Los hermosos días de Aranjuez (Peter Handke), de Joaquim Candeias
Sala Ultramar
C/ Alzira, 9. Valencia
Hasta el 6 de octubre
“¡Esto es un imposible!”, se dijo Joaquim Candeias cuando leyó el texto en alemán de Peter Handke, Los hermosos días de Aranjuez. “Incluso para leer es difícil”, remachó. Miguel Sáenz la tradujo perfectamente al castellano y, con todo, persistía la dificultad de llevarla al teatro. Como la vida misma que se narra en esa obra de “lenguaje poético exquisito”, destaca Candeias. Un hombre y una mujer: ¿eso es todo? ¿A santo de qué tanta dificultad? Estamos tan acostumbrados a las respuestas encorsetadas, al electroencefalograma plano del debate político y a las trifulcas de adjetivo y medio, dos como mucho, del reality show televisivo, que asistir al eterno conflicto de pareja con múltiples matices y aristas se vuelve extraño.
Como extraño resulta que la Sala Ultramar, con apenas siete meses de vida en la calle Alzira de Valencia, apueste por semejante bomba de relojería. Pero lo hace, al margen del rebufo del teatro estrictamente comercial (si es que existe en rigor tal cosa en estos momentos), porque lo lleva en sus entrañas esta sala sostenida por 16 profesionales vinculados al mundo del teatro y la danza. Los hermosos días de Aranjuez penetra en las entrañas de una pareja, cuya “charla estival” se produce “al final del callejón” en que se encuentran sus vidas. Y Joaquim Candeias va destripando ese eterno conflicto, “que puede parecer aburrido o intelectual, pero que es tremendamente rico y apasionad
Para poner en escena ese “alegato contra la idea del amor romántico, que nos condena a la infelicidad”, Candeias utiliza elementos muy sencillos: una mesa, dos sillas, un jardín o invernadero con una alambrada de formas orgánicas, que sirve a su vez de cárcel de la existencia. Sencillez al servicio de la complejidad humana que representan los personajes interpretados por Ana Caleya y Daniel Moreno. “La obra es doblemente interesante: por su exquisito lenguaje, ya que se dicen cosas muy duras de manera poética, y por el planteamiento de pareja, que termina siendo una meditación filosófica sobre la existencia humana”.
En el fondo, a Candeias lo que le interesaba del texto de Peter Handke era mostrar esa polaridad de la vida, en torno a los polos opuestos del hombre y la mujer, para destripar el mal funcionamiento de la sociedad actual. “Una de las grandes enfermedades de nuestro siglo es que transformamos deseos en necesidades”. O dicho de otro modo: “No es necesario cumplir todo lo que se desea para ser feliz”. Y recurre al mito de Adán y Eva, también al mito nacionalista, como “idilio paradisíaco que nunca existió”, lo cual supone “una manipulación de lo más burda”.
“La vida no funciona así”, explica Candeias, reconcentrándose en sus propias palabras. “Esos dos polos opuestos se necesitan, porque la vida es lo que fluye entre ellos, no los compartimentos estancos que mantiene atrapadas a las personas en sus respectivos estereotipos”. La enquistada pareja de Los hermosos días de Aranjuez buscará “cambiar la exigencia por amor”, aunque para ello tenga que romper con esa tendencia del ser humano de “reclamar del otro lo que no tiene”.
Peter Handke, que conoció España por sus múltiples paseos a pie, hace de Aranjuez el paraíso soñado del que conviene huir para afrontar la dolorosa lección del amor imposible. “¿Derrotista?”, se pregunta Candeias. “No, implica reconocer que no hay amor sin dolor”. Para ello, se hace igualmente necesario el empleo de un lenguaje “exquisito, poético”, que pueda dar cuenta de la vasta experiencia. De lo contrario, “sentiremos muchas veces angustia, sin saber lo que nos pasa”. Joaquim Candeias, ahora con Galantys Teatro, se hace cargo de ese inagotable caudal de sentimientos contradictorios, después de hacerlo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La Sala Ultramar coge hasta el seis de octubre el testigo de Los hermosos días de Aranjuez, en Valencia. Un hombre y una mujer: ¡ahí es nada!
Salva Torres
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