La mujer que no bajó del avión, de Empar Fernández Editorial Versátil De venta en librerías
¿Una novela se puede incluir en el género negro aunque no esté protagonizada por policías o detectives, ni siquiera por periodistas o abogados? Empar Fernández considera que sí y prueba su afirmación con su último libro, La mujer que no bajó del avión (Versátil) que presentó recientemente en la librería Cosecha roja de Valencia, acompañada de Marina López, profesora de la Universidad de Castellón y comisaria de Valencia Negra. En una audaz vuelta de tuerca, Fernández no sólo elige como protagonista a un ciudadano normal y corriente, carente de los atributos y destrezas del sabueso tradicional. Además, adopta la voz y el punto de vista de Álex Bernal, un joven abúlico y apático, sin oficio ni beneficio que vaga por el mundo algo desnortado. Un autodidacta que se alimenta de libros de ficción y que, influido por su padre droguero y seguidor del Pantone, le gusta llamar a los colores por su nombre y apellido. Una vocación cromática que contrasta con la atmósfera gris asfalto que impregna la historia. Una Barcelona primaveral en torno al Día de Sant Jordi con rosas y petardos, es escenario y también protagonista de la historia. Fernández describe con solvencia y cariño el ambiente de los barrios limítrofes afectados por la crisis por los que se mueven los personajes. La acción arranca con una escena muy contemporánea. Álex Bernal, tras pasar una desastrosa temporada en Roma, espera en el aeropuerto de El Prat que la cinta transportadora vomite su equipaje, mientras observa girar una maleta solitaria al parecer abandonada por su propietario. En un impulso se apropia de ella, ignorando que contiene una doble sorpresa que va a cambiar su vida. Una carga de culpa y remordimientos, la historia trágica de una mujer, Sara Suárez que por egoísmo y omisión ha causado un gran daño a sus semejantes. A través de las vacilantes anotaciones de una desconocida, su confesión a corazón desnudo y canto de palinodia, Bernal reconstruye poco a poco su identidad como persona y afianza su posición en la vida. Empar Fernández Gómez (Barcelona, 1962) alterna la docencia en los campos de Historia y Psicología con la escritura. Junto a Pablo Bonell Goytisolo creó al inspector Santiago Escalona, protagonista de las tres novelas que escribieron a cuatro manos: Las cosas de la muerte, Mala sangre y Un mal día para morir. Fue finalista del IX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones con El loco de las muñecas, historia de un mendigo y , en 2008, publicó Hijos de la derrota, que parte del fin de la guerra civil para contar cómo afecta a la vida de tres niños. Obtuvo el Premio Rejadorada de Novela Breve por La cicatriz, en 2009, y al año siguiente publicó Mentiras capitales, ambientada en la posguerra.
Policiaca, negra, intriga psicológica, thriller. ¿Dentro de qué apartado se siente más cómoda? Quiero pensar que no son excluyentes y que la ficción admite diversas fórmulas y combinaciones. Me identifico con las etiquetas negra y psicológica. ¿A qué atribuye el gran éxito que tiene hoy la novela negra? Creo que al lector le apasiona leer sobre el dolor y la tragedia que afectan a otros, el crimen interesa siempre que podamos contemplarlo desde la distancia. Eros y Thanatos mueven el mundo. Además la novela negra proporciona el misterio y estimula eficazmente el interés, propiedades de las que otros géneros carecen. ¿Cree que puede morir de éxito si no se renueva? No creo que la novela negra llegue a desaparecer ni a morir de éxito, goza de buena salud y creo que, afortunadamente, se renueva constantemente. Siempre puedes encontrar alguna novedad que te sorprende por la trama, el enfoque, la estructura, el lenguaje… La renovación es necesaria para no encasillar la novela negra en patrones inamovibles, en fórmulas leídas mil veces que pueden llegar a resultar repetitivas. Harta de policías o detectives, en ‘La mujer que no bajó del avión’ se plantea una audaz innovación. ¿Cómo se enfrentó a ese reto? En esta ocasión me planteé que el investigador fuera una persona cualquiera, sin preparación, sin método, simplemente un joven que tropieza con una historia muy oscura y llega a desentrañarla. ¿Le costó mucho meterte en la piel de Sara Suárez, un personaje con el que no es fácil empatizar por su egoísmo atroz? Sí, es un personaje difícil, atrevido, valeroso y egoísta y completamente carente de escrúpulos. Una mujer que corre riesgos, que calla, que traiciona y que acaba pagando muy caros sus errores. Los autores de novela negra hemos aprendido a trabajar con personajes verdaderamente odiosos, con verdaderos criminales; en ese sentido tenemos una experiencia que nos ayuda a enfrentar el mal con la mente fría.
La Barcelona que describe delata un gran amor a su ciudad. ¿Cómo la vive día a día y qué queda de la huella olímpica? Me gusta Barcelona por su diversidad de gentes, de paisajes urbanos, porque cambia continuamente y porque sigue conservando rincones que valen la pena. Me gusta porque cada barrio es un mundo y porque es un escenario inmejorable y sirve para grandes historias. Creo que amo la ciudad porque la conozco bien. De la huella olímpica solo aprecio las infraestructuras que cambiaron la apariencia de la ciudad. No es poca cosa. ¿El contacto con sus jóvenes alumnos le sirve de alguna manera para estar al día e imaginar historias conectadas con el presente? ¿Cómo ve a estas nuevas generaciones? El contacto diario con los alumnos sirve para crear nuevas historias y para actualizar el lenguaje coloquial que a menudo va más deprisa en las calles y entre la gente muy joven. Respecto a las nuevas generaciones creo que no conviene generalizar. Hay gente dispuesta a todo: a estudiar, a invertir tiempo y esfuerzo, a emigrar en un futuro si es necesario… y alumnos que se limitan a esperar que llegue el momento de abandonar el instituto. No se puede establecer una norma. ¿Cómo están recibiendo los lectores su novela ‘La mujer que no bajó del avión’? Por el momento las impresiones que he recogido son inmejorables. He recibido numerosas felicitaciones de lectores y de críticos. Me siento muy satisfecha de los comentarios que me envían los lectores. Hasta el momento no pueden ser más halagadores.
Bel Carrasco
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