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‘Maria Helena Vieira da Silva. Antomy of Space’
Comisaria: Flavia Frigeri
Colección Peggy Guggenheim Venecia
Hasta el 15 de septiembre de 2025
Museo Guggenheim Bilbao
Del 16 de octubre de 2025 al 22 de febrero de 2026
La Colección Peggy Guggenheim de Venecia presenta una exposición que no solo revisa la obra de Maria Helena Vieira da Silva, sino que constituye un verdadero homenaje a su evolución visual y a su capacidad para transformar el espacio en una experiencia sensorial completa.
‘Maria Helena Vieira da Silva. Anatomía de un espacio‘, comisariada por Flavia Frigeri, historiadora del arte y comisaria en la National Portrait Gallery de Londres, ofrece una mirada profunda a la obra de la artista portuguesa, destacando la complejidad de su lenguaje visual, reconocible y distintivo, a través de setenta piezas clave procedentes de algunas de las más prestigiosas instituciones artísticas del mundo.
Vieira da Silva (1908–1992) nació en Lisboa en el seno de una familia acomodada que estimuló su pasión por el arte, la música y la literatura. En 1928, se trasladó a París, donde comenzó a forjar su carrera artística, primero en el campo de la escultura y luego en el de la pintura, disciplina en la que destacó rápidamente.
A lo largo de su trayectoria fue reconocida por su capacidad para crear paisajes abstractos e ilusiones ópticas que desafiaban las convenciones de la perspectiva tradicional, adentrándose en un espacio pictórico que no solo representaba objetos o figuras, sino el mismo concepto del espacio. Su obra oscila entre la abstracción y la figuración, explorando espacios imaginarios y reales con un lenguaje único que amalgama la tradición decorativa portuguesa, las influencias del cubismo y el futurismo, y su profunda conexión con la ciudad de Lisboa y su entorno.
El viaje a Italia y el encuentro con el arte moderno
Uno de los momentos clave en su formación artística fue su primer viaje a Italia en 1928, un punto de inflexión que transformó su perspectiva sobre el arte. En ciudades como Venecia, Florencia y Milán, Vieira da Silva se sumergió en el estudio de la pintura renacentista, lo que dejó una profunda huella en su enfoque hacia la perspectiva y la construcción del espacio.
La obra de Paolo Uccello, en especial su tratamiento de la perspectiva vertical en ‘La batalla de San Romano’, se convirtió en una referencia para su propia exploración del caos y el orden. La relación de la artista con la tradición italiana fue esencial para el desarrollo de la técnica de estratificación espacial que caracteriza su obra, evidente de forma prominente en la exposición veneciana.
Formación en París: entre la escultura y la pintura
A su llegada a París en 1928, la artista se unió a la Académie de La Grande Chaumière, donde, libre de restricciones académicas, estudió escultura con Antoine Bourdelle y Charles Despiau. Sin embargo, fue la pintura la que captó plenamente su atención. En la capital francesa se sumergió en la efervescencia de las vanguardias, influida por figuras como Picasso, Matisse y Cézanne. La ciudad no solo le ofreció acceso directo al arte moderno, sino que también la conectó con otros artistas internacionales, lo que le permitió forjar un estilo propio, caracterizado por la atención al espacio, la perspectiva y la estructura.
Esta fase de experimentación culminó en el desarrollo de un lenguaje abstracto personal, que descomponía el espacio en formas geométricas y patrones, dando vida a complejos paisajes urbanos y arquitectónicos.
La guerra y el exilio en Brasil
La Segunda Guerra Mundial marcó otro punto decisivo en su vida y en su obra. Junto a su esposo, el pintor Árpád Szenes –apoyo fundamental para que pudiera dedicarse al arte sin concesiones–, Vieira da Silva se trasladó primero a Portugal y más tarde a Brasil, donde residió entre 1940 y 1947. En Río de Janeiro continuó desarrollando su estilo, incorporando las experiencias y emociones derivadas del exilio y del conflicto.
Fue en este período cuando exploró con mayor intensidad temas como la destrucción de las ciudades y la transformación de los paisajes a través del caos de la guerra, creando obras que representan urbes quemadas, inundadas o devastadas. En Brasil no solo expuso su trabajo, sino que también estableció vínculos con intelectuales y poetas brasileños, lo que contribuyó decisivamente a su madurez artística.
