‘Psico’, de Alberto Adsuara
Con Elena Climent
Cámara y montaje: Samuel Navarro / Sonido: Jacobo Vallier / Música: Victoria Contreras
Octubre Centre de Cultura Contemporània de València
Viernes 18 de octubre de 2019
¿Qué quiere la mujer?, se preguntó Sigmund Freud en 1925. Una pregunta que años más tarde, en 1932, intentó abordar en su conferencia titulada ‘La feminidad’. Una pregunta sobre el deseo femenino que Freud reconoció, al final de dicha disertación, solo poder contestar de manera incompleta y fragmentaria; y, por ello, sugirió a los oyentes que si deseaban conocer más en profundidad el alma femenina que indagasen en la obra de los poetas.
Ese enigma de la feminidad, que recorre con insistencia no solo la obra de Sigmund Freud, sino también la teoría psicoanalítica, subyace en el mediometraje ‘Psico’, del polifacético director Alberto Adsuara. La película está dividida en tres partes que corresponden a las tres sesiones de terapia psicoanalítica que mantiene la protagonista. De ahí, el título ‘Psico’, abreviatura de psicoanálisis y no de psicosis, tal y como precisó el director en la presentación. Una aclaración pertinente porque la protagonista no está loca, solo quiere saber acerca de cierta obsesión sexual que, como ella misma confiesa al psicoanalista, le perturba, le desasosiega, le inquieta.
Será la actriz Elena Climent quien dé, con una plenitud extraordinaria, la voz, los ojos y el cuerpo, a esta mujer que acude al análisis para comprender ese deseo sexual que, literalmente, le desborda.
Un actriz y un diván
Tres personajes componen la puesta en escena de ‘Psico’: en campo, una actriz y un diván; en fuera de campo, un psicoanalista al que no se ve, ni se escucha. Minimalista, pero no austera. La iluminación y la banda sonora envuelven a estos tres personajes, creando una atmósfera de matices poéticos. Y, junto a la iluminación y la banda sonora, el texto y la cámara.
El texto, un monólogo teatral, es ingenioso, irónico –con un tono, en ciertos momentos, que recuerda al estilo de los escritos de Woody Allen–. Adsuara explicó que lo escribió en 1992 “como una pieza de teatro, para que fuese interpretado por la actriz Cristina Fenollar, pero nunca se materializó el proyecto”.
El mediometraje narra la insatisfacción de una mujer que parece tenerlo todo: un trabajo que le agrada, un marido que la quiere, unos hijos que la adoran; pero hay una obsesión sexual que no puede evitar, que la domina, a pesar de que quiere a su marido, como deja claro en la terapia.
Y será esa obsesión sexual quien la lleve a tumbarse en el diván para poder verbalizar la verdad de su deseo. Allí tumbada, la mujer habla y en sus palabras –palabras que le sorprenden a ella misma– se vislumbra la pulsión sexual que la despierta de esa vida acomodada y satisfactoria. O debido a esa pulsión sexual no encauzada en la infancia –cabe señalar que la obsesión sexual de esta mujer se concentra en su culo–, no hay vida acomodada que pueda acallarla.
Al inicio, en la primera sesión, la cámara mira a la mujer tumbada en el diván, del mismo modo que ella escucha las palabras que hablan de su deseo: distante, discreta y temerosa. En las siguientes sesiones, la cámara pierde el pudor y sigue, rodea, penetra a la protagonista, al mismo ritmo in crescendo que sus palabras y su cuerpo se van desinhibiendo hasta contar sin represión el goce sexual que la habita. Será, en la última sesión, cuando esta mujer narre al psicoanalista, ya en estado de catarsis delirante, hasta dónde le impulsó su obsesión sexual.
La mujer sabe. Sabe que en ella gravita una pulsión sexual que ningún marido puede satisfacer. Pero tampoco, ningún otro único hombre. Igual ¿muchos? o ¿todos? puedan colmarla.
Una descripción de éxtasis sexual, magníficamente interpretada, escrita con verdadera chispa y elegantemente representada por la cámara. Una mirada y posición de cámara, entre otros aspectos, que hacen de ‘Psico’ una obra cinematográfica y no una obra teatral grabada.
Begoña Siles
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