#MAKMALibros
‘Los ruidos de la noche‘, de Mayte Aparisi Cabrera
LaCalaBooks, 2022
Edición revisada por Raquel de Diego Picó
pedidos@lacalabooks.com
Los relatos inspirados en hechos reales poseen un atractivo especial, sobre todo para quienes están de una u otra forma vinculados a ellos. Es el magnetismo que atesora, para todos aquellos que aman Argentina, ‘Los ruidos de la noche’ (LaCalaBooks), de la periodista valenciana Mayte Aparisi Cabrera, una crónica familiar novelada que recrea un siglo de la historia de este gran país de Latinoamérica enmarcada entre otros dos continentes y otras dos ciudades: Beirut y València.
Aparisi ha dedicado doce años a dar forma a esta odisea a partir de los testimonios orales de cuatro mujeres y documentación histórica centrada en la dictadura de Videla. Aunque no sufrieron directamente el horror de la dictadura, los secuestros, torturas, desapariciones y muertes, la familia vivió con desazón una atmósfera de miedo y represión que cristalizaba en los ruidos nocturnos producidos por disparos y vuelos asesinos que inspiran el título del libro.
En su segunda edición, ‘Los ruidos de la noche’ llegará a partir de septiembre a Matías Cerezo, coordinador de estudios y publicaciones del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti de Buenos Aires, y a María Coronel, directora de La Escuelita de Famaillá de Tucumán.
¿Qué te atrajo de la historia de la familia C. (tal y como la identificas en la novela)?
En primer lugar, me interesó la figura del patriarca Gabriel, un libanés que en Beirut se dedicaba a la construcción de barcos y que, cuando llegó a Buenos Aires a finales del XIX, creó una fábrica de ataúdes que llegó a ser una de las más importantes del país, pues de ella salieron los féretros de Evita, de Perón y otros dignatarios del país. La familia nunca supo por qué cambió los barcos por los ataúdes, pero investigando sobre el tema descubrí que pudo ser a causa de una epidemia de fiebre amarilla que, en 1871, mató al 8 % de los porteños.
También me impresionaban los recuerdos de mi amiga Gisela, descendiente de Gabriel y una de mis principales fuentes. Me imaginaba la reacción de ella y de su hermana Marta cuando, con solo trece y catorce años, respectivamente, sus padres les dijeron que se iban a vivir a Europa, concretamente a València, y debían despedirse de todo lo que querían y conocían. Me ponía en su piel y lo imaginaba como un horror. Y así lo vivieron ellas como un auténtico horror. Y, luego, en València sufrieron la incomprensión de una sociedad cerrada y el terrible bullying.
Uno de los aciertos de tu novela es combinar la historia de la familia C. con documentos históricos sobre las Madres de Plaza de Mayo y los Archivos de la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas (CONADEP).
Quería reflejar la tremenda dualidad que vivieron muchas personas durante esa oscura etapa en Argentina, entre una aparente normalidad y un oscuro trasfondo. Una dualidad que se acentuó en momentos concretos como el Mundial de Fútbol, la visita del Papa Juan Pablo II o la guerra de las Malvinas.
¿Qué fue lo que más te impresionó de ese relato de horror y violencia?
Lo que más me impresionó fueron las atrocidades cometidas por los sicarios de Videla contra unos estudiantes de secundaria, que se manifestaron porque les había subido el precio del transporte público. Acabaron secuestrados y varios de ellos asesinados, como Claudio de Acha, tal y como se cuenta en la película ‘La noche de los lápices rotos’ [Héctor Olivera, 1986]. Por desgracia, no fue la única atrocidad cometida esos años, como demuestran los Archivos de la Comisión Nacional de Personas Desaparecidas (CONADEP), que intercalo en el relato. Desearía de todo corazón que mi novela sirva para que los jóvenes argentinos conozcan el pasado de su país y que nunca vuelva a repetirse.
¿Por qué se alargó hasta doce años la elaboración de este libro?
Ha sido un largo viaje. Un viaje dentro de otro viaje. Empezó en 2010, cuando una editorial me encargó un relato juvenil sobre una historia de superación. Enseguida pensé en mi amiga Gisela, porque me impresionaban sus recuerdos de infancia en el Buenos Aires de Videla, y comencé a acopiar información a través de ella, de su hermana, de su madre y de una monja de Castellón. En total, reuní más de setenta horas de grabación. No tardé en darme cuenta que el tema superaba en extensión y profundidad las pautas de un libro juvenil, y seguí por mi cuenta.
Por entonces, acababa de sufrir una de las peores pérdidas que puede sufrir un ser humano y embarcarme en este proyecto me ayudó mucho a sobreponerme al dolor. Hice hasta cinco versiones, con un parón de cuatro años en medio, hasta que con ayuda de varias personas, especialmente de la editora Raquel de Diego Picó –argentina afincada en España–, pude culminar la historia. Estoy muy satisfecha porque mi novela ya ha llegado a Argentina y estoy investigando para escribir una precuela ambientada en el Líbano de finales del XIX.
¿Cómo te planteaste el lenguaje y la estructura a la hora de dar forma literaria al material cosechado?
El narrador omnisciente surgió de manera natural. Ni me lo planteé. Cuando las historias existen en nosotros, cuando las visualizamos, cuando ya solo falta escribirlas, son ellas las que deciden el lenguaje apropiado. Yo solo me dejé llevar. No podría escribir esta historia de otra manera. No podía haber una primera persona porque ningún protagonista podría capitalizar los sucesos que van ocurriendo. Es necesario ese narrador omnisciente para que nos cuente lo que ocurre al otro lado de Buenos Aires mientras las niñas con su pijama ven sus dibujos animados favoritos…
Para poder plasmar toda la información que manejaba fui alternando el narrador omnisciente con los diálogos de los protagonistas. Así era como yo visualizaba las diferentes escenas, pues, en los momentos más íntimos, sentía necesidad de esa primera persona. En cuanto a la estructura, me parecía crucial para el inicio del relato el momento en el que los progenitores anuncian a la familia que van a dejar su país, Argentina, para ir a a España. Porque ese fue otro de los motivos por los que elegí esta historia en sus orígenes. Ese momento fue traumático para las hermanas, como lo fueron los años siguientes en València.
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