María Vázquez. Matria

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‘Matria, de Álvaro Gago
Con María Vázquez, Santi Prego, Soraya Luaces y Tátán, entre otros
99′, España | Matriuska Producciones, Avalon P.C, Ringo Media, Televisión de Galicia (TVG) y La Incubadora, 2023
26 Festival de Málaga
Hasta el 19 de marzo de 2023

No es habitual, ni siquiera en los primeros días de un festival, cuando todo el mundo parece ir sobrado de energía y de buen ánimo, que un estreno para la prensa sea acompañado de una ovación. Tampoco que, poco antes de las diez de la mañana –a esa hora en la que cualquier reserva de entusiasmo, salvo en el caso de ilusos redomados o temperamentos cenobitas, no es más que un residuo desubicado de la noche anterior–, la irrupción en la sala de su protagonista despierte una delectación comparable a la de la presencia cesariana de una leyenda del rock.

Es cierto que este tipo de pases, con los años, han perdido pureza, y que entre los supuestamente acreditados como periodistas pulula una abultada corte de turiferarios y afines a la industria cinematográfica, cuando no directa y personalmente a alguien relacionado con la producción. Sin embargo, en el cine, como en la vida, siempre prevalece el asidero comparativo.

Y eso, si se habla de la primera proyección pública de ‘Matria’, el debú en el largometraje de Álvaro Gago, permite aventurar la suerte de una película que ya muchos sitúan entre las favoritas del certamen y a la que se le pronostica un venturoso recorrido a partir del próximo 24 de marzo, fecha prevista para su desembarco en el circuito comercial.

Matria

Después de los éxitos de su precuela –el corto homónimo nominado a los Goya y premiado en Sundance–, la cita aterrizaba en la sección oficial del Festival de Málaga en medio de una más que justificada oleada de expectación. Y más si se tienen en cuenta la admiración y el respeto que se ha ido ganando su actriz principal, una María Vázquez cuyo crecimiento, trabajo tras trabajo, parece no tener límite; y que en ‘Matria’ se permite un lujo del que es perfectamente consciente y que se percibe ya desde los primeros minutos de metraje: la oportunidad de haber podido invertir un año en la preparación de su personaje, Ramona, que es el alma de la narración.

“Ha sido un privilegio”, señala. En este caso, bien aprovechado, dada la dificultad de asumir un papel exigente no solo bajo los preceptos inevitables del verismo –encarnar a una mujer gallega de entorno rural no es sencillo–, sino por la profundidad psicológica y de registros que le endilga el director y que ella misma asimila con un manejo magistral de los tiempos dramáticos, moviéndose en ese terreno tan resbaladizo y atlántico que alterna la exuberancia sentimental con el laconismo y la contención.

‘Matria’, término que hace poco se puso de moda a raíz de una de las pocas declaraciones destempladas de la vicepresidenta del Gobierno –destemplada en la medida que se prestaba a la parodia ceñuda y zafia–, cuenta la historia de Ramona, una madre de poco más de cuarenta años que sobrevive con todo tipo de trabajos físicos para intentar ofrecer un futuro más benevolente a su hija.

María Vázquez en instante de ‘Matria’, de Álvaro Gago. Fotografía cortesía del Festival de Málaga.

Sinopsis que, no se engañen, suena, en su irrenunciable brevedad, a cliché de cine comprometido, pero que Álvaro Gago y su equipo convierten, también a nivel formal, en una apuesta muy personal. Y, además, por la vía más complicada y a la vez primigenia de todas: la de plantear una obra que está viva, escrita y fraguada sobre el terreno. Sin imposturas ni baldones efectistas.

Rodada en un gallego costero cuya prosodia, según dice, suponía un reto fonético para la propia María Vázquez –gallega igualmente, y a perpetuidad–, ‘Matria’ parte de un axioma creativo cada vez más infrecuente en la industria –y que es tan popular como para aparecer en los espléndidos diálogos de ‘Doctor en Alaska’, cuando Rob Morrow le aconseja a un joven y despistado aprendiz de cineasta que deje de imitar a Woody Allen y se centre en transmitir el mundo que conoce; su realidad–.

Una realidad que, en el caso de Álvaro Gago, se cuela del brazo hasta en el estreno, al que no solo acudieron los intérpretes; también la conmovedora Francisca Iglesias Bouzón, la mujer que cuidó a su abuelo y que es la verdadera inspiración del filme. “Esto va más allá de hacer una película. Para mí, haber trabajado con ella ha sido sanación”, comenta el director.

En tiempos en los que es fácil y, sobre todo, agradecido, recurrir al panfleto, Gago y los suyos plantean un relato que está más allá de las categorías políticas. Precisamente, por su énfasis en el lado humano, en las contradicciones y en la narración de una historia, que, siendo particular y local, engloba a muchas mujeres.

Una historia que era necesario contar, la de la generación de gallegas que combina el trabajo precario fuera de casa con un sentido ancestral del cuidado de la familia y que trata de conquistar su libertad en un mundo global y, al mismo tiempo, enraizado en ese componente telúrico y opresivo que tanto constriñó a sus madres y abuelas.

El joven cineasta quebranta el arquetipo, también con un excelente sentido del humor, y dando cabida a la paradoja, agitándose en un compás emotivo ajeno a la pornografía visceral y teledirigida de buena parte del cine pretendidamente social de sus contemporáneos.

El desenlace es fácil de prever, pero es precisamente el desarrollo, la dificultad de romper con todo de la protagonista, la que deja lecturas más emotivas, íntimas y realistas. Gago, Vázquez y el resto del equipo le ponen tierra. La tierra que conocen. La que cantaban Rosalía de Castro, Cunqueiro o Torrente Ballester. “Basta ya de heroínas. Las mujeres gallegas también lloran y tienen miedo y se quiebran”, señala la protagonista.

Con una factura que recuerda, pese a sus diferencias y rasgos propios de estilo, a los hermanos Dardenne y, a veces también, al Kaurismäki más marítimo y social, ‘Matria’ inicia su aventura dejando un gran sabor de boca y confirmando el talento de Álvaro Gago y María Vázquez y del resto del elenco. Y, sobre todo, cosechando una ovación que sonó en directo –tal vez por lo extemporáneo de la hora– a sobresalto futbolero. Pero que, más allá de la complicidad, premia una virtud del cine y la literatura no demasiado extendida en la actualidad. La capacidad, sin artificios ni pirotecnia, de contar una historia y emocionar.