Diego del Pozo y Estefanía Martín Sáenz
Ganadores de la XIII Bienal Martínez Guerricabeitia
La Nau de la Universitat de València

La Bienal Martínez Guerricabeitia de la Universitat de València llevaba este año por lema Manipulación y supersticiones. Es una forma de proponer la reflexión en torno a ciertos temas de indudable interés mediante el arte. Diego del Pozo y Estefanía Martín Sáenz han sido los ganadores de la XIII edición, sacándole partido a la propuesta con sendas obras muy sugerentes. El simple título de las piezas avanza el contenido y adivina sus posibilidades: Deconstruyendo el odio, por parte del primero, y Los cuervos que adoraban a la mujer, por parte de la segunda. Ambas obras toman la violencia, su poderosa energía destructiva, proponiendo un ejercicio de desmantelamiento o desactivación progresiva de la misma.

Estefanía Martín lo hace mediante técnica mixta sobre tela estampada. Y se nutre de Morrigan, antigua diosa celta de la guerra, a la que dota de otros poderes inversos al de la destrucción. “Lo que hago es manipular el estampado, de manera que se repiten ciertos patrones, nunca mejor dicho, para que se produzcan fallos en la tela a la hora de visibilizar algunos elementos”. Así, Morrigan, que tenía el poder de convertirse en cuervo, lejos de utilizar ese poder para generar el mal, se transforma en la obra de Martín Sáenz en dadora de parabienes.

“Concede el don de la desaparición, para que se crea que la mala suerte no existe, aunque siga ahí”, explica la artista. Ese juego entre elementos que remiten al acto destructivo y esos otros que reivindican la creación atraviesa la obra de la premiada. “Las supersticiones me encantan”, dice, en tanto le permiten recrear esa mala suerte que le parece igualmente atractiva desde el punto de vista creativo. El crítico Óscar Alonso Molina fue quien propuso su obra para la Bienal de este año: “Te va como anillo al dedo”, cuenta que le dijo. Y Los cuervos que adoraban a la mujer le han dado la razón.

Deconstruyendo el odio, de Diego del Pozo.
Deconstruyendo el odio, de Diego del Pozo. Imagen cortesía de la Bienal Martínez Guerricabeitia.

Diego del Pozo se aleja del mito para centrarse en la más rabiosa actualidad. “Tomo la final de Roland Garros de 2013, que ganó Rafa Nadal, y en la que saltó un hombre con una antorcha y paralizó la final”. El hombre, explica el artista de Valladolid propuesto para la Bienal por la Galería Adora Calvo de Salamanca, formaba parte de uno de los grupos que luchaban contra la homofobia cuando en Francia se aprobó la regularización del matrimonio homosexual. En su obra, Deconstruyendo el odio, monta tres secuencias de fotografías y dibujos en lo que el artista llama un “ejercicio de señalamiento y de reversión”.

Lo que señala es “la economía de los afectos que el capitalismo trata de invisibilizar”, cargando las tintas del odio sobre algunos grupos como los inmigrantes o los propios homosexuales, objeto de los disturbios que provocó el espontáneo en Roland Garros. Y la reversión que Diego del Pozo practica es la de transformar toda esa violencia en encuentro afectivo. En la primera secuencia, pone en relación el salto a la pista de tenis con una estatua de Arno Breker, favorito de Hitler. En la segunda, confronta la captura del espontáneo con la serie de dibujos que terminan en un grabado del siglo XVIII. Y, por último, liga la evacuación del agitador con el encuentro reposado de un grupo de hombres a dibujo.

“El capitalismo produce y regula las emociones, que tienden a relacionarse con lo privado y lo psicológico, y no con lo público”, señala Del Pozo, que en su obra visibiliza esas emociones. Lo hace mostrando primero su carácter desestabilizador, para después generar una cierta catarsis. En cualquiera de los casos, tanto Estefanía Martín como Diego del Pozo acreditan su pericia para revelar las contradicciones de esas manipulaciones objeto de XIII Bienal Martínez Guerricabeitia.

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Los cuervos que adoraban a la mujer, de Estefanía Martín Sáenz. Imagen cortesía de la Bienal Martínez Guerricabeitia.
Los cuervos que adoraban a la mujer, de Estefanía Martín Sáenz. Imagen cortesía de la Bienal Martínez Guerricabeitia.

Salva Torres