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Miguel Gómez Losada
I Premio Internacional de Pintura Ciudad de Sevilla por ‘La mesa de Rosa’
Miguel Gómez Losada (Córdoba, 1967) atesora una larga trayectoria, pero recientemente ha recibido un importante espaldarazo con la concesión del Premio Internacional de Pintura Ciudad de Sevilla –cuya primera edición se ha celebrado en la Real Fábrica de Artillería– a su obra ‘La mesa de Rosa’. Un óleo sobre lino de 195 x 195 cm sobre el que ha recaído el galardón con mayor cuantía en España, dotado con 30.000 euros.
¿Cómo describiría ‘La mesa de Rosa’, su obra ganadora del certamen Ciudad de Sevilla?
Es un cuadro que intenta ser silencioso, esencial e íntimo. Para ello, he tomado unos platos de cinabrio que trajeron mis padres cuando yo era pequeño. Lo planteé con más ornamento, y he acabado reduciéndolo al mínimo para acercarlo a esa idea mística y alejar la pintura del ruido incesante de nuestra sociedad moderna.
Viene usted de una ciudad especialmente poética, y pictórica. ¿Cómo influye o cree que se hace presente en su obra?
Nunca se sabe bien cuánta influencia tiene en el trabajo pictórico la ciudad de la que uno es o donde ha vivido. He vivido en muchas ciudades, siete u ocho, pero reconozco que Córdoba me ha marcado bastante, no solo por tener allí a mis padres, mi primera comunidad y la más influyente, sino también el entorno natural que tiene.
Córdoba, en los límites de su urbanismo, tiene, por un lado, la campiña y, por otro, la sierra. En medio, el río Guadalquivir, y una ciudad patrimonial donde la piedra es común en el paseo. Los cipreses, las iglesias, el silencio, el ser una ciudad interior, y la provincia andaluza más al norte… Córdoba es nuestra Castilla, y supongo que todo eso influye a la hora de pintar, de querer ser esencial, parco, sobrio, no poner cosas de más.
¿Qué asignaturas pendientes son las más urgentes o necesarias en el sector del arte en España?
La asignatura pendiente de la sociedad es la educación artística. No solo desde edades tempranas, sino hasta la universidad. A día de hoy, todavía hay dificultad para saber qué es ficción y qué es realidad. La obra artística, ya sea en teatro, en pintura, en un poema, es una ficción, una ficción poética. No son hechos reales.
Estamos acostumbrados a ver personas indignadas por la letra de una canción, por una obra de teatro o porque en un cuadro aparezca algo escandaloso. Todo esto se solucionaría si la gente supiera distinguir entre ambas cosas. Y el nivel de ofensa disminuiría. Y una vez subido el nivel de la educación artística, se daría más valor a todas las disciplinas, enriqueciéndonos en nuestro día a día.
En su jurado figuraba, entre otros, Antonio López. ¿Es uno de sus referentes?
El nombre de Antonio López se comentaba siempre en mi casa. Mi padre, Marcial Gómez, era pintor, y Antonio López ya era una figura internacional. En casa mencionábamos mucho su etapa surrealista, entre comillas, esa obra castellana, solitaria, onírica, que tiene mucho que ver con ‘El espíritu de la colmena’, la película de Víctor Erice. Esa pintura rural, de aislamiento, que provoca sueños, ha sido siempre muy valorada en casa. Desde aquí le envío mi agradecimiento al jurado y a él especialmente.
Ha escrito usted un libro de reflexiones sobre la pintura, algo que otros compañeros suyos han hecho, pero no es lo habitual. ¿Cree que faltan artistas que, más allá de la pericia técnica, piensen en torno a la pintura?
El ‘Diario de pintura‘ es producto de las horas posteriores a estar en el estudio. Lo fui escribiendo cuando vivía en Málaga y cuando llegué a Sevilla. Obedece a una pregunta que me acompaña siempre: ¿por qué pinto, qué es pintar, qué necesidad tiene el hombre de pintar, de coger un pincel y dejar unas marcas en el lienzo? En nuestro tiempo, ¿es necesario el gesto primitivo de pintar?
De mi generación de pintores echaba en falta que alguien escribiera sobre pintura, sobre el fenómeno de dejar ese registro de la vida sobre un soporte. Hay diarios muy interesantes; recomiendo, por ejemplo, el ‘Cuaderno de apuntes’ de Zóbel, que me lo dio a conocer Daniel Bilbao, el pintor y decano de la Facultad de Bellas Artes.
Mi diario responde a esa cuestión. No tiene afán literario ni divulgativo; me atreví a colgar alguna reflexión en redes sociales, y gracias a Raúl Alonso, director de la editorial Cántico, me animé a publicarlo. Y estoy contento, porque va por la segunda edición.
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