Miqui Otero

#MAKMALibros
Literatura i Música Pop al Palau
Miqui Otero, autor de ‘Simón’, premio El Ojo Crítico de Narrativa 2020
Coordina y modera: Rafa Cervera
Sala l’Almodí
Plaça de Sant Lluís Bertran, 2. València
Miércoles 24 de noviembre de 2021, a las 19.30

‘Simón’, de Miqui Otero, es una novela que viene a radiografiar los últimos 30 años de nuestro país, siguiendo las andanzas del protagonista que da título al relato. Desde los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 hasta el atentando islamista en 2017. De la fiesta, al acto terrorista; de la alegría de vivir, a la tristeza por querer llevar tan lejos una visión del mundo que encaje con esa pulsión existencial que anida en cada uno de nosotros.

Miqui Otero le sigue los pasos a Simón, desde que apenas si alcanzaba los diez años, hasta bien avanzada la treintena, para contarnos, con ese trasfondo, las dificultades de un niño en pleno crecimiento y de un joven en busca de su lugar en el mundo. Simón irá creciendo bajo las luces y las sombras que arroja su primo Rico, al que se halla muy ligado, y mediante las idas y venidas de una serie de personajes que van perfilando esa radiografía de nuestra sociedad.

El ciclo ‘Literatura i Música Pop al Palau’, que coordina y modera Rafa Cervera, acoge en esta ocasión a Miqui Otero, para que el autor de ‘Simón’, premio El Ojo Crítico de Narrativa 2020, desgrane la manera de concebir su escritura, al hilo de sus propias vivencias tanto literarias como musicales. Antes de ‘Simón’ (Blackie Books), Otero ya cautivó con ‘Hilo musical’, ‘La cápsula del tiempo’ y ‘Rayos’. Las contradicciones humanas diríase que atraviesan su obra, tal vez, como él mismo apunta en esta entrevista, porque su intención es escribir “como alguien que te cruzas y ves que está triste, pero que intenta sonreír”.

Miqui Otero, autor de ‘Simón’. Imagen cortesía del autor.

 Una novela es como una criatura que uno da a luz tras meses de escritura. ¿Por qué elegiste Simón como nombre de la criatura?

La novela tuvo casi tantos títulos como versiones de Word (y tuvo muchas, porque la escritura fue compleja: ok, ok, ok, ok, definitiva, etc.), de ‘Más ritmo’, a ‘Tanto talento’ o ‘Levantad las copas’. Pero al final toda la novela era un intento de explicar el mundo a través de los ojos, y el corazón, de un personaje. Jan, mi editor, lo tenía claro. Era Simón. ¿Y por qué Simón? Por mil cosas, desde mi pasión por ‘Simón en el desierto’ (una peli sobre un asceta que se retira del mundo para subirse en una columna… y entonces todos le siguen) al juego ‘Simón dice’, un juego de repetición, que tenía versión luminosa y de juguete. Tienes que repetir lo que hace el otro, cada vez más rápido, siguiendo luces y sonidos, intentando imitarlas y fallando por el camino. Algo así es la vida y algo así es la vida del protagonista de esta novela.

Decía Saramago que hay personajes de novela que están más vivos que algunos que andan por ahí. ¿Tú escribes para resucitar a esos muertos vivientes, que somos un poco todos, en la vida cotidiana? 

Yo leo y escribo para vivir muchas vidas en el tiempo limitado que nos da la nuestra. También para retocarla, para vivirla mejor. Y para que no se amnesie a determinada gente, ni determinadas sensaciones. Y para atrapar lo contradictorio que es todo. Y sí, del mismo modo que a mí me da igual si algo sucedió o no, mientras nos llegue su leyenda (quizás no viviste algo, pero si lo explicas eso que explicas, esa mentira, esa ficción, dice mucho de ti), hay muchos personajes de ficción que explican mejor una época que personas reales. Y sí, también entiendo la literatura como una forma de entender este mundo, pero también de fugarnos a otros. Los millonarios, bezos o musk, pueden permitirse el turismo de espacio exterior. Nosotros tenemos los libros. Mucho mejores aún.

