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Entrevista a Oriol Paulo y Eduard Fernández
‘Los renglones torcidos de Dios’, de Oriol Paulo
Basada en el libro homónimo de Torcuato Luca de Tena
Intérpretes: Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Loreto Mauleón, Javier Beltrán, Pablo Derqui, Federico Aguado, Adelfa Calvo, Samuel Soler, Francisco Javier Pastor
Preestreno: Cines Kinépolis de València, 27 de septiembre
Estreno: 6 de octubre de 2022
‘Los renglones torcidos de Dios’ es una película delirante. Basada en la novela homónima de Torcuato Luca de Tena, se adentra en un sanatorio psiquiátrico de la mano de la investigadora privada Alice Gould (Bárbara Lennie), quien ingresa en dicho hospital simulando una paranoia con el fin de recabar información sobre la muerte de un interno fallecido en extrañas circunstancias. A partir de ahí, la realidad y la ficción van entrelazándose en una suerte de espiral angustiosa.
A Oriol Paulo le llamaron de Warner y Atresmedia con el fin de que dirigiera la adaptación de la novela al cine y, tras pensárselo mucho (“por el peso que suponía adaptar esa novela”, dice), solo puso una condición, que Bárbara Lennie fuera la protagonista. “Yo veía a Bárbara Lennie en ese papel por muchísimas cosas: porque es una excelente actriz, porque es una persona que tiene la clase, la capacidad verbal, la inteligencia y la audacia del personaje, además de jugar muy bien con la dualidad”.
Dualidad en forma de persona que finge una paranoia y de persona que, ¿en realidad?, es investigadora privada. La película funciona a modo de pesadilla que, a diferencia del sueño -que acaba cuando nos despertamos-, parece no tener fin. Oriol Paulo construye la ficción de manera que sea el espectador quien tenga después que trabajar para discernir cuánto hay de locura o de cordura en esa Alice o Alicia, una vez sumergida en el País de las Maravillas o siniestra madriguera del sanatorio psiquiátrico.
“Al final, la fina línea que separa la locura de la cordura es algo que nos toca a todos. También estamos en un momento en el que se está normalizando mucho el tema de la salud mental, algo que queríamos plasmar igualmente en la película, ofreciendo una mirada más limpia, a la que se da en ‘Shutter Island’ [Martin Scorsese], con un entorno más normalizado”, explica el director, tras el preestreno de la película en los cines Kinépolis de València, donde acudió junto a Eduard Fernández, quien encarna a Samuel Alvar, responsable del centro hospitalario.
“Tenemos mucho pudor a la enfermedad mental, a ir al psicólogo y, en este sentido, todavía estamos un poco por detrás en España”, señala Fernández. “Yo recuerdo ir al psicólogo desde hace muchos años, sin que me pasara nada excepcional, y mi madre me decía: ‘¡Qué tontería con lo bien que estás tú, hijo mío, con lo que bien que te va todo!’ Y yo le respondía: ‘Tranquila mamá, que no pasa nada, pero yo voy al psicólogo y me va bien’”, añade el actor.
La mención de ‘Shutter Island’, como una de las películas que pueden venir a la mente tras el visionado de ‘Los renglones torcidos de Dios’, da pie a pensar en muchas otras, aunque antes Eduard Fernández precise: “Este libro estaba escrito mucho antes de ‘Shutter Island’, de manera que no nos pueden decir que hemos copiado de esta película”.
El arranque, en todo caso, más bien iría por los derroteros de ‘El resplandor’, de Stanley Kubrick, con ese plano cenital siguiendo al coche en el que va Alice Gould y la posterior vista aérea panorámica del sanatorio aislado en mitad de la naturaleza. “Es verdad que en el inicio hay algo de ‘El resplandor’. Nosotros queríamos contar que en 1979 los pacientes estaban estigmatizados, viviendo al margen de la sociedad, entre cuatro paredes que se regían por unas normas que eran distintas. Luego hemos visto todos los clásicos sobre psiquiátricos, desde ‘Shutter Island’ a ‘Shock corridor’ [Corredor sin retorno], de Sam Fuller, ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ [Milos Forman], o ‘Unsane’, de Steven Soderberg, para empaparnos un poco del ambiente”, explica Paulo.
