El príncipe de Maquiavelo, de Juan Carlos Rubio, protagonizado por Fernando Cayo
Teatro Talía
C / Caballeros, 31. Valencia
Del 29 de noviembre al 10 de diciembre de 2017
Cuando un actor se enfrenta solo en la escena a un texto de complejidad, de lenguaje culto y de expresión corporal animada, solo podemos ponernos en las manos de grandes profesionales de la interpretación para que aquello no se convierta, por desgracia, en una sucesión de equivocaciones y despistes. Por suerte, el guión de Juan Carlos Rubio, a partir de los textos de Maquiavelo, estaban en las expertas y expresivas manos de Fernando Cayo. Todo un alivio y acicate para la asistencia de público.
Fernando nunca falla en la obra, es preciso como el disparo de un francotirador e impregna de fuerza y contundencia las palabras que siguen tan en boga. Esta obra estuvo parada, haciendo un peligroso paréntesis (ya sabemos las posibilidades que tiene una obra de seguir en cartel por tiempo prolongado) de nada menos que un año y medio, debido a la actividad de su actor, un hombre plagado, gracias a su capacidad interpretativa, de otros encargos.
El texto de Maquiavelo está, para la desgracia de la inmensa mayoría, muy de moda, muy en la actualidad de nuestro día a día. Es importante que los ciudadanos sigamos conociendo cómo ha sido y, por ende, cómo son las maneras de trabajar y operar de los gobernantes sumidos en su egocentrismo particular.
‘El príncipe de Maquiavelo’ nos coloca como testigos de las divagaciones certeras y medidas de Maquiavelo, de cómo puede dictar consejos a los mandatarios, esos que impondrán su ley y vivir del pasado, de las glorias y loas. En el texto existen cientos de frases que podrían ser pronunciadas hoy, en boca de políticos, periodistas o los palmeros de todos estos. Frases que descarnan nuestros sentidos. Recordemos que han pasado 500 años, pero la presencia de Maquiavelo y la impronta que dejó sigue de pasmosa, o más bien triste, actualidad.
La brillante escenografía no hace más que realzar la calidad del texto, que nos muestra a un señor bien trajeado en una habitación elegante, revestida del encanto de los años 50, con magnetófono incluido. Es la escenografía parte del discurso narrativo del texto, de la vida cuesta abajo de Maquiavelo, con sus luces y sus sombras (incluido un corte de suministro eléctrico). Es, pues, el escenario perfecto donde la caída del todopoderoso consejero se ve reducida al campo, un lugar aparentemente para ignorantes u orates. Un texto y una interpretación para pensar, para reflexionar sobre el cíclico camino del poder.
Javier Caro
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