“Libro de cine para regalar”, de Miguel Ángel Huerta
Prólogo de Rodrigo Cortés
El acontecer cronológico y horizontal de la existencia de un individuo sedimenta un poso ineludible de diversos géneros de fango, cuya categoría de abyección o erario mineralógico se supedita al grado de lucidez del sujeto en cuestión. La complejidad de reconvertir los sucesos en anécdotas y conferir a éstas, además, una distinción cualitativa y ecumenizable porta consigo una implícita dificultad de cosechar el fin último pretendido.
El territorio consuetudinario concluye fabricando lugares inequívocamente comunes, ordinarios y predecibles para quien la fatiga de la introspección impida trasegar de alguna contingencia hasta ser metamorfoseada en necesidad vital con excelsos calificativos.
Gran parte de esto último habita en “Libro de cine para regalar”, atletismo autobiográfico en el que el profesor exégeta, crítico y necrologicólogo del celuloide Miguel Ángel Huerta Floriano (Cáceres, 1973) torna el objetivo sobre la razón de ser que polariza su existencia: el cine.
Un ejercicio de revisitación memorialístico, que parte del aprendizaje infante y háptico del “Cinexin” hasta la asepsia de las vanguardias tecnológicas, implementando una radiografía diacrónica de los procesos de transformación de un individuo de provincias cuyas pasiones incipientes terminan convertidas en dedicación docente y voz periodística de referencia entre los avezados.
“Libro de cine para regalar” parte de la crónica de un tiempo reconocible para quienes merodeamos su generación, perfilando estampas familiares y devociones compartidas por aquellos que hemos sido gobernados por algún tipo de inquietud permutada en dedicación inexcusable. Los barrocos y decadentes galpones de cine –refugio último para quienes incoábamos nuestro imberbes aprendizajes en todas las lides-, con el ensepiado gráfico de las conspicuas producciones de otro tiempo, dejan paso a la instrucción adulta y mitológica de las calimas universitarias, el funcionario amanecer de las filmotecas, la dipsomanía maratoniana de los festivales de cine y los obituarios in arsentia de de los tabloides patrios.
Todo ello vertebrado a través de una prosa impecable, cuyo estilo, aunque homogéneo y límpido en el conjunto de su desarrollo, madura y gana enteros a medida que el autor va desgranando con tintes reflexivos la atmósfera de su particular microcosmos.
José Ramón Alarcón
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