En la novela de Luca de Tena, se alude al padre del psicoanálisis Sigmund Freud, referencia que el director mantiene porque caracteriza a la propia Alice, quien en cierto momento lo repudia: “Freud era un obseso”. Rechazo que, no obstante, sirve para reforzar su mismo carácter obsesivo, emparentado con el del director del sanatorio, con quien rivaliza.
“Hemos hablado con muchísimos psiquiatras, hemos leído mucho antes de abordar el guion y la interpretación de los personajes, y la mención a Freud ya está en la novela, y como cuenta algo acerca del personaje de Alice Gould, lo mantuve en la adaptación. En este sentido, la película te mete en una espiral de la que el espectador es partícipe”, subraya Oriol Paulo.
En la psicosis, apunta Freud, se da un fracaso total del yo, como consecuencia del cual se produce una entrada en crisis de la realidad. Resulta paradójico que la protagonista de ‘Los renglones torcidos de Dios’ se nos presente con una gran solidez discursiva, al tiempo que aflora en ella una fragilidad emparentada con el supuesto delirio que la condena a permanecer en el psiquiátrico.
“Los personajes, tanto el de Eduard como el de Bárbara, son personajes con muchísimo ego y a ninguno de los dos les gusta que le lleven la contraria. A partir de ahí, cada uno se construye su propio discurso o su propio “delirio”, si queremos llamarlo así, porque al final son dos personajes con un ego enorme que están chocando todo el rato y que luchan a través de la palabra”, apunta el director.
Aunque ya estaba en la novela, Paulo dice haber querido incrementar la sensación de que el personaje de Alice era una mujer avanzada para su época. “A mí me gusta más hablar de guerra de egos, que de guerra de sexos. La masculinidad y la feminidad tienen importancia por el contexto histórico, porque el hecho de que una mujer estuviera tan empoderada en esa época es algo que me gustaba de la novela y que queríamos reforzar”.
“Alguien me decía que todo es subjetivo, que depende del punto de vista, y sí, pero yo juego el papel del psiquiatra y, en este sentido, hay algo que es científico, con una serie de datos que maneja un profesional para saber si esa mujer está en delirio o no. Una cosa es fantasear y demás, y otra muy distinta tener una enfermedad. La enfermedad duele y el dolor de ese paciente hay que aliviarlo, además de proteger a los demás en el caso de que pueda ser violento. De manera que no todo es interpretativo”, argumenta Eduard Fernández.
Volvemos al tema de la salud mental, llena de vericuetos por los que transita la película. ¿El arte ha de tener una función social? “Creo que el arte debe cumplir una función social y creo que el arte tiene que cumplir también una función de entretenimiento. Si puede cumplir las dos a la vez, fantástico”. Dicho lo cual, Oriol Paulo agrega: “Me gusta mucho que el espectador sea activo y que cuando se sienta a ver una película sea parte activa de lo que está pasando y que su cabeza también esté trabajando”.
Eso es algo, dice, que supone haber heredado de su fascinación por los relatos que leía, cuando era niño, de Arthur Conan Doyle, de Agatha Christie o de cualquier novela de misterio y no podía parar de leer hasta llegar al final. “De alguna forma, esa sensación de no poder parar de leer es lo que trato de trasladar a la pantalla”, apostilla.
“Ken Loach me parece un maestro del cine social y pocos más hay que hayan logrado lo que él hace. A mí me gusta el cine bueno, me da igual si es de monstruos, de ángeles, de derechas o de izquierdas, nada más”, apunta Fernández acerca de esa función social del arte. Y Oriol Paulo, regresando a esa línea fina, y a veces confusa, que separa la locura y la cordura, concluye: “A veces es aterrador, pero es real. A todos nos ha pasado en algún momento haber hecho algo que conlleva el haber traspasado cierto límite. Y esto asusta, pero a su vez nos humaniza”.
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