‘Berlanguiana’, de Vicente Muñoz Puelles
Consell Valencià de Cultura
Con motivo del Año Berlanga (2021)
De niño, Vicente Muñoz Puelles conoció de vista a Luis García Berlanga, gran amigo de su tío, el también cineasta y productor Ricardo Muñoz Suay. Pero fue en los años noventa cuando la literatura y la fascinación por el erotismo vincularon al joven escritor con quien ya era un famoso director de cine.
Su primer territorio común fue la colección de literatura erótica de Tusquets, La Sonrisa Vertical, creada por Berlanga, en la que Muñoz Puelles publicó varios títulos y ganó el premio convocado por dicha editorial, en 1981, con ‘Anacaona’. Posteriormente, surgió el proyecto ‘Infiernos eróticos. La colección Berlanga’ (La Máscara, 1995), un libro de gran formato en el que Muñoz Puelles hace un recorrido a fondo por la biblioteca erótica del director. Años más tarde, ambos fueron miembros del Consell Valencià de Cultura, pero en etapas diferentes.
Encuentros en la librería La Máscara, de Luis Andrés y su esposa Matilde, tertulias en las cafeterías de Nuevo Centro, un intenso viaje a París tras el rastro de ilustres erotómanos… La relación entre Berlanga y Muñoz Puelles –guadiánica, pero prolongada en el tiempo– le ha permitido al escritor trazar un retrato íntimo y poliédrico del director valenciano: la evocación de su infancia, su precoz fascinación por las mujeres y el erotismo, el duro paseo por Rusia con la División Azul, el amor al cine, los múltiples proyectos tanto exitosos como frustrados…
Hablamos de ‘Berlanguiana’, un libro editado por el Consell Valencià de Cultura con motivo del ‘Año Berlanga’, que se distribuirá por España al módico precio de 15 euros. Un auténtico regalo que ofrece una visión cercana de un hombre que supo granjearse la admiración y la simpatía del respetable, aunque, como todos los que descollan en este país, también tuviera enemigos y detractores.
Uno de los pocos artistas cuyo nombre ocupa asiento de honor en el diccionario de la RAE como adjetivo que expresa «situaciones absurdas, comicidad caústica y enfoques grotescos». Una visión del mundo de alguien que confraternizaba con los fracasados de toda índole y entendía como nadie los mil rostros de la miseria humana, que tan acertadamente plasmó en su obra.
‘Berlanguiana’ ofrece un destilado del espíritu berlanguiano en la potente prosa de uno de nuestros grandes narradores. La evocación de historias, anécdotas y charlas se acompaña de un galería fotográfica, además de las cronología y bibliografía realizadas por Laura Muñoz Puelles.
Entre la novela y el ensayo, su autor sitúa ‘Berlanguiana’ “en ese antiguo género que los autores grecolatinos llamaban diálogo, y que me gustaría reivindicar. Es el equivalente, salvando las distancias, de los ‘Diálogos socráticos’ de Platón, o de las conversaciones de Truffaut con Hitchcock”.
Alérgico como era a los homenajes, ¿cómo crees que Berlanga se tomaría la celebración de su centenario?
Se sentiría incómodo, pero también sabría separar el sincero homenaje de unos pocos de la tosca manipulación de quienes nada saben. Y, en el caso de encontrarse en forma, pediría que el dinero destinado a organizar mesas redondas y a montar exposiciones sobre su figura se le concediera directamente a él para rodar una nueva película, esta vez sobre la pandemia. ¡Qué grandes gags haría a costa de esos pícaros que utilizan las prerrogativas del cargo para vacunarse antes!
Tu evocación de su figura muestra el gran afecto que te inspiraba. ¿Qué significó LGB para ti?
Siempre me pareció un personaje de novela entrañable, típicamente berlanguiano. Su pasión por ese noble género, la literatura erótica, confirmó y asentó la mía. Hablar con él era una fuente de diversión y conocimiento. Resultaba fácil quererle, porque era atento y cariñoso.
¿Cómo lo describirías con pocas palabras?
