Óscar Jiménez. Celanova

#MAKMAAudiovisual
‘Celanova, tierra de inmortales’ de Óscar Jiménez
30’, España, 2024

Un trabajo para la universidad. Una ciudad nueva. Problemas con el transporte y sin recursos económicos. Tan solo una cámara de video y un anhelo innato de contar historias. La voz y la mirada de Óscar Jiménez poseen la suficiente fuerza y, sobre todo, humanidad para construir relatos vitales, viscerales y lúcidos desde zonas modestas. Con ‘Celanova, tierra de inmortales’, el cineasta indaga en los secretos de la longevidad y habla sin temor de la muerte. Pausado, respetuoso, curioso.

Este joven, mitad albaceteño mitad valenciano, fue galardonado con el premio a mejor trabajo de periodismo sociosanitario de la Comunidad Valenciana por ‘Viaje a Vesania’, documental centrado en los mitos de la esquizofrenia. Un creador audiovisual que mantiene siempre en su objetivo retratar personas.

Humilde, consciente de sus errores y en constante aprendizaje, Óscar Jiménez se postula, sin la menor duda, como una de las figuras más prometedoras de la nueva generación de cineastas.

Celanova, tierra de inmortales’ ahonda en los secretos de la longevidad y reflexiona sobre la visión de la muerte. No es de extrañar que posea un ritmo lento y encuadre a sus protagonistas centenarios durante largos planos.

Desde el principio, tenía muy claro que quería que el documental fuera como sentarse a hablar con mis yayos. Busqué que todo el mundo que se sentara a ver el docu aprendiera, se adentrara en una conversación con personas mayores y se empapara de su sabiduría. Además, creo que un ritmo lento era la manera adecuada para que los protagonistas estuvieran más cómodos.

Tus protagonistas, Carmen y Manuel, difieren en actitud, lo que provoca una simbiosis en base a su antítesis. ¿Qué decisiones tomaste para realizar la estructura del documental y complementarlos?

No tenía ninguna estructura. En los documentales, o en casi todos, el guion se hace después. Fui haciéndolo sobre la marcha. Lo dividí en temas de los que quería hablar y, entonces, metía grabaciones que creía que cobraban sentido justo ahí. Por ejemplo, si estábamos hablando de la buena vida del rural gallego, colocaba imágenes de Manuel y su familia en un ambiente de cachondeo.

Pero he descubierto que esta forma no es la mejor manera. Es mucho mejor –lo he aprendido ahora– tener la historia primero en tu cabeza y luego los temas ya irán saliendo.

¿A qué se debe la ausencia de música extradiegética?

Cuando hablo con mis abuelos estoy en una situación calmada, sin música. Ahí escuchas las palabras únicamente. Podría haber puesto de fondo un audio de ‘Sálvame’, que es lo que escucha mi abuela [ríe]. Decidí darle mucho peso a qué suena el ambiente rural para que te puedas empapar del estilo de vida. Ellos, en su día a día, no escuchan música, escuchan el campo. De por sí, las frases de Manuel y Carmen tienen tanta fuerza que no quería darle ningún tipo de efecto. Sus voces dentro de aquellas paredes resonaban a pueblo.

Manuel es un todoterreno. ¿Cuánto guion fue necesario para interactuar con él?

Nos era muy complicado encontrar un centenario por nuestros medios. Entonces, un concejal nos escribió contando que había encontrado una persona de 94 años, pero que era un sinvergüenza [ríe]. Conocimos a Manuel y conectamos enseguida. Fue muy fácil, no tuvimos que decirle nada. Fuimos sin ningún guion. Le decíamos: “Oye, Manuel ¿nos enseña su finca?”. Y el hombre se ponía a pasear soltando chascarrillos. Solo tuve que pedirle una vez que mirara a cámara mientras fumaba, e incluso ahí improvisó esa frase de “un velliño fumando” [ríe]. Es una persona con muy buen sentido del humor. Mientras lo escuchábamos, yo pensaba que todas sus frases eran buenísimas. Como un cuentacuentos.

¿Qué decisiones de montaje y/o de preguntas en la entrevista decidiste para evitar el victimismo y la condescendencia ante un tema delicado como la vejez y el temor a la muerte?

Lo consiguen ellos mismos, con su actitud y la sensación que ofrecen. No hubiera sacado a personas de 100 años que se vieran mal de salud ni iba a sacar a nadie para dar pena. Quería un mensaje positivo ante la vejez. Quisimos grabar cómo era su día a día, no ponerlos a dar volteretas ni preguntarles “¿conoces TikTok?”, como hacen en ‘El Hormiguero’. Solo sentarnos a escucharles. Aunque tengan personalidades distintas, tanto Carmen como Manuel poseen un punto en común: un envejecimiento saludable. Ellos solos logran el tono del documental.

Han pasado casi dos años desde que grabaste ‘Celanova, tierra de inmortales’. ¿A día de hoy, realizarías algún cambio?

Sí, sí. Ojalá hubiera tenido más tiempo para grabar y haber pensado más en la estructura. Yo, ahora, puedo decir “sí, muy bien, salió muy bien”, pero habría salido mucho mejor si hubiera pasado más tiempo con Manuel, por ejemplo; si hubiera estado más tiempo en su casa grabándole en sus labores.

Solo pudimos ir una tarde y él ya había terminado su trabajo, así que solo podía dar una vuelta por ahí. Siento que hay mucho paseo y poca acción. Me hubiera gustado grabar a Carmen con algún vecino de su aldea y captar el ambiente de los pueblos. Aunque no entrevistara a nadie más, pero tendría recursos de gente anciana activa.

Gente centenaria, la pilota valenciana, un luthier de Albacete, un barbero guitarrista… Tus documentales poseen temas diversos, pero con un núcleo en común: las personas.

Me interesan mucho las personas que pueden parecer pequeñas, con historias humildes, pero que, a la vez, tienen un interés mundial. Y, a su vez, que ocurran en sitios también pequeños, pero donde pasan historias gigantes.