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‘Miguel de Molina: Yo quiero ser diferente’
Comisarias: Stéphanie Demange, Laurie-Anne Laget y Alejandro Salade
Sala Acadèmia
Centre Cultural La Nau
Universitat 2, València
Hasta el 26 de octubre 2025
«Era una persona fascinante. Estar con él era como vivir dentro de un cuento». Así recuerda Alejandro Salade a su tío abuelo por parte de madre, cuya trayectoria se resume en la exposición ‘Miguel de Molina: Yo quiero ser diferente’, producida por el Vicerectorat de Cultura i Societat de la Universitat de València y la Fundación Miguel de Molina, con la colaboración de la Generalitat Valenciana, Casa de Velázquez, Sorbonne Université, Université de Toulon y el Institut Universitaire de France.
Una muestra que da a conocer la vida y el arte de vanguardia de esta gran figura de la cultura española, desde sus inicios en los años 30 en Madrid, su fulgurante paso por València, donde vivió las mieles del éxito y la hiel de la represión tras la Guerra Civil, hasta su retirada de los escenarios en 1960, en Buenos Aires.
Salade conoció a su tío abuelo cuando era adolescente y acompañaba a su madre a visitar a su pariente exiliado de España por causas políticas. Más tarde, ya adulto, entabló con él una relación profunda que se prolongó hasta la muerte del artista, con 84 años, quien le legó un fecundo patrimonio fruto de su amplia trayectoria..
Como director de la Fundación Miguel de Molina, ocupación que combina con la de productor de flamenco, Salade ha custodiado y enriquecido la memoria de su tío abuelo, un variopinto patrimonio que incluye desde piezas de vestuario, fotos dedicadas o carteles de cine, a cartas y diarios.

A partir de esos fondos, varios hispanistas de universidades francesas iniciaron el pasado año una investigación que se prolongará hasta 2027. «La exposición se basa en un fondo de archivo excepcional que Salade ha ido reuniendo desde hace más de veinte años, y que es sumamente valioso», explica Laurie-Anne Laget, hispanista de la Sorbonne. Su valor reside en la cantidad y variedad de documentos y piezas en las que De Molina apuntaba en qué ciudad y teatro actuaba cada día, diarios íntimos, así como vestuario, figurines, partituras y una producción literaria que se desconocía: poemas y canciones, además de una novela erótica inédita.
El propio artista está presente en este archivo. «No solo lo conservó todo, sino que lo iba comentando, como se puede ver en las vitrinas de la exposición, asumiendo el papel de su propio archivero. Esto nos llevó a darle la palabra, a dejar que contara su historia con su propia voz. Por ejemplo, todas las citas que aparecen en la cronología están sacadas de sus memorias, ‘Botín de guerra’, y diarios inéditos».
Los investigadores sospechan que los materiales procedentes de los años 30 estaban en el piso de la calle Císcar 41, en València, en el que vivió la madre de Miguel hasta su muerte, en 1947. «En esa época estaba perseguido por el Gobierno de Franco y le hubiera sido imposible transportarlos fuera de España», comenta Laget, que recuerda su secuestro y tortura en el Teatro Pavón de Madrid; el destierro y confinamiento que sufrió en Cáceres y Buñol, en 1940; o la prohibición de actuar o de que los cines proyectaran los cortometrajes que había grabado; sin olvidar otro confinamiento en Játiva, en 1942.
Entre ese material que quedó al cuidado de su madre se encontraba su ‘Diario de mi destierro’, de 1940, y cartas de los años de la inmediata posguerra en las que relata las diversas formas de represión que padeció por ser republicano y homosexual. Por fortuna, todo lo pudo recuperar cuando el artista regresó a España en 1957.
La figura del llamado popularmente rey de la copla atrajo a las hispanistas francesas por sus versatilidad, un creador que abordaba sus espectáculos como un artista total –cantante, bailarín e intérprete, pero también diseñador de vestuario, coreógrafo, arreglista y director de compañía–, dotes a los que sumaba una gran capacidad para la autopromoción y el marketing.
Cuenta Ángel Pericet que, cuando Miguel llegó a Buenos Aires por primera vez, no lo conocía nadie. “Pero una vez instalado en el Hotel Alvear, el más lujoso de la capital, comenzó a enviarse cestas de flores de las mejores floristerías, y así consiguió que en poco tiempo todo el mundo preguntara quién era ese artista tan famoso”. Por otra parte, la trayectoria de Molina es significativa dentro de la historia de las artes escénicas de los años 30, la historia de la violencia política y de la represión o la historia del género.

La muestra propone un recorrido a lo largo de su carrera a través de numerosas piezas originales del legado –carteles de teatro y cine, figurines, la colección de blusas diseñadas y a veces confeccionadas por él mismo, trajes, botas y complementos–, que invitan a descubrir las múltiples facetas del artista, su intensa vida social y la admiración que suscitó entre sus contemporáneos, reflejada en la amplia colección de fotografías autografiadas, páginas enmarcadas del ‘Libro de Oro’ del artista.
Está estructurada en siete secciones o áreas temáticas. La primera es ‘Vestuario de diseño’, que el propio artista confeccionaba como sus blusas y otras prendas de vestuario; la segunda sección se dedica a su labor en la escenografía, con el diseño de sus propios espectáculos. La tercera se centra en València, donde triunfó en los años 30, pero después de la Guerra Civil fue represaliado.
Estuvo detenido en Buñol, ciudad de la que es hijo predilecto y tuvo una vinculación con Ontinyent, donde visitaba un hospital militar de mutilados de la guerra. Tras la prohibición a actuar por el régimen franquista, en el año 1942, se exilió a Argentina y, en el 57, regresa a València y vuelve a triunfar.

En sus memorias, el artista escribió que València fue “posiblemente la ciudad de España a la que más debo artísticamente y donde se produciría mi verdadera consagración”. La capital del Turia fue el escenario de sus primeros éxitos, un refugio en momentos de desdicha, un punto de anclaje familiar y una fuente de inspiración artística, y Molina la homenajeó repetidas veces desde la distancia.
La cuarta sección se basa en el papel que Miguel de Molina tuvo en el cine, participando en diversos cortos y películas como ‘Esta es mi vida’ o ‘Luces de candilejas’; la quinta destaca su papel como bailarín y coreógrafo; y la sexta muestra los testimonios gráficos de una época, figuras con la que coincidió y que admiraba, entre los que destacan Lola Flores, Sara Montiel, Joan Manuel Serrat y el torero Manolete.
La séptima incorpora las hojas del que fue ‘Libro de Oro’ de Miguel de Molina, en el que hay dedicatorias de poetas como Rafael Alberti y otros autores como Javier López de la Serna. En la primera página de ese libro figuró una firma de Federico García Lorca que, según relata Alejandro Salade, «su tío se arrepintió de haber borrado con una cuchilla, siguiendo el consejo de personas cercanas, para no comprometer su seguridad durante la posguerra». Dicha hoja ha sido montada en suspensión para que, al trasluz, pueda apreciarse que allí hubo una firma.
Esta exposición se inscribe en un programa de exposiciones sobre el compromiso que la Universitat de València con los derechos humanos, la igualdad, la justicia y la inclusión social, anunció la vicerrectora de Cultura y Sociedad, Ester Alba, en el acto de inauguración. En total, se realizarán cinco muestras en el marco del programa ‘El valor de la diversitat: art, restitució i memoria’.
Por otra parte, la Universitat de València ha constituido una cátedra junto con el Ateneo Español de México, que reunió a principios de julio en La Nau a medio centenar de personas, entre familiares de exiliados y especialistas procedentes de México y de la UV.
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