Rubén Tortosa

#MAKMArte
‘Vía Líquida’, de Rubén Tortosa
Sala dormitori
Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Museu 2-4, València
Hasta el 19 de marzo de 2023

Rubén Tortosa llega a la Sala dormitori del Centre del Carme vestido con unos tejanos oscuros y una chaqueta del mismo color. Lleva puestas sus características gafas negras de pasta y sonríe al entrar. Le pregunta al joven que se encarga de vigilar la exposición si todo está yendo bien. El joven asiente con una mueca de respeto, aunque la presencia del artista no parece sorprenderle.

Camina por la sala buscando un banco de madera lo suficientemente cómodo para albergar una hora y media de conversación sobre la evolución de la tecnología y el arte. Antes de comenzar, se acerca a una joven para explicarle cómo tiene que interactuar con la obra para que esta cobre sentido.

La obra ‘Vía Líquida’ funciona con un código QR donde el visitante es quien, mediante el agua, envía mensajes que se generan virtualmente con procesos digitales y viajan a través de la red para materializarse en gotas de agua que discurren de forma aleatoria por los dieciséis pañuelos suspendidos en la sala de exposiciones.

El artista, originario del pueblo de Moixent, siente pasión por el arte desde pequeño y lo recuerda con una sonrisa amarga asociada al castigo. En la época que estuvo interno en una escuela de València, dibujaba en las libretas de matemáticas durante las clases, por lo que el cura se enfadaba. Cuando llegaban las vacaciones, le mandaban a pintar el suelo de la terraza (cuenta sonriente); mientras sus primos jugaban en la piscina, él se quedaba pintando.

Ahora, Rubén Tortosa es doctor en Bellas Artes, profesor titular y director del Departamento de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Politècnica de València. Tortosa comienza a trabajar con las tecnologías digitales, en 1988, aplicadas al arte. Su intensa actividad artístico-investigadora le llevó a realizar numerosas exposiciones nacionales e internacionales en la década de los 90.

El artista siempre ha tenido la capacidad de observar y transmitir mediante el dibujo. Cuando aún estaba estudiando en la Facultad se apuntó a un curso de Electrografía, lo que sería el comienzo de su paso del arte a la tecnología digital. Con los años, y una más que destacable trayectoria artística y docente, ha comprendido que la historia del arte es la «historia de la reconducción de la luz».

Diversas piezas de la exposición ‘Vía Líquida’, de Rubén Tortosa. Foto: Pedro Vicente Mullor.

¿De dónde surge la idea de aunar arte y tecnología en tus obras?

En el año 1991, me llamaron de Telefónica para plantear un proyecto expositivo para Madrid Capital Europea de la Cultura del 92. En aquel entonces yo trabajaba en el fax; me pareció fascinante cuando descubrí en un anuncio en la televisión esta máquina que era capaz de descomponer un papel, meterlo en un túnel, lo ponía a viajar y cruzaba océanos, borrascas, anticiclones y aparecía en el otro lado del mundo. Se desmaterializaba y se volvía a materializar.

Cuando me llamaron, planteé una obra que era fax-emisor-receptor. La idea era situar a once artistas que tuvieran relación con la tecnología. A cada uno de ellos les mandé uno de los cuadros exclusivos de Juan Gris [colección de Telefónica que ahora se encuentra en el Museo Reina Sofía].

Situé los once Juan Gris originales y enfrente la instalación ‘La Activación de la Superficie Plana’. Los once artistas, a las ocho en punto de la tarde, empezaron a emitir por fax sus respectivas interpretaciones desde diferentes partes del mundo. Los situé en vertical para que el papel saliera contínuo, estuvieron dos horas emitiendo y ese momento fue la obra. Esa obra cerró el cubismo, porque en Madrid eran las ocho de la tarde del día 12, pero desde Japón, por el cambio horario, llegó con fecha del día 13, o sea que estaba emitiendo al pasado. Esa obra me marcó mucho.

¿En qué momento nace ‘Vía Líquida’?

R: En 1995, me voy con Fernando Canales a Bucarest a hacer una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo. En Viena pasamos a ver el río Danubio, que cruza diez países. Eso me hizo pensar en que ese agua cruza fronteras, se adapta y trae memoria, es decir, agua del pasado. En 2008, me propusieron un proyecto para exponer en La Gallera y, en ese momento, ya pensé en este proyecto. Un año más tarde, hice los dibujos que serían el boceto de esta exposición, de los pañuelos, de los recipientes y el material zinc.

La obra tiene una gran complejidad tecnológica… 

Cuando pensé en la obra quería que, aparte de generarse el agua en la instalación, se generara en la pantalla con un algoritmo matemático y tener acceso a la cámara. Lo que se ve en la pantalla es un agua sintética. Cuando introduces las tres palabras y caen por la impresora, el agua que ha nacido de forma digital se formaliza de manera física y cae por los pañuelos.

¿Cuánto tiempo ha durado todo el proceso del proyecto?

El proyecto ha durado un año y medio. He trabajado con tres ingenieros: Alfredo Manzanares, Carlos Martínez y Colin Dooley, también con los arquitectos Oriol Carrasco y Javier Peña. Es un equipo prácticamente deslocalizado. Toda la parte técnica la desarrollaron ellos, mientras que la parte estética la desarrollé alrededor del agua.

Para los elementos colgantes usé la refracción que produce la luz en una gota de agua. Amplié las imágenes y de una reproducción de dos milímetros saqué unas impresiones de más de dos metros. Desarrollé dieciséis ideas clave en cada uno de los elementos. Cada uno de los elementos tiene ciento cuarenta palabras asociadas.

En una obra que introduce la tecnología y lo digital, ¿ pueden surgir problemas que en el arte clásico no se dan?

No había podido montar la instalación hasta dos días antes de la inauguración. Antes había que probar el agua del depósito, ver el tipo de bomba que se necesitaba, hacía falta un interfaz para ir controlando los niveles. Ahora lo tenemos monitorizado continuamente. Todos los problemas que han podido surgir han surgido, por actualizaciones del sistema, problemas de sonido…

Para mí, esto ha sido una obsesión porque aquí han podido surgir problemas de inundación. Es importante entender que este trabajo es de Rubén Tortosa, pero de un equipo de cinco personas detrás que se han encargado de todos los detalles técnicos.

En tu trayectoria, siempre introduces la tecnología dentro del arte desde una vertiente humanizadora…

En mi carrera siempre hay un denominador común y es que siempre transito lo digital y vuelvo a lo físico. Yo nací en lo analógico, y toda mi generación quiso digitalizarse porque era lo nuevo, las generaciones de ahora entran y salen de la pantalla sin siquiera pensarlo. Hoy todo es digital, pero porque está mediatizado por lo digital. Para mi lo digital no es un ordenador, es un concepto.

Rubén Tortosa
Rubén Tortosa junto a una de sus piezas en la Sala Dormitorio del CCCC. Foto: Miguel Lorenzo.