El regreso a París y el reconocimiento internacional
De vuelta en París en 1947, Vieira da Silva reanudó su obra en un contexto muy diferente. Tras un período de rechazo inicial en Portugal, donde su marido sufrió discriminación política, la artista se nacionalizó francesa en 1956 y comenzó a recibir un mayor reconocimiento internacional. Participó en la exposición ‘Exhibition by 31 Women’, en la galería Art of This Century de Peggy Guggenheim en Nueva York, lo que le permitió alcanzar una audiencia más amplia.

Hilla Rebay, primera directora del Museum of Non-Objective Painting –futuro Solomon R. Guggenheim Museum–, fue una de sus primeras defensoras y adquirió, en 1937, ‘Composition’ (1936), obra que aún forma parte de la colección del museo estadounidense.
A lo largo de su carrera, Vieira da Silva fue reconocida como una de las principales figuras del informalismo europeo y como una de las artistas más influyentes del siglo XX. Su capacidad para crear atmósferas visuales y su dominio de la abstracción, en relación con la Segunda Escuela de París, le aseguraron un lugar preeminente en la historia del arte contemporáneo.
Anatomía de un espacio: la exposición de Venecia
La exposición ‘Anatomía de un espacio’ ofrece una panorámica de la trayectoria de Vieira da Silva, destacando las distintas fases de su producción artística. La muestra reúne algunas de sus obras más emblemáticas, desde sus primeras exploraciones en los años 30 hasta sus composiciones más complejas de las décadas de 1950 y 1960.
El espectador puede apreciar cómo la artista descompone el espacio en unidades visuales –pequeños rectángulos que forman patrones–, evocando la complejidad de la percepción humana del entorno. La exposición permite descubrir su capacidad para crear ambientes mediante una perspectiva laberíntica que invita al visitante a sumergirse en una experiencia casi física del espacio. No se trata solo de representaciones de lugares, sino de intentos de generar un espacio dentro del espacio, descomponiendo y recomponiendo continuamente la geometría de su entorno.
El vocabulario visual de Vieira da Silva se articula en una tensión constante entre lo real y lo imaginario, entre el orden y el caos. A través de formas geométricas, colores vibrantes y perspectivas complejas, sus obras evocan espacios ambiguos en los que la percepción se multiplica y se estratifica, abriéndose a múltiples interpretaciones y desafiando la linealidad.
Su pintura constituye un diálogo constante entre estructura y movimiento, entre elementos que se atraen y se repelen, reflejo de la complejidad de la realidad y de la experiencia humana. La capacidad de Vieira da Silva para crear espacios enigmáticos y plurales que escapan a una definición unívoca es lo que confiere a sus obras su fascinación y riqueza de significados, invitando al espectador a entrar en un mundo visual a la vez familiar y misterioso.
La exposición no solo muestra una retrospectiva de su obra, sino que también invita a reflexionar sobre cómo percibimos los lugares, el tiempo y la memoria a través del lenguaje visual. No es el resultado de un acto impulsivo, sino de un proceso continuo y reflexivo en el que cada elemento contribuye a un equilibrio dinámico y a una hondura emocional.
Un legado complejo y revelador

‘Maria Helena Vieira da Silva. Anatomía de un espacio’ es mucho más que una exposición: es un retrato en profundidad de una artista de intenso mundo interior; el testimonio de una mujer con absoluta dedicación e inquebrantable compromiso con el arte; un viaje a través de los distintos mundos que construyó a lo largo de su vida. Cada lienzo constituye una invitación a explorar una nueva dimensión del espacio, en la que lo real y lo imaginario se entrelazan para convertirse en experiencia sensorial.
La muestra no solo aporta una nueva visión sobre una artista pionera, sino que también evidencia la vigencia de su obra en la actualidad. Se trata, sin embargo, de una creadora aún poco conocida, a la que la Fundación March dedicó en 1991 una exposición en España. Tras su paso por Venecia, la muestra viajará a Bilbao en el otoño de 2025, permitiendo a un público más amplio descubrir la riqueza y complejidad de una de las grandes figuras del arte del siglo XX.
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