Era una persona extremadamente educada, tímida, compleja pero siempre divertida, con gran capacidad de imaginación y de improvisación. Las aficiones o costumbres peculiares de los demás le inspiraban simpatía y una enorme tolerancia. Le parecían muestras de la variedad del ser humano.
Ahora vemos a Berlanga como un hombre de éxito, pero también sufrió muchas adversidades. ¿Cómo las sobrellevaba?
Era una persona muy creativa. Mientras pudo rodar, disfrutó trabajando. Luego, cuando las dificultades se acumularon, supo llevar los contratiempos con dignidad. En muchos momentos, el erotismo y su percepción irónica de la realidad debieron servirle de consuelo.
En el libro se desnuda en aspectos muy íntimos, pero no expresa su postura ideológica.
Creo que su estancia juvenil en el frente ruso le convirtió en un escéptico total en relación con cualquier ideología. Más que liberal, era una persona que necesitaba sentirse libre. Pretendía haber fundado, con Fernando Fernán Gómez, un partido para uso propio: el Partido Anarquista Burgués Independiente. En lo referente al erotismo se consideraba anarquista, porque prefería la ropa interior femenina negra y roja.
¿Sabes de dónde procede su palabra fetiche, ‘austrohúngaro’? Cuentas que ‘Titanic’ también cumplió esa función cuando era joven.
El propio Berlanga tenía varias versiones para explicar su uso. Una de ellas, la más sencilla, era que las primeras alusiones al imperio austrohúngaro habían sido involuntarias, y que luego había decidido incorporarlas como una señal de fábrica. En cuanto a la palabra Titanic, contaba que, de niño, en el colegio, había desarrollado una habilidad especial para mencionar al Titanic cuando le preguntaban por cualquier otra cosa, como el principio de Arquímedes o la caída del imperio romano.
Sostenía que el erotismo era más importante para él que el cine. ¿Era totalmente sincero o fanfarroneaba? ¿Detestaba realmente a los cinéfilos o era otra de sus boutades?
En lo del erotismo era sincero. El cine le apasionaba, claro, pero, sobre todo, lo hacía para sobrevivir. En cambio, el erotismo era para él un sinónimo de libertad radical, de juego permanente y de disfrute. Creo que en esta época de increíble puritanismo, generadora de nuevas censuras, se hubiera sentido intimidado. Su aparente desdén hacia los cinéfilos era, sobre todo, una manifestación de su desprecio por la pedantería y los convencionalismos.
Su gusto con las mujeres era muy ecléctico. ¿Cuál se acercaba más a su tipo?
No creo que tuviera un solo tipo físico. Su fetichismo era más objetual que corporal. Se fijaba mucho en cómo una mujer iba calzada y vestida, en su disposición para el juego y la seducción. Creo que la mujer que más le había impresionado era Ava Gardner.
¿Qué crees que guarda el legado depositado en el Instituto Cervantes?
En mi libro sugiero algunas posibilidades. Imagino que el legado será algo profundamente serio, que al mismo tiempo nos hará pensar y sonreír. Algo muy berlanguiano, quizá con un leve sabor austrohúngaro.
LGB en ocho frases
Cine:
«Toda mi vida es una lucha por descubrir los secretos de la luz».
«En cine hay que evitar las metáforas y los símbolos. Se puede insinuar, pero no explicitar, como si el espectador fuese tonto».
«La verdad es que a estas alturas yo no creo en el cine español (…) Sólo creo en la biología y en la capacidad de algunas personas para contar historias a base de imágenes y palabras».
Erotismo:
«Para mí el erotismo es mucho más importante que el cine».
El erotismo complementa el sexo. Es como un adorno, a veces imprescindible».
«Puede decirse que a los 14 años ya era un auténtico viejo verde».
«Por fuera soy como un bereber desteñido, pero dentro llevo (…) una colegiala con medias negras y un látigo».
Muerte:
«No temo a la muerte, pero tengo la sensación de haber medido mal el tiempo, y eso me fastidia. Aún hay muchas cosas que me gustarían hacer».
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