modo, Tarkovski experimenta con la maleabilidad ontológica de la imagen cinematográfica, que se presenta como un espacio reservado en el cual no habitan verdad o mentira, sino dimensiones paralelas en las que exterior e interior se confunden y dan paso a subjetividades y lecturas personales.

Su última producción se convierte así en el epítome del mundo simbólico del cineasta soviético, quien acostumbraba a dejar al espectador extraer sus propias conclusiones: “Mi nueva película es una parábola: narra acontecimientos que se pueden interpretar de formas muy diferentes, porque no suelen reflejan la realidad, sino que están llenos de un sentido determinado”.

En este caso, las referencias al pensamiento existencialista y a la tradición cristiana se cubren con una pátina de realismo mágico que hacen de ‘Offret’ un rompecabezas críptico y hermético con tendencia al absurdo.