“Yo no solo quiero que vivas los libros. Quiero que vivas en ellos”, le dice Rico a Simón. ¿Evasión o victoria? ¿Perderse en el interior de las lecturas o encontrarse a través de ellas?

Es algo que me preguntaban mucho y di con la imagen, quizás porque tengo en casa dos hijos muy pequeños. Para mí las lecturas, sobre todo las primeras, son como los virus del primer año de guardería. No son letales, no le harán nada realmente malo al niño, simplemente están ahí para que coja defensa para enfrentarse a los adultos. Bien, la literatura puede ser también eso: vivir a través de las ficciones, miedos, euforias, desconfianzas, decepciones, traiciones y abrazos de gol para que te resulten familiares, y puedas negociar con ellos, cuando te pasen a ti realmente.

Miqui Otero. Foto: Elena Blanco.

En este sentido, ¿para qué sirve la ficción si es mentira?

Es que no suele ser mentira. Es una forma de articular la realidad. Como cantaban El niño gusano: “Todo lo que digo, lo dijo alguien ya”. Y todo lo que nos pasa nos pasó antes. Explicado de un modo u otro, realista o con vaqueros o astronautas o marcianos, pero ya le pasó antes a alguien.

Aparece en diferentes momentos de la novela la palabra héroe (“nuestro héroe”), así, en cursiva. ¿Qué entiendes por héroe y por qué piensas, si es así, que ya no es posible su existencia?

La cursiva marca la ironía. Pero también el énfasis. Él cree que podría llegar a ser un héroe, como los de las novelas que le gustan. Pero los héroes, incluso los clásicos, suelen ser contradictorios: son poderosos, pero a veces pasan miedo, son generosos, pero a veces interesados. Pilla a Ulises, que en la Odisea parece que quiere volver a casa, pero en realidad cada vez que se encuentra a una diosa o una ninfa o una mortal preciosa se tira ahí de un año a siete años.

Portada de la novela ‘Simón’, de Miqui Otero.

Hay muchas formas de ser un héroe y muchas situaciones para serlo. No es algo de piedra. Un enfermero es un héroe, a su pesar, porque debería pagársele tan bien como para que no tuviera que hacer heroicidades. Un maestro de escuela es un héroe, ve la primera vez de todo y determina la segunda. Un héroe invulnerable, sin miedos, sería un cretino fascista. Hasta un héroe puede ser un héroe, pero si te fijas, luego tendrá otra personalidad donde no lo sea tanto. Hay que descansar.

«Si Elvis liberó mi cuerpo, Dylan liberó mi mente», decía Bruce Springsteen. Por aquello del ciclo ‘Literatura i pop al Palau’, ¿qué música libera tu cuerpo y cuál tu mente?

Te contesto con otra cita: “Free your mind and your ass will follow” [Funkadelic] No veo tanta diferencia entre liberar una cosa y otra, de hecho, suelen ir ligadas. Mira al Nietzsche, que quería que los filósofos fueran bailarines. A mí me gusta muchísimo el soul y la salsa, pero también el folk tristón. Prefiero no hacer una lista, porque sería eterna. Tengo demasiados discos, casi una patología. Las canciones animadas con letras tristes. Y las canciones lentas que hablan de euforia. De hecho, en ‘Simón’ aparece ‘Boys don’t cry’ (una nana que le canta el primo al protagonista, cuando era pequeño), de The Cure. Una canción pop, pegadiza, luminosa, sobre alguien que habla de una ruptura y que se dice una y otra vez (como si fuera a engañarse) que no va a llorar. Bueno, pues así quiero escribir yo: como alguien que te cruzas y ves que está triste, pero que intenta sonreír.

Miqui Otero. Imagen cortesía